Hoy le entregaron a mi sobrinita su computadora Canaima. Pregunté si a cambio le hicieron firmar con sangre la venta de su alma al castrocomunismo o jurar que iba a Cuba a cortar caña por 20 años cuando saliera de primaria o si juró lealtad eterna al rrégimennn. Nada de eso. Ni siquiera un discursito "adoctrinante" en el acto de entrega de su computadora ensalzando al "autócrata". ¡Qué decepción para algunos que como fanáticos inquisidores medievales ven brujas y demonios y conspiraciones comunistas tras cada acto de progreso y justicia! Pero eso no les importa, ya inventarán algo.
Pero sobre todo, busqué entre los pliegues del rostro sonriente de mi sobrina, en sus ojos iluminados otra cosa que no fuera felicidad y un poquito de orgullo de merecer, junto con sus compañeritas y compañeritos de escuela, que su Patria se ocupe de darles las mejores herramientas posibles para su estudio. No había nada más. No hay nada más.
Lo mismo veo en los ojos de sus madres, conserjes, vendedoras de tiendas, cocineras, estudiantes o profesionales: "mi hij@ sí puede tener buena educación, sí va a poder... ", con mezcla de felicidad, alivio, esperanza.
Ya la semana pasada le entregaron sus libros de texto bella y "profusamente ilustrados" (como era el lema de toda propaganda de costosas enciclopedias de mi época), yo mismo los he leído y examinado y además de que son mucho mejores que los que mis padres con mucho trabajo pudieron comprarme, no tengo nada qué objetarles, salvo que debieron haber hecho antes esa maravillosa empresa de dar a los niños libros buenos y gratis para estudiar.
Mientras, no muy lejos de aquí, miles de jóvenes, casi niños, con una expresión en sus rostros muy diferente a la que describí antes, se juegan el pellejo en las calles por su derecho a poder estudiar, mientras sus angustiados padres se culpan por no tener el dinero suficiente para garantizarles una educación "que los saque de abajo".
No sé cómo puede existir quien defienda un modelo donde la mayoría de los jóvenes tenga que sepultar sus sueños o serlo ellos mismos cuando los defienden frente a carabineros y sus balas o banqueros armados de hipotecas por vencer. Pero lo que soy yo, no tengo dudas en este asunto y apuesto mi vida por la "sonrisa Canaima" de mi sobrina y de sus centenares de miles de compañer@s y sus papás, mamás y maestras.
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