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jueves, 3 de noviembre de 2011

El negocio de ser opositor en Venezuela

El negocio de ser de oposición en Venezuela


Ni siquiera el menos perspicaz o más obnubilado de los observadores de la pugna política que se vive en Venezuela desde la llegada del Presidente Chávez al poder podría negar que los grandes capitales y grupos influenciados por Washington han tomado el bando de la oposición al movimiento liderado por el comandante Bolivariano.


Esto ha sido evidente siempre, pero sobre todo durante el golpe de Estado de abril de 2002 y posteriormente durante las nacionalizaciones de grandes corporaciones que han incluido a la banca y también expropiaciones de tierras y medianas empresas. Al mismo tiempo y en combinación con estas acciones, se han desarrollado por parte del Estado venezolano una gran cantidad de regulaciones y leyes que restringen la acción empresarial con la intención de proteger al consumidor y usuario. Comprenden desde un control cambiario que regula el flujo de divisas y fija el precio de su intercambio, hasta leyes de tierras, leyes que penan la especulación, el acaparamiento o cualquier limitación de acceso a bienes y servicios; y la última que ha “gozado” del rechazo de la oposición venezolana, una que regula el mercado inmobiliario, pasando entretanto por un largo etcétera de leyes que controlan el comercio y los negocios en casi todos los ámbitos. Esta situación está en clara contraposición a lo que Washington y sus amigos consideran un “clima favorable para los negocios” y con ese sacrosanto principio que les es tan caro como el llamado “libre mercado”. Pero además, este ambiente contrasta con el predominante en el país hace apenas poco más de una década, cuando bajo el gobierno del presidente Rafael Caldera, predecesor de Chávez en el cargo, se llevaba a cabo una política de “ajustes” muy afín al FMI, dirigida entonces por el “izquierdista” Teodoro Petkoff, quien aún vive y es uno de los más mediáticos opositores de Chávez. Como todo “programa de ajustes” a los únicos que ajustan es a los trabajadores, y una de las medidas del entonces ministro Petkoff fue eliminar la retroactividad de las prestaciones sociales, desmejorando sus condiciones y abaratando el despido, ahorrándole millones de dólares a las corporaciones a expensas de los más pobres. No sé como ni él ni nadie puede sorprenderse de que haya llegado al poder un movimiento como el de Chávez, si hicieron todo lo posible por impulsarlo con medidas que acorralaban a la población trabajadora, que veía a la empresa como su enemigo. El caso es que las “sugerencias”del FMI eran tomadas como órdenes por el “gobierno” de Caldera - Petkoff, así como las demandas de FEDECAMARAS, la agrupación empresarial que aliada con la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), quienes hacían causa común en el programa de “ajustes por el bien de la población”. Por supuesto, hacía mucho tiempo que la dirigencia de la CTV estaba tomada por supuestos sindicatos que no eran sino mafias de tráfico de influencias y negocios, con lo que estaba la mesa servida para cualquier requerimiento del sector corporativo privado. La llegada de Chávez al poder supone un traumático cambio para estas estructuras, que se traduce simplemente en “ya no somos la Ley”. La pugna, como es conocido por todos, llegó al borde de la guerra civil, alcanzando su clímax durante el golpe de Estado de 2002 y el sabotaje a la industria petrolera y paro empresarial llevados a cabo ese año y principios del siguiente. Ante el fracaso de esas operaciones, la pelea, que continúa, se lleva por otros medios. Mejor dicho, sobre todo POR los medios.


Para intentar revertir, o debo decir más exactamente, subvertir el gobierno de Chávez, que goza aún de amplio apoyo popular, hace falta mucho dinero. Pero, ¡qué coincidencia! esto es precisamente lo que tienen en grandes cantidades sus adversarios, incluyendo al que tiene la maquinita de imprimir dólares, la Casa Blanca.

Así, han puesto en juego mucho, pero muchísimo dinero para sacar del juego a los bolivarianos. Parte de esta movida se conoce gracias al trabajo de hormiguita de la investigadora Eva Golinger, sobre todo en la parte que concierne al financiamiento del gobierno de los Estados Unidos a los factores opositores en Venezuela más o menos bajo cuerda. Pero hay un verdadero manantial de billete que corre de las empresas nacionales y foráneas que mantienen viva la esperanza de que vuelva el “clima favorable a los negocios”.

No es casual, por supuesto, que los dueños del canal opositor Globovisión sean a su vez dueños de bancos e innumerables empresas, y uno de ellos lleva un apellido vinculado por siglos a la clase dominante venezolana. (Por cierto, ¿cuántos canales de oposición hay en un país cuyas leyes privilegian las corporaciones y el “libre mercado”? No he sabido de ninguno). Pero a su vez este canal se beneficia de la publicidad que insertan en él otras empresas más interesadas en mantener un medio de manipulación de masas que publicitar sus productos. por ello vemos en este canal empresas cuyos accionistas y directivos están vinculados más o menos visiblemente al antichavismo más radical.


Otro eslabón en la cadena lo forman las empresas de publicidad, que a su vez viven del dinero que estas empresas aflojan, y que deben mercadear y publicitar más que productos, toda la “filosofía” del “libre mercado”, del culto a las marcas y al consumir como una manera de ser. En su beneficio debo decir que para ser un trabajo tan difícil como “vender” algo tan injusto e inhumano como el capitalismo, no lo han hecho nada mal, considerando el 40% de compatriotas venezolanos que votan contra Chávez en cada elección, así signifique apoyar una vuelta a un sistema de cosas que sin duda empeoraría la situación de la mayoría de ellos, ya que con cierta seguridad podemos suponer que el 40% de los venezolanos no son directivos de corporaciones o grandes accionistas, pero piensan como si lo fueran o estuvieran “a punto” de serlo si no fuera porque el “tirano Chávez” se los impide. El éxito del marketing opositor es tal que en días recientes los políticos vinculados a ella y agrupados en una organización llamada “Mesa de Unidad Democrática” (por aquél principio de Washington de asociar la palabra “democracia” a cualquier sistema donde domine el dólar) han lanzado una rifa para que los militontos, perdón, militantes opositores los “ayuden” a financiarse, a pesar de que no sólo como he mencionado en la oposición venezolana participan los más grandes capitales del país y de ñapa reciben financiamiento de Washington, sino que los propios candidatos están forrados en billete por pertenecer a familias “de dinero”, como María Corina Machado o Henrique Capriles Radonski. Así, al mejor estilo de la “ política de ajuste” el pobre tonto sale en “auxilio” de los más ricos.


Sería muy interesante que alguien se dedicara a desmontar el entramado del flujo de caja opositor, cómo se financian los medios de comunicación (prácticamente todos en la más radical y desvergonzada oposición política), las empresas de publicidad, etc.: el dinero que las corporaciones destinan a la publicidad en Venezuela es parte de lo que en Estados Unidos llamarían hacer lobby: una apuesta política, más que propiamente publicitaria. Por ese camino vemos lo que se llama en los medios “anclas” y locutoras que aterrorizan con voces crispadas a sus audiencias con que la llegada del comunismo les va a confiscar hasta las hormonas, pero en décimas de segundo cambian el tono y dicen “Ahora, un poco de publicidad. En el “Spa Culo Alto” podrás experimentar como se vive verdaderamente a cuerpo de Rey...” o cosas así, y si alguna vez porque te perdiste o por un compromiso incidental te cruzas con uno de estos seres, te darás cuenta de que probablemente lamentarían menos que llegue el “comunismo” a que llegue un gobierno neoliberal nuevamente al poder porque vender el terror es un tremendo negocio: son los bufones de la corte empresarial, y son sus parásitos, su principal “activo” es venderse como antichavistas: garantiza caña, chamba y a veces algunos extras. Los más especializados son los “onegistas”: fundas una ONG para oponerte a tal o cual cosa del “rrrégimennn chavista”, la registras, pones un par de escritorios, una secretaria y comienzas a “pasar raqueta” por las oficinas de Relaciones Públicas de las empresas, y eventualmente, esperas tu toque publicitario al ser invitado a un programa de entrevistas en calidad de “experto” y digas que Venezuela está “en camino” a la dictadura y es un peligro para el “mundo libre”. Mientras más macarthista y guerra fría suene, mejor. Es posible que ya eso te dé los galones para esperar tu financiamiento del Departamento de Estado de Estados Unidos a través de la USAID o una de esas agencias que “ayudan a las democracias allí donde están en peligro”, como la CIA. ¡Tan buenos los EEUU, y tan generosos! Evidentemente, lo peor que les puede pasar a estos individuos es que en efecto caiga Chávez. ¡Entonces probablemente tendrían que hasta trabajar!


Un poco en broma y bastante en serio, estoy convencido de que para bastantes “líderes” y organizaciones de oposición sería una tragedia que el gobierno de Chávez llegara a su fin, ya que se consiguen muchas “bequitas” y no poco estatus ser un reconocido opositor al “rrégimennn”.


Lo malo es que, muy lamentablemente, ellos no tienen el monopolio de los inmorales: otra tanta cantidad de “chavistas” lo son mientras eso les signifique prebendas y oportunidad de negocios y, de manera simétrica, las constantes amenazas de una oposición descentrada y trasnacionalizada les sirven de coartada perfecta para aparentar un “patriotismo” bajo el cual ocultar su verdadero amor: el billete, con lo que hacen causa común con los antichavistas profesionales. Dicho sea de paso, no dudo que existen quienes se oponen a Chávez de manera legítima, quiero decir, con algunos argumentos que puedan ser considerados válidos alejados de los clichés (“no hay libertad”, “esto es un comunismo”, etc.). Pero si son gente pobre o de clase media y se alían con quienes nunca les ha interesado su bienestar sino cuánto se les puede sacar y se han aprovechado toda la vida de ellos, no lo puedo entender. Comprendo las razones de una María Corina Machado o de un Zuloaga para adversar a Chávez, porque son intereses contrapuestos, aunque sus argumentos sean incomprensibles. Pero que un “Pedro González”, un hijo de vecino salga a rasgarse las vestiduras porque multan a un acaparador y exige al Estado que deje que un empresario inescrupuloso lo robe, excede mi capacidad de comprensión.


Por eso, al mismo tiempo que desenmascaramos la propaganda lavacerebros y sus mecanismos de financiamiento, debemos permitir que se establezca la evidente imposibilidad de que una sociedad ni el planeta puedan tolerar un sistema tan inmoral y depredador como el capitalismo, tenemos que descubrir también a los traficantes de negocios, a los “rojos de oficio” quienes en nombre del socialismo practican el más mafioso capitalismo. Para eso no hay otro camino que no sea que haya cada vez más poder para la gente, para las comunidades, y menos para macoyas, corporativas o políticas de cualquier signo.


Y, sobre todo, denunciar, escribir, argumentar. El campo de batalla ya no son los campos de plátano, o las fábricas; son las mentes. Tenemos que deconstruir por un lado la “filosofía” del “ciudadano - consumidor”, del “ individuo – marca”, del que cree que los intereses de Obama y los de Bill Gates son los suyos y consolidar la verdadera filosofía de la vida, la convivencia y el respeto que, como diría Fidel, llamamos socialismo, pero que podrías llamar cristianismo, bolvarianismo, etc., o como sea: una idea tan libre que no la puedes encerrar en jaulas de palabras. Como dicen que dice un proverbio chino, la más larga marcha comienza con sólo un paso. Pa'lante que el camino es culebrero.


Christian van der Dys

Valencia, 3 de noviembre de 2011


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