Ante el anuncio realizado recientemente por el Presidente Maduro
de crear un vice ministerio que coordine las Misiones denominado “viceministerio
para la Suprema Felicidad Social del Pueblo” (Ver: Oficializan creación del
viceministerio para la Suprema Felicidad Social del Pueblo | Correo del Orinoco
http://www.correodelorinoco.gob.ve/politica/oficializada-creacion-viceministerio-para-suprema-felicidad-social-pueblo/
), no tardó (como es costumbre) en crearse un gran revuelo mediático. Es
revelador que armen tanta alharaca con la palabra “felicidad” mientras pasan
bajo la mesa el uso y consecuencias de la palabra “arrechera”.
¿Por qué a la oposición venezolana le molestan tanto las
referencias chavistas a la palabra “felicidad”? ¿Por qué ese nerviosismo que se
disfraza con comentarios burlones pretendidamente mordaces ante la propuesta de
que un ente gubernamental coordinador de las Misiones de Chávez lleve en su
nombre la palabra “felicidad”?
No es la primera vez que esto sucede, ya recordamos el
cataclismo (léase "agudas puntadas de culo") que produjo en algunos sectores de
ultraderecha la frase de Chávez de que Venezuela y Cuba iban hacia el "mar de la felicidad".
No nos sorprende, ya que desde la particular visión de
nuestra derecha gringo-católica venezolana, la felicidad es un estado de pecado
al que sólo se llega a través de otros como la codicia, la ambición y la
avaricia, por ejemplo, porque en el capitalismo la única manera de ser feliz es
ignorando las penurias de las mayorías, lo que a la luz de una ética cada vez
más extendida en nuestro mundo social interconectado aunque profundamente
hipócrita, es éticamente inadmisible.
Desde sus múltiples lecturas, Chávez nos acercó al
socialismo con la búsqueda de la utopía posible, pasando por Jesús, Erasmo, Bolívar o
Simón Rodríguez, leyéndonos y recomendándonos libros como “Fuegos bajo el agua”
de Isaac J. Pardo, y dando todo un sustento ético, filosófico e histórico a la
búsqueda de la felicidad.
En su “Plan de la Patria” Chávez afirma
que la felicidad individual no es posible en un mundo que necesita de la
participación colectiva inmediata para apenas librarnos de la destrucción global
y poder tener la esperanza de que nuestros hijos puedan construir un mañana
donde esa felicidad sea posible. Por contraste, la oposición venezolana se
limita a repetir los clichés que durante años nos machacaron los Chicago Boys
(devenidos localmente en IESA Boys),
que ensalzaban las bondades y beneficios del libre mercado y el american
way que tuvieron un contundente y cruento mentís a finales de los 80 con la masacre burguesa del “Caracazo” y
los infelices años 90 de privaciones, privatizaciones, emigraciones y pobreza
extrema de más de 20% con que el primer exportador de petróleo mundial durante
un siglo terminaba la centuria pasada, hasta que llegó Chávez.
Desde el comienzo de su monumental y particular campaña
libertadora, Chávez nos citó a Bolívar en su “Discurso de Angostura” de 1819: “El
sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad
posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política” Once veces se repite en este documento la palabra “felicidad”, lo
que no deja de ser muy revelador, así como sorprende la introducción del término
“seguridad social”. Por supuesto, para los
liberales a ultranza, el simple hecho de mencionar en una misma frase las
palabras “gobierno” y “felicidad” es anatema. Pero, ¿cuál debe ser el objetivo del Estado
sino el de garantizar las condiciones para que el pueblo todo pueda ser feliz?
Quienes abogan por un “Estado mínimo” que permita a los
poderes máximos de siempre hacer lo que les dé la gana, no pueden estar de
acuerdo con este enunciado, ya que en el modelo del capitalismo es imposible
que existan ni las mínimas condiciones de felicidad del pueblo en general, como
ya lo hemos comprobado amargamente en América Latina durante la negra noche
neoliberal como la denominó el Presidente ecuatoriano Rafael Correa esa nefasta etapa de liberalización y privatización, y se verifica
hoy también en la creciente desigualdad y pobreza de la sociedad “desarrollada”
de Europa y EE.UU.
El proyecto social neoliberal capitalista es absolutamente incompatible
con la felicidad social y hasta individual, al tener como modelo de éxito al
individuo egoísta y sin escrúpulos. De hecho, la felicidad es su enemigo, ya que
su subsistencia se basa en la competencia salvaje por la supervivencia y el dominio, en la
codicia, la avaricia y la lucha permanente (elementos absolutamente hitlerianos).
Una sociedad estable, feliz, no acosada por la codicia consumista, es la muerte
para el capitalismo, tan cierto como el caso opuesto: una sociedad consumista, de individuos
enfermos de codicia es la muerte para el género humano y el planeta en que
habita, que motivó el compromiso para salvar al planeta que también rescata el "Plan de la Patria" de Chávez. Por ello la incomprensión, repulsión y miedo ante el concepto de
"felicidad social" enunciado por Bolívar y rescatado por Chávez. De hecho existe un término para este rechazo: querofobia, miedo
irracional y enfermizo a la alegría de la gente (querofobia – Wikcionario http://es.wiktionary.org/wiki/querofobia
)
El énfasis de Chávez en la palabra felicidad contrasta
también con la gris imagen del socialismo tras la llamada “cortina de hierro” que
la propaganda pro capitalista propagó durante décadas, y ciertamente el modelo
soviético no logró convertirse en el “manto protector” y productor de felicidad
para su pueblo, por lo que éste asistió impávidamente a su derrumbe, cuando no
festivamente, actitud que contrasta notablemente con la decidida lucha del
pueblo venezolano por su Revolución en las innumerables veces que ésta ha sido
amenazada: durante el sabotaje a PDVSA, el golpe de abril de 2002, la reciente
intentona del 15 de abril de 2013, etc., lo que revela claramente que el
pueblo mayoritariamente asocia su bienestar con la Revolución Bolivariana y
está dispuesto a defenderla a cualquier precio.
La palabra felicidad es el norte de toda utopía, el horizonte,
la estrella Polar inalcanzable que nos señala constantemente la dirección
a seguir, y por ello no debemos tenerle miedo, así como tampoco a las palabras “amor”
y “libertad”, ya que forman elementos básicos de esa utopía posible y necesaria
a la cual pretendemos dirigirnos mediante esta nave de sueños que llamamos Revolución Boivariana y de la que somos todos tripulantes navegando, como bien lo dijo Chávez, hacia el mar de la felicidad. Por ello me agrada por un lado constatar que
los revolucionarios, el pueblo llano que se expresa en las calles, en los medios o en Internet no duda en usar esas palabras al momento
de explicar el por qué de su militancia, al tiempo que me amarga y asusta
verificar que en el campo de quienes nos enfrentan los términos que se
reivindican son “arrechera”, “cobrar” (en el sentido de “venganza”), “tener” (codicia),
etc. Es evidente que muchos de nuestros compatriotas han sido mentalmente afectados,
ya que pretenden ridiculizar que usemos la palabra “felicidad” mientras justifican que roben y
maten en nombre de la “arrechera”. Muy preocupante.