Primero que nada debo dejar en claro un
par de cosas: ni soy siquiatra ni nada parecido ni pretendo serlo, ni
creo que todo aquél que piense diferente a mi esté de algún modo
afectado del coco. Sin embargo espero que algunos coincidirán
conmigo en que hay una preocupante desviación de comportamiento de
un grupo de nuestra población hacia algo que no puede ser calificado
sino de nefasto o peligroso.
En las normas más elementales de
comportamiento humano, al menos en sociedades relativamente diversas
como la nuestra, se consideraba “de mala educación” y casi tabú
indagar a una persona a quien no conocemos lo suficiente sobre sus
intereses políticos, religiosos o sexuales. Hasta una superficial
indagación en las preferencias deportivas era admitida, y eso sólo
si se realizaba con tacto. Yo no sé si seré un conservador o
anticuado, pero creo que es un código muy saludable de convivencia.
En lo que se comienza a considerar que en mi terror ante la
posibilidad de que mi nuevo vecino o compañero de trabajo, e incluso
amigos de mis familiares o amigos sean eso que me produce aversión
(comunistas, negros, homosexuales, judíos, musulmanes, etc.)
justifica que me salte ese código para hacer indagaciones personales
cuasi policiales, estoy en problemas. Desde el “Manual de Carreño”
se establecen estos códigos elementales de comportamiento que sirven
para que en nuestra cada vez más abigarrada vida comunitaria las
chispas provenientes de nuestro roce social no devengan en incendio.
Pero ahora veo con creciente preocupación que muchos comienzan a
saltarse estos códigos de convivencia, de respeto, de tolerancia,
porque algunos individuos o comunidades se sienten amenazados, es
decir, una aparente amenaza a su “modo de vida” justifica
“saltarse a la torera” esta norma elemental. Y considero eso
tremendamente peligroso y una pérdida terrible para nuestra sociedad
tan heterogénea.
Hablo por supuesto de cierto
antichavismo histérico, cuya más terrible manifestación la pude
ver en los años del golpe y el paro, en el 2002 y 2003, pero que
lamentablemente nunca han desaparecido y han vuelto a surgir con
fuerza durante las últimas elecciones presidenciales y,
particularmente, con la enfermedad del Presidente Chávez. Yo he
dejado de comunicarme con amigos entrañables, no por nuestra
diferencia de posición política, sino porque su carga de odio hace
imposible toda conversación normal. Yo no entiendo ni entenderé,
por ejemplo, si mi amigo o amiga de derecha sabe perfectamente cuál
es mi posición, ¿por qué se empeña en “hurgarme las narices”?
Sobre todo teniendo en cuenta que si abordamos alguna discusión
(cosa que repito, evito todo lo que puedo) y asumo mis argumentos,
invariablemente y para mi tristeza del otro lado los argumentos van
siendo paulatina e indeteniblemente sustituidos por una creciente ira
y reactividad que anulan toda racionalidad. Ni hablar del vecino o
vecina que de buenas a primeras se pone ha hablar contigo en el
ascensor o el mostrador de la farmacia sobre la horrible miseria que
sufre gracias al rrrégimen, para hablarte a continuación de su
último viaje cuyo sólo costo en boletos bastaría para que mi
familia coma cinco años. Pero incluso esto es más o menos normal.
Pero hay cosas que me parece que no lo son.
Yo tengo edad suficiente para recordar
los gobiernos de AD y COPEI, que me desagradaban y me parecían ya
entonces la farsa que han demostrado ser, pero no recuerdo que yo o
ninguno de los muchos amigos cuya aversión a esos partidos era
verdaderamente radical se alegrarse porque alguno de sus dirigentes
tuviese un cáncer, por ejemplo. O peor, sentir que la enfermedad y
la muerte pueden ser aliados tuyos para conseguir un fin cualquiera.
Bueno, de montones de gente así están llenas las cárceles, pero
hablamos de tu vecino, o de tu amigo, alguien que no ha matado aún,
pero que disfruta de matar en su mente. Hablamos, por ejemplo, de que
un amigo o amiga se sienta aliado con la enfermedad que se llevó a
mi papá. O las hordas que cuando creyeron que habían acabado con
Chávez en 2002 salieron a acabar con el chavismo. Pero cuando el
chavismo regresó, yo no vi hordas lléndose hacia el este de
Caracas a desquitarse, aunque en esas urbanizaciones ricas hicieron
todo lo posible por merecer su castigo, portándose como verdaderos
sociópatas las breves horas que duró el carmonazo.
La agresión que en días recientes
hicieron a un
adulto mayor en las cercanías de la embajada cubana y que gracias a
que fue grabada en video pudimos conocer en todo el país, es
apenas otra muestra más de esa lamentable y repulsiva actitud que
una parte de la derecha venezolana ha asumido contra sus
compatriotas, y lo peor es que es exaltada por los medios de
comunicación y, hasta donde sabemos, ignorada (léase consentida,
léase entonces alentada) por quienes debieran impedir este
comportamiento y/o castigarlo cuando surja. En este nuevo y
lamentable episodio, un señor mayor era acosado por una turba de
estos jóvenes neonazis y uno llegaba al punto de arrancarle de un
manotazo el marcapasos que llevaba en la cintura. Cuando digo
“neonazi” no es gratuito: ¿qué referencia histórica tenemos de
un grupo humano que se creyó con derecho a abusar y hasta exterminar
a los otros en virtud de su supuesta “superioridad”?
Tenemos pues un grupo social que
desconoce las normas no escritas de respeto y tolerancia, pero peor:
¡también desconoce las Leyes e Instituciones y hasta al Estado
mismo! Desde hace tiempo desconocen al Consejo Nacional Electoral
(sólo cuando pierden, eso sí), desconocieron la Constitución y a
todo el Estado en el golpe de Abril de 2002, desconocen al
Presidente, a las Leyes, y a nosotros los chavistas. Lo peor es que
en ese desconocimiento meten a todo el mundo, chavistas o no, y
recuerdo que cuando aquélla “ola de pánico” (otra
de las tantas que han inventado) sobre los colegios, cuando un
señor dijo que le parecía bien que regularan las matrículas porque
no todos podían pagarlas, entonces otros le gritaron “Bueno ¿y
por qué no te llevas tus hijos a Cuba?” Y lindezas por el estilo.
Sí, porque además, entre su interminable arsenal de odio ahora
añaden también la xenofobia: ahora todo lo cubano les espanta.
Insisto, su parecido con los nazis es cada vez más notable.
En este episodio queda claro otra de
sus más lamentables facetas: su absoluta falta de solidaridad. Yo no
puedo entender qué puede hacer que una gente de Cumbres de Curumo o
de La Trinidad se sienta amenazada porque la gente de San Agustín
del Sur tenga casa nueva, por ejemplo, o que todos puedan estudiar,
que haya menos pobreza, que la salud no sea sólo para algunos, etc.
Se llega al punto de negar cualquier aspecto positivo de este
gobierno, incluso los que verifican organismos como la UNESCO, CEPAL,
FAO, PNUD, etc. Y me refiero a que los niegan quienes pueden entender
lo que las cifras de estos organismos significan, gente que estudió,
que tienen títulos universitarios. Es decir que simplemente no les
da la gana de verlos. Así de simple.
Y otra de sus lamentables “cualidades”
es la absoluta incapacidad de hacerse responsables. Desde que Chávez
asumió su responsabilidad por el alzamiento del 92, hasta anteayer
que nicolás Maduro asumió la responsabilidad por no haber llevado
los controles adecuados en la asignación de divisas como uno de los
factores que originó la reciente reforma cambiaria, en el campo
opositor no ha habido que yo recuerde al menos ni una acción ni
remotamente similar. De hecho, perdieron las presidenciales por más
de doce puntos en octubre, y 20 de las 23 gobernaciones en diciembre
y nadie se ha hecho responsable de semejante debacle. Por el
contrario, ¡andan pegando lecos por ahí como si hubiesen ganado!
Todo ello me hace pensar que no están
bien de la azotea, y no es broma. No lo digo por los dirigentes, que
mediante esta maniobra se perpetúan en sus cargos y han hecho de ser
opositor un negocio rentable, vitalicio, y mucho más seguro que ser
gobierno, sino por la masa opositora.
Resumiendo, este sector de la oposición se comporta así:
- No atienden a normas de convivencia o respeto, como no sean las de su propia comunidad “privada” (como la mafia)
- No reconocen la autoridad del Estado ni los mecanismos democráticos para dirimir diferencias (las elecciones sólo las respetan cuando ganan, igual que las decisiones de los tribunales)
- Desprecian al “otro” y lo tildan de inferior, y como ellos son “superiores”, cualquier cosa que hagan está justificada
- Asimismo, para “defenderse” de lo que supuestamente los amenaza, se valen de cualquier arma en cualquier instancia, y luego se niegan a sumir ninguna responsabilidad por sus acciones. ¿Recuerdan que luego del golpe de 2002 nadie estaba allí, sino que todos estaban “comprando querosén”? ¿O el lamentable episodio del joven que fue asesinado por pretender construir su casa cerca de un sector de clase media en Valencia?
- Tienden a reunirse en hordas para realizar sus acciones, como los camisa marrones nazis, el KKK o la mafia: recordemos el asedio a la embajada de Cuba (en 2002 y otra vez ahora), el asalto a la residencia del Gobernador de Táchira durante el golpe, el intento de linchamiento a Rodríguez Chacín, etc.
- Absoluta incapacidad de tomar ninguna responsabilidad. ¿Quién asumió la responsabilidad del golpe de Estado de 2002? ¿O de abolir la Constitución y los poderes durante el mismo? ¿Quién asumió la responsabilidad por haber permitido que se asediara la embajada de Cuba y la dejaran sin agua ni electricidad? O por lo menos: ¿Quién asumió las monumentales derrotas electorales de octubre y diciembre de 2012?
Ahora lean esto:
- “La sociopatía, también conocida como trastorno de personalidad antisocial (TPA), es una patología de índole psíquico que deriva en que las personas que la padecen pierden la noción de la importancia de las normas sociales, como son las leyes y los derechos individuales”
- “Entre las características más comunes del TPA se encuentran la ausencia de empatía y remordimiento, también una visión de la autoestima distorsionada, una constante búsqueda de nuevas sensaciones (que pueden llegar a extremos insólitos), la deshumanización de la víctima o la falta de preocupación a las consecuencias. El egocentrismo, la megalomanía, la falta de responsabilidad, la extroversión, el exceso de hedonismo, altos niveles de impulsividad, o la motivación por experimentar sensaciones de control y poder también son muy comunes”
- La sociopatía es un trastorno mental donde el individuo es incapaz de responsabilizarse o de adaptarse a las reglas, normas o costumbres sociales que lo rodean. También se le conoce Como trastorno antisocial de la personalidad. Es cuando al individuo no le importan las personas que lo rodean, ya sean las que integran su comunidad, su familia e incluso la humanidad y otras formas de seres vivos, animales y plantas. o cuando no le importa o no puede detenerse de pisotear los derechos, garantías o prerrogativas ajenas, si con ello logra cumplir sus deseos.
Artículo sustraído de http://www.ejemplode.com/39-psicologia/2071-ejemplo_de_sociopatia.html Ejemplo de Sociopatía
- Alteración de la personalidad que se caracteriza por la ausencia de responsabilidad social y por una incapacidad para adaptarse a las normas éticas y sociales de la comunidad.
http://www.esacademic.com/dic.nsf/es_mediclopedia/50983/sociopat%C3%ADa
Lo que quiero decir con esto es que una cosa es tomar una posición política y otra es ser un sociópata, y que peligrosamente nos estamos acostumbrando a pensar que es normal que una parte de nuestra oposición tenga un comportamiento que clara y lamentablemente se puede definir como sociópata.
Este comportamiento no es genético o producto totalmente de las vivencias del individuo que manifiesta esta conducta. Yo creo que si bien puede haber una base en la personalidad de algunos que favorezca esta tara, sin duda los medios de comunicación como “Globovisión”, “El Nacional”, “El Universal”, “CNN”, etc., etc., con su habitual cantinela macartista, consumista, hedonista, xenófoba y definitivamente neonazi han hecho un daño posiblemente irreparable en una parte de nuestra población. Ahora, los medios de comunicación son los principales pero no únicos responsables. Los mensajes de incitación al odio, discriminatorios, supremacistas, xenófobos, etc., deben ser rechazados y combatidos cuando provengan de cualquier ámbito: centros de educación, autoridades eclesiásticas, políticas o empresariales, etc.
Debemos denunciar esta situación,
encararla, y sobre todo, hacer una gran campaña que deje al desnudo
la miseria y la podredumbre de la propaganda de odio que sectores
muy poderosos dentro y fuera del país hacen contra la Revolución en
Venezuela en particular pero contra toda la izquierda latinoamericana
en general. Ojalá el ya gastado llamado
del comunicólogo mexicano Fernando Buen Abad de crear una política
multinacional para hacer frente a este problema no haya sido
olvidado, porque ante el actual escenario de globalización es casi
nulo lo que un solo país pueda hacer al respecto.
No podemos permitir que se siga
promocionando el miedo, el odio, el egoísmo. Mirémonos en los
espejos de la Alemania Nazi, de la Chile de Allende y luego de
Pinochet, de la Colombia escindida y fraticida. Como dice Walter
Martínez todos los viernes en la noche en su programa “Dossier”,
en esta Tierra de Gracia conviven las tres grandes religiones del
mundo en sana paz como en ningún otro lado. Demostremos que amamos
ese símbolo de la convivencia en la diferencia.
No creo en las prohibiciones, y en este
tiempo es imposible impedirle a la gente que vea el contenido que
desee ver, pero sí podemos dejar claro, mediante regulaciones y
normas, que en nuestra sociedad no queremos ni vamos a permitir que
el odio irracional, el supremacismo y la xenofobia sean objeto de admiración, sino más bien de nuestra total y decidida repulsa.
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