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viernes, 10 de julio de 2015

Pedir la eliminación de los controles económicos en Venezuela es pedir que dinamiten una represa sabiendo que habrá innumerables víctimas

Cuando repites mucho una palabra a veces sucede que su significado se diluye. Las palabras capitalismo y socialismo han sido usadas como comodín para ensalzar o satanizar cualquier cosa según el punto de vista del observador. Por eso no está de más recordar el amor de Hugo Chávez por la palabra, el lenguaje, su uso y etimología. El capitalismo, anterior al orwellianismo que se impondría luego caracterizado por llamar a las cosas feas con nombres bonitos e incluso opuestos a su propia naturaleza (Mesa de Unidad Democrática, por ejemplo), quedó bautizado con ese nombre descarnado y descriptivo: capitalismo, porque se basa en la propiedad y acumulación privada del capital, de la riqueza. Como la riqueza no proviene de la nada, para acumularla hay que extraerla de un sitio y llevarla a otro. Este sistema ha evolucionado dentro de nuestro mundo globalizado y se ha convertido en un monstruo cuyo metabolismo acelerado amenaza con destruir al propio planeta por su desenfreno acumulativo, ya que no tiene ningún freno moral, ético o filosófico, porque el capitalismo no es una ideología sino un sistema de explotación como el feudalismo que lo antecedió. El capitalismo ha mutado y ha colado sus tentáculos en cada ranura de nuestras vidas, convirtiéndolo en el más eficaz depredador, una colosal aspiradora especializada en extraer la riqueza de los rincones más remotos y diminutos. Esos rincones acaban siendo nuestros pequeños pero numerosos bolsillos, y como solemos aferrarnos necia y desesperadamente a su contenido, la aspiradora del capitalismo asume una condición que los medios llaman "crisis" , con lo cual se pone en "turbo" para asegurarse que nos desprendamos de los pocos bienes que tengamos y quedemos completamente exprimidos y limpios. Lo aprendimos muy bien en América Latina tratando con el FMI y sus mandatos ejecutados por gobiernos títeres que provocaron la miseria general del pueblo que respondió con el "caracazo" que tanta amnesia produce en nuestra oposición, pero a pesar de los muertos y el hambre los "paquetazos" continuaron con Petkoff y el robo de las prestaciones y la privatización de lo poco que quedaba. Me resulta llamativo que tanto Teodoro Petkoff como Moisés Naím, ambos Ministros de la Miseria Popular a las órdenes del FMI en sus respectivos tiempos, hoy intentan lavarse la sangre de los pobres de la conciencia con los medios de comunicación (de la conciencia colectiva, porque ellos no creo que tengan esa "debilidad"), pero basta indagar en nuestras memorias o en las aterradoras cifras de pobreza registradas de Venezuela como resultado de sus nefastas gestiones para saber cómo se amasa la prosperidad en sus descalificadas ideologías.

Ayer como hoy, las "crisis" son síntomas de que la serpiente que nos traga crece y necesita mudar de piel, para lo que nos quita la nuestra. En las "crisis", la  "liberalización económica" se traduce en una mayor y más rápida transferencia de capital a los amos de siempre, como experimentan hoy con cruda agudeza en España o Grecia, pero en realidad en todo el "mundo libre" según las películas viejas de James Bond de la guerra fría en las que muchos parecen vivir aún, si bien la "prensa libre" suele rebajar el tono a las notas que reportan las escandalosas cifras de pobreza y desigualdad cuando provienen de países desarrollados no latinos como EE. UU., Reino Unido o Alemania. A pesar de que sus cifras sociales son una vergüenza, más aún luego de centurias de saquear pueblos extraños y al propio , sus políticos gobernantes insisten en que es el "socialismo venezolano" (que está por hacer, por cierto) el que ha fracasado. Es que son caraduras.

"Libertad", según FEDECAMARAS

El socialismo refleja en su nombre el ideal de que el sistema que estructure una sociedad no puede funcionar en contra de ella misma, que debe prevalecer el bien común sobre el privado y no que éste en manos de cada vez menos destruya el bienestar de millones, como sucede hoy en casi todo el mundo. No han sido sólo "radicales" como Hugo Chávez  (quien rescataba la etimología de la palabra, de "raíz") quienes alertaron sobre el absurdo físico, la completa inmoralidad y la insostenibilidad social de un modelo que pretende la infinita progresión ascendente de la desigualdad. Gente de la más encumbrada academia como Thomas Piketty o los premios Nobel de Economía Paul Krugman y sobre todo Joseph Stiglitz han señalado el aumento de la desigualdad social global en el capitalismo, lo han denunciado como algo dañino que debe ser evitado y se han opuesto a las políticas llamadas de "recortes" o "austeridad" que lo mantienen y agravan, apoyando además públicamente el reciente voto por el "NO" en el referendo griego. Así que la conservación y promoción del bienestar de la población no es sólo cosa de "socialistas trasnochados", sino de sentido común, de supervivencia social.



Aunque el mundo académico registra el avance de la desigualdad y pobreza en el mundo "desarrollado" del norte y de manera opuesta mejoras significativas (aunque claramente insuficientes) en los países del ALBA y de América Latina en la distribución del ingreso y el bienestar social, la información convertida en propaganda en poder de medios de comunicación y de quienes se benefician del modelo de acumulación de la riqueza han camuflado o invisibilizado estos dos hechos contrastantes, usando para ellos la magnificación de unos hechos y la minimización de otros. Por ejemplo, ha sido noticia de primera plana y de extensos reportajes en horario estelar durante meses las colas para comprar artículos de primera necesidad en Venezuela, pero similares colas en España no para comprar sino por caridad fueron completamente invisibles para los grandes medios, al igual que el reconocimiento de la FAO a Venezuela por su cumplimiento de los Objetivos del Milenio, siendo América Latina la primera y única región hasta ahora en lograrlo. Lo que me pareció peor fue la "desaparición" de la noticia de los miles de niños indígenas muertos por el hambre en la Guajira colombiana. Vale la pena imaginarse cuál habría sido la conducta de los medios su eso hubiese ocurrido en Venezuela, pero aún mejor pregunta es precisamente por qué eso no ocurre en Venezuela.

Reducción de la pobreza en Venezuela

La respuesta es precisamente el modelo que hemos elegido los venezolanos. Por un lado, tenemos control sobre nuestro recurso petrolero, sobre las divisas de ese ingreso, y la voluntad de convertirlo en bienestar para la mayoría. La mayor suma de felicidad posible, como es el hermoso mantra del chavismo bolivariano, que es evidentemente lo  opuesto a un sistema de acumulación de capital. Si comprendemos que el 95% de las divisas en Venezuela provienen de la exportación de hidrocarburos, entendemos que pedir que se libere la actividad cambiaria y la actividad económica es dar vía libre a la capitalización de las divisas por los grandes grupos económicos, a su fuga masiva y a la pauperización también veloz y masiva de la población al no contra con recursos para el mantenimiento de las políticas y programas sociales, lo que por cierto ya vivimos anteriormente en tiempos de la nefasta Cuarta República, lo que precisamente constituyó el génesis de la Revolución Bolivariana. Estaríamos hablando de una catástrofe social y humanitaria que haría ver al "caracazo" como algo insignificante. Supongo que en algunos casos es la ignorancia, en otros masoquismo o un sentido irreal de invulnerabilidad o supremacismo lo que hace que alguien apoye semejante disparate, y en algunos otros la codicia suficiente para sustentar el impulso criminal de provocar la desgracia ajena para lucrar de ella. Proponer la liberalización de la economía y la eliminación de los controles es el equivalente a proponer que dinamiten una represa cuyas aguas inundarían poblaciones enteras ahogando a miles. Sólo quien vive en terrenos altos o vende balsas podría beneficiarse de semejante calamidad, o quien piense que con el agua desbordada podría por fin hacer navegar el yate que tenía guardado aún entre quienes se ahogan para reírse de ellos. En cualquiera de los casos "liberalizar la economía" en Venezuela es una idea que refleja la insensibilidad demencial, irresponsabilidad, el egoísmo, la codicia criminal o la estupidez de sus proponentes.

A diferencia de los países "desarrollados", en Venezuela la crisis no equivale a expropiación del pueblo. A pesar de la drástica reducción del ingreso petrolero que constituye virtualmente la única fuente de ingresos del país en 60% de su valor de mercado, no se ha "compensado" privatizando la salud, la educación ni los servicios básicos como electricidad o comunicaciones, ni han perdido sus empleos, sus viviendas y su dignidad como pasa en EE. UU. o Europa. Pero lo único que nos separa de ese escenario de miseria generalizada es precisamente la Revolución Bolivariana.


No es de extrañar que sea justamente FEDECÁMARAS, la misma que generosamente donó al breve dictador Carmona en 2002, implicada en cuanto golpe y sabotaje contra el pueblo haya existido en Venezuela en los últimos 17 años y que se benefició durante generaciones de un Estado al servicio de los privilegiados del gran capital sin jamás producir una alternativa al rentismo petrolero, quien levante la bandera de este despropósito que yo personalmente califico como criminal de eliminar los controles y restablecer el libre cambio de divisas. Quien propone que rompan la represa es el que vive en lo alto y venderá bien caros los botes para los pocos que sobrevivan al cataclismo social que supondría el restablecimiento del Estado neoliberal en Venezuela.


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