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sábado, 6 de diciembre de 2014

El llanto del soldado Ryan

Anoche vi por enésima vez en el cable esa soberbia pieza de propaganda de guerra estadounidense, la película "Salvando al soldado Ryan". Como en la mayoría de las películas estadounidenses del tema, la decisiva participación soviética en la derrota de la Alemania Nazi es simplemente borrada. 27 millones de muertos de las repúblicas soviéticas simplemente no pasaron, según esta visión "gringocentrista" de la historia. Cabría preguntarse si este borrado no es un antecedente demasiado conveniente para la actual feroz campaña político mediática anti rusa que sostienen Washington y sus satélites mafiosos europeos.

Al final de la homérica película (por el griego, no por el animado amarillo) se llega al inevitable clímax chovinista, guerrerista y melodramático, cuando entre lágrimas y cruces cual bolero de rocola, el ahora viejo ex soldado Ryan justifica su vida ante la tumba de su salvador el capitán Miller, quien con su último aliento le había pedido antes de morir en combate que hiciera que el esfuerzo de su sacrificio valiera la pena. En este punto, podríamos suponer que el personaje representado por Tom Hanks, que se nos ha revelado profesor y conocedor de literatura y poesía, no le pidió a Ryan que viviera "la vida loca", ni tampoco que se convirtiese en general entregado a la cusa de la guerra, sino más probablemente que hiciera que esa salvaje hecatombe que conocemos como Segunda Guerra Mundial tuviese algún sentido, quizá hasta alguna utilidad. De algún modo Ryan y su familia desenfocada detrás de él en el cementerio representan el mundo de la posguerra, más exactamente el Estados Unidos de la posguerra (si es que hubo tal cosa como "posguerra"). Pero no, Spielberg elude esto y presenta a su personaje suplicándole lloroso a su igualmente vieja mujer que lo justifique delante de la tumba de su salvador diciéndole que ha vivido una vida buena, para luego irse a un fundido en negro final con nada menos que la bandera de las barras y estrellas. Para el personaje spilebergiano Ryan "que todo esto valga la pena" se redujo a querer a su familia, ponerse ropa de marca y visitar la tumba de su salvador 40 años después de su muerte con un inocultable y seguramente muy justificado complejo de culpa, porque es evidente que en términos de crear "un mundo mejor" la pérdida de tantos millones de vidas fue completamente inútil. El fascismo no fue derrotado, por el contrario, se ha transmutado y hoy es más poderoso que nunca, hay más guerras, invasiones, injusticias, y el principal promotor de todo esto es el país al que sirve el soldado Ryan. La desvergüenza y falta de respeto del gobierno estadounidense a los millones de muertos que sí lucharon contra el fascismo y no para reencaucharlo ha llegado al extremo esta misma semana de oponerse en la ONU a una resolución en contra del enaltecimiento del nazismo.
Ryan y sus descendientes no sólo han hecho que el sacrificio de millones haya sido en vano, sino que por el contrario han fortalecido la máquina militar y de propaganda más poderosa, totalitaria y peligrosa que haya conocido la Humanidad, incluida por supuesto aquella que pretendieron destruir en 1945.
No puedo dejar de pensar en otro héroe spilbergiano, Schindler. Me pregunto cómo se sentiría de saber que muchos a quienes corriendo tantos riesgos salvó y sus descendientes operan hoy una máquina de ocupación, segregación y exterminio que haría la envidia del más desalmado de los SS.
No sobrevive el bueno ni el que lo merece: en vez de los cultos y rectos capitanes miller tenemos al pelmazo acomplejado pero prolífico de Ryan. No tenemos un mundo que lucha contra el fascismo, sino que colabora con él mirando para otro lado en el mejor de los casos. No, los Ryan no hicieron que aquellas luchas valieran la pena, ni sus hijos han hecho al mundo mejor.
La frontera entre propaganda y caricatura no siempre es clara, y muchas veces no existe. Usualmente el secreto de la propaganda es que parezca que no lo es. Lo bien hecho de "Salvando..." puede hacernos olvidar que es ambas cosas, como la mayoría de las películas sobre la historia de la Segunda Guerra.
¿Y es que este tema podría ser tratado de otra forma? No sé. Imagino una versión diferente, como escrita por Kurt Vonnegut, donde un viejo y solitario Ryan, mal vestido, sin afeitar y con tufo alcohólico va a llorar sin pudor sobre la tumba del capitán Miller.

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