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jueves, 25 de octubre de 2012

El éxito de la reducción de la pobreza puede ser un fracaso socialista

"La mayor parte de los fracasos nos vienen por querer adelantar la hora de los éxitos." Amado Nervo

Lo que ganamos fue la guerra. La Revolución ahora es que empezamos a hacerla”. (O algo así)
Ernesto Ché Guevara (Benicio del Toro) en el “Che” de Soderbergh .

Otra victoria como esta y tendré que regresar a Epiro solo” Pirro de Epiro

Los Revolucionarios parecen tan centrados en pensar en la batalla, que se olvidan de planificar para las victorias. El primer “pitazo” de lo que podríamos llamar el “síndrome de Pirro” vino con la debacle eléctrica. Se trabajó tan duro para sacar a millones de venezolanos de la miseria, que no se pensó en absoluto de las muchas consecuencias de ello. La reducción de la pobreza general de un 49% en 1998 a 26,5% en 2011 ( cifras del INE), provocó un aumento del consumo eléctrico que fue descrito así por el Ministro de Energía Eléctrica Héctor Navarrro:

Las estadísticas manejadas por el despacho eléctrico, reflejan que para 1990, la demanda máxima absoluta de Venezuela se situó en 7.959 MW, para 1999 se ubicó en 11.230 MW, mientras que en 2011 cerró en 17.157 MW, teniendo un pico de 17.551 MW.
Para 2012 se prevé una demanda proyectada de 18.603 MW, lo que sugiere un crecimiento interanual de 8,3% con respecto a la alcanzada el año pasado (17.157 MW).
Por su parte, la estimación de consumo eléctrico pasó de 1,4 kilovatios (Kw) por vivienda en la década anterior, a 4 kilovatios por hogar en la actualidad.
"Antes, la gente tenía una nevera, a veces un televisor, había mucha precariedad. Hoy en día no es así, la gente cuenta además con aires acondicionados y calentador", agregó Navarro.
Al respecto, indicó que con el objeto de hacer frente al incremento del consumo eléctrico que supondrán los proyectos de construcción de nuevas viviendas y desarrollo socio económico, que prevé implementar el Ejecutivo para los próximos 6 años, la capacidad instalada del SEN para el 2018 se incrementará hasta 40.000 MW. ( AVN )
Así, el incremento explosivo en el consumo eléctrico nos agarró “con los pantalones abajo” gracias a nuestra negligente planificación, y desde el 2009 hasta hoy la situación no se ha resuelto del todo, lo que casi nos cuesta perder las elecciones de la Asamblea Nacional del 2010 y sin duda tuvo un costo que pagamos en las recientes elecciones presidenciales de octubre de 2012, porque por muy chavista que seas, ¿a quién no le “saca la piedra” un apagón imprevisto de horas que te deja sin agua, aire acondicionado, sin luz, ni televisión o computadora y que puede dañar tus electrodomésticos o tener consecuencias más graves en el tránsito, hospitales, etc.? ¡Y esto ya lleva ya 3 años! Es increíble que hayamos ganado las elecciones. Ese es un buen ejemplo de cómo el triunfo puede llevarnos al fracaso: el éxito en sacar a la gente de la pobreza se convierte en catástrofe si no se planifica lo que eso puede significar y cómo afrontarlo oportunamente.

El segundo “pitazo” viene con las elecciones presidenciales de 2012. La abrupta disminución de la brecha entre el chavismo y el bloque opositor de un 26 a un 12% en seis años, requiere una lectura menos triunfalista y simplista que una “victoria perfecta”, como bien ha dicho el profesor Vladimir Acosta. En mi criterio, aparte de las fallas obvias en la gestión (como la que mencioné en el sector eléctrico), la burocracia, la ineficiencia y otras formas de corrupción y negligencia, hay un factor que muy pocos han tomado en cuenta: ¿cómo incide la reducción de la pobreza en la motivación política del venezolano? Me explico: he conocido mucha gente a lo largo de mi vida que cuando viven en épocas de prosperidad son tan neoliberales como Maria Corina, pero cuando están pelando son como Mario Silva. Es por todos sabido que la fortaleza de Chávez está en los sectores más empobrecidos de nuestra población, entonces es imprescindible preguntarse qué va a pasar ahora que, gracias al éxito de la gestión Revolucionaria ese sector ya no será el mayoritario en nuestra sociedad. Peor aún: le damos a la gente mejor calidad de vida, mejores ingresos, una casa digna, estudios... para que se convierta en otro “zombie” del consumismo. Les enseñamos que el bienestar está en tener cosas, exactamente como en el capitalismo neoliberal. Entonces ¿cómo nos puede sorprender que “casualmente” mientras disminuye la desigualdad social asimismo disminuya la brecha numérica entre el socialismo y la derecha?

Ya lo he dicho antes: el vacío que dejamos lo llena el marketing del capitalismo. En cualquier pueblo del interior la mayor holgura financiera que tienen las familias gracias a los programas sociales de la Revolución se los quedan mayormente los buhoneros que venden ropa y zapatos “de marca”, las licorerías y Direct TV. De la misma manera que el muchacho que sale de su pueblo natal y entra a la universidad en una gran ciudad sufre una transformación, igual pasa con quienes dejan la miseria y comienzan a tener una vida diferente, con futuro. Si no está claro de dónde viene su bienestar y de su responsabilidad con la sociedad, pasarán a formar parte del ejército de alienados que creen que vivir es consumir y ser es tener. Y la culpa no sería sólo de ellos. Parafraseando a Chávez, si fabricamos individuos-islas y los echamos al mar del capitalismo, se los tragará ese mar. Tenemos que crear comunidades de individuos interconectados y conectadas a su vez con procesos productivos capaces de generar bienestar social y felicidad individual. Una comunidad conciente de su responsabilidad social y que tiene bienestar y es feliz porque permite la realización del ser humano a través del ser, del amar, aprender, del ser útil, del equilibrio armónico entre sus componentes y la naturaleza: eso es socialismo (o una visión de), esa es la “vacuna” contra el virus del egoísmo inmediatista, de la frenética codicia suicida que propone el modelo capitalista. Por ello Chávez se gasta la voz exhortando, exigiendo proyectos integradores, que no se construyas casas, o fábricas o escuelas, sino que se siembre socialismo, que se “sirva la mesa” para que mediante las tan luchadas leyes del poder popular y las ciclópeas y multimillonarias obras de infraestructura se integren lo físico con lo organizativo y produzcan una comunidad “espiritual”, por decirlo de algún modo. Al menos así lo entiendo yo, porque sólo el ideal socialista, basado en prncipios morales y éticos y no en la mera satisfacción de necesidades servirá a los objetivos superiores de producir sociedades prósperas, justas, felices y en un planeta que pueda ser habitado por muchos siglos conservando su riqueza natural. Como ha dejado claro Chávez un sus sencillas pero iluminadoras explicaciones, si se entregan obras en vez de proyectos integradores que liberen, lejos de ser un factor de verdadero progreso social, lo que hacen en cambio es aumentar la brecha de desigualdades. Es que no acabamos de entender que no se trata de entregar computadoras, carros, lavadoras, tractores o casas: se trata de cambiar las relaciones económicas, sociales, culturales, etc. que reproducen el modelo de explotación y acumulación capitalista. Si introducimos más “bienes” pero dejamos la misma estructura de relaciones, lo que estamos haciendo es alimentando al virus, y evidentemente en eso no hay ninguna Revolución. Y generalmente eso es lo que hemos estado haciendo, lamentablemente. Como conquistadores españoles con los aborígenes, decimos que venimos a liberar pero lo que hacemos es fortalecer aún más los mecanismos de dominación y dependencia y de penetración de los antivalores del consumismo y el egoísmo, si no se cambia la estructura de relaciones sociales y de valores económico culturales. Por ejemplo, un “Hiper Bicentenario” se convierte en un templo de consumo visitado y aprovechado principalmente por la rancia derecha, donde incluso va con su carrote el tipo que se compra 20 kilos de carne regulada y se lo lleva a la bodega del barrio o del pueblo donde la vende al triple o más de lo que le costó, porque en el barrio no hay otra cosa cerca; además la gente en vez de verlo como una solución revolucionaria para quebrar monopolios, dar seguridad alimentaria y llevar bienes a menor costo al pueblo, lo ve como un Sambil de caricatura. O como en uno de los ejemplos de Chávez, la gran carretera construida por el Gobierno Revolucionario a un multimillonario costo sirve para que los grandes ganaderos y agricultores bajen sus costos de transporte, mientras a sus orillas crecen los ranchos, si no se cambian las estructuras y relaciones preexistentes a profundidad. Y asi sucesivamente.

Si la motivación de votar por Chávez, el socialismo o la izquierda es un asunto de motivación meramente egoísta, referente a mi propio bienestar en el sentido que voto por la izquierda si me considero pobre pero voto por la derecha si soy “clase media”, el asunto se complicará en algún momento, ya que la sociedad tenderá a encontrar un punto de equilibrio, al ser menor la urgencia y la fuerza de la necesidad de cambios frente a una tendencia creciente (conservadora, reaccionaria) que diga que “ya está bien” o incluso “retrocedamos un poco que nos pasamos”. Esto nada tiene que ver con los escenarios de “con hambre y desempleo con Chávez me resteo”, en los que la mayoría del pueblo decidió sacrificar su bienestar inmediato y afrontar con una valentía y determinación que resultaron invencibles situaciones como el Golpe de 2002 o el Golpe Petrolero, porque consideraba que había un bien mayor que era el triunfo de la Revolución.

Aparte del desgaste de la gestión, se ha atribuido el descenso de la brecha chavismo-oposición a que la derecha supo mimetizarse con las consignas socialistas, adoptando incluso sus medidas como las Misiones dentro de su proyecto, al menos en apariencia. Pero podríamos preguntarnos si además no ha pasado el proceso inverso, que nos estamos pareciendo mucho a ellos, en la corrupción, en la postergación eterna en la promesa de transferir de verdad el poder al pueblo, en la confusión de los medios con los fines, en preocuparnos más de las ganar elecciones que poder para el pueblo, en hacer creer que el bienestar es tener y tener es ser, que si no tengo mi carro o mi computadora o mi casa el gobierno es una mierda y tranco la calle y la autopista y me voy a Globovisión, o que en vez de demostrar nuestra superioridad argumental en el debate político recurrimos a un arsenal de chismes circunstanciales, y un infinito etc., etc.

Yo, como creo que mis motivos personales, así como los de la mayoría de quienes seguimos este camino ideológico son mucho más profundos que resolver nuestro bienestar inmediato (aunque sin duda ayuda bastante) sea la medida de nuestra creencia en la Revolución, creo que l as recientes declaraciones y críticas que hizo Chávez al proceso tienen una clave para enderezar el asunto. Si no se concreta la toma de poder por parte del pueblo, si no activamos las comunas, si el socialismo no se convierte en parte de nuestra vida cotidiana, si no logramos cambiar la estructura de relaciones que somete la voluntad popular al poder del capital, entonces estamos jodidos. La Revolución se convierte en algo meramente reivindicativo, que al alcanzar un “consenso de mínimos” se le acabará el combustible. Como digo, yo no creo esto, pero es evidente que no hemos hecho bien muchas cosas, y que la derecha ha capitalizado (a propósito la palabrita) nuestras falencias.
Educación, coherencia, ejemplo, responsabilidad, humildad, resolución, integración, entrega, autocrítica y conciencia son algunas de las palabras clave en la solución de este nuevo desafío, más profundo y menos obvio que nos toca resolver, más allá de redistribuir la riqueza con mayor equidad, de crear nuestro socialismo. Porque la disminución de la pobreza y la desigualdad, si bien es sin duda un gran éxito, es una victoria parcial, es apenas un punto de partida para, ahora sí, comenzar a construir la Revolución, como diría el Che.

Para la conciencia, les pido que sigan el vínculo y vean a Chávez y sus reflexiones y llamado de atención a sus ministros durante el Consejo de Ministros del sábado 20 de octubre de 2012, el primero luego de ser reelecto el día 7.





miércoles, 24 de octubre de 2012

Misión Nueva Realidad Comunicacional

“A quién le vas a creer, a mí o a tus propios ojos?” Groucho Marx, creo que en “Sopa de Ganso”.

“La realidad es eso que sigue estando aún cuando yo ya he dejado de creer en ella” Philip K. Dick, escritor estadounidense

“Las peores guerras son las guerras del pensamiento” Algys Budrys

“La política es la guerra por los medios” Clausewitz adulterado.

La realidad es una convención, entendiendo convención como dice el RAE:
- convención:
(Del lat.conventĭo, -ōnis).
Y otras dos que de momento no nos interesan. Si crees que exagero, ve y pregúntale a un chavista cual es “la realidad del país”, y luego haz la misma pregunta a un antichavista. ¿Viste? Ok, continuemos.

El habitante de una comunidad pequeña, rural o poco urbanizada percibe la realidad a través de sus sentidos y la interpreta de acuerdo a los códigos que le transmiten sus parientes, amigos y vecinos: lo que puede significar que si el atardecer es anaranjado quizá podamos sembrar hoy, o si es malo comer la cabeza de “soapara”, las tradiciones, historias, costumbres, etc. El arrollador advenimiento del urbanismo individualizante y de la vida “moderna”, en la que las personas abandonan el núcleo familiar para estudiar a veces a miles de kilómetros de su lugar de origen, para luego realizar tareas que probablemente nunca había visto hacer a nadie de su antigua comunidad, indudablemente crean una ruptura. Su antigua comunidad es sustituida por otra de indivduos que comparten intereses distintos a los de las comunidades de donde provienen, creando una nueva escala de valores y metas. El joven campesino se conviertió en doctor en medicina, que se reúne con sus colegas para formar una clínica, el hijo del comerciante se hace ingeniero y comienza a trabajar en una trasnacional petrolera, etc. En la gigantesca aglomeración urbana y en medio de interminables jornadas laborales, nuestra información relevante ya no proviene directamente de nuestros sentidos: no nos interesa si el atardecer anaranjado presagia lluvia porque ya no dependemos del cultivo sino de que mi carro funcione bien para llegar al consultorio o tener la ropa adecuada para mi labor, etc. Mi información relevante, que me dice cómo debo vestir, hablar, qué carro usar, cómo pertenecer a este ambiente ya no nos la dicen nuestros padres o abuelos, sino los medios de comunicación. A su vez, es imposible que en una ciudad grande pueda mantenerme al tanto de lo que pasa, de lo que dice por ejemplo su alcalde, o de las cosas que acontecen si no es por los medios de comunicación. Estos medios son una extensión de los ojos y oídos, si ellos no me cuentan algo, yo no lo puedo saber por mí mismo. Si tomasen una rosa roja, pero la imagen que ellos me transmitieran por error o intencionalmente fuese cambiada a azul, yo juraré sobre mil biblias que el objeto en cuestión era azul, porque en MI percepción LO ES. Un medio de comunicación que distorsiona más allá de un punto “razonable” produce el mismo efecto de una mente intoxicada por las drogas o que padece esquizofrenia u otra patología: percibe una “realidad” diferente, distorsionada. En una era en que millones de personas dependen de los medios de comunicación para estar informados, no pedirles algún grado de objetividad equivale a que alguien vierta un millón de litros de LSD, un virus o algo por el estilo en el agua que beberán los habitantes de una ciudad. Algo así sería un acto criminal, así como negligencia criminal permitirlo. Básicamente, esa es la situación que tenemos ahora: hay millones de personas en nuestro país y en el mundo consumiendo información falsa o distorsionada que altera su percepción de la realidad. Para volver al símil, no basta con darles un antídoto: hay que purificar el agua e impedir que la contaminen más. De igual modo, no vale nada tener una continua campaña de desmentidos: tenemos que, por un lado, impedir que sigan impunemente difundiendo mentiras y muchas veces terror para generar odio; y por otro sacar a relucir una realidad más cercana a lo que podamos convenir (nuevamente el término) como objetiva, o al menos veraz e imparcial como exige nuestra Constitución . Hay leyes para lo primero que no hacemos cumplir por una mezcla de negligencia y blandenguería, pero en este análisis queda claro que es un problema de salud pública y de seguridad nacional. No pueden seguir inyectando terror y odio impunemente en la gente para que protejan los intereses de los dueños de los medios y de sus titiriteros. Para lo segundo, quienes han tenido en sus manos la comuncación en la Revolución se han dedicado a producir antídotos como “La Hojilla” o “Cayendo y corriendo”, que por supuesto tienen sus méritos, pero está claro que si por un lado no impedimos que la gente se intoxique y por otro el intoxicado no se quiere curar, tenemos perdida la batalla antes de comenzar. El opositor al socialismo, a menos que sea el dueño de una gran empresa, no debe ser visto como “enemigo” o “adversario”: es más bien una víctima de la intoxicación de decenios de propaganda, de alimentarse por años de ese pienso barato que se distribuye en forma de periódico, revista, o “programación de TV”, que lo ha acompañado mientras cena, se toma una cerveza, está manejando o va al baño, y que lo convierte en un borrego que puede ser convenientemente esquilado (lo llaman “austeridad”, “recortes” o “ compras navideñas”) o sacrificado (“hay que ir a matar terroristas para defender a tu patria”) cuando se necesite.

Por ello no basta con responder a los infundios mediáticos de la maquinaria adversaria: se trata de crear una comunicación con la suficiente planificación y poder para convertirse en una nueva convención mayoritaria. En mi modesto criterio, el remedio más grande será crear una visión nuestra pero de todos, unificadora, honesta, contrastable con hechos objetivos, positiva y constructiva. A ver, me explico más despacito. Si tu tienes como yo amigos e incluso familiares en la derecha, sabes que ellos también aman a sus hijos, a su país, son trabajadores, la mayoría honestos, etc. No en la totalidad de los casos, pero seguro que en la mayoría es así. Entonces podríamos decir que compartimos principios, aunque diferimos en las percepciones de cómo interactúan esos principios con nuestras divergentes realidades. Pero ya tenemos un punto de partida: si no encontramos un punto en común, no nos escucharán, y si no nos escuchan, seguimos en lo mismo, predicando entre conversos. Un vendedor hábil con un buen producto que sólo tiene que vender una vez a cada quien sabe que no puede haber venta si primero el cliente no le escucha. El socialismo es el mejor “producto” del mundo, lo que pasa es que hemos sido muy malos vendedores por un lado, y por otro nos llevan cien años de mala publicidad de delantera. Si mentimos, la “venta” se nos “caerá”: tendremos “ devoluciones”, y el “cliente” no querrá saber nunca más de nosotros: hay que ser honesto en la comunicación, no crear expectativas falsas. Así que ya sabemos que podemos crear una visión revolucionaria pero en la que todos (o al menos una significativa mayoría) se puedan sentir incluidos (nuestra pero de todos, unificadora), honesta porque incluye no sólo el bien que hacemos sino lo bien que rectificamos el mal que podamos hacer, contrastable con hechos objetivos (erradicación del analfabetismo, aumento del IDH, reducción de la pobreza, desiguadad, índice de subnutrición, etc.), positiva (Chávez ha incluido un elemento mágico en la ecuación del socialismo bolivariano: la felicidad) y constructiva (avanzar hacia el desarrollo en igualdad social y equilibrio natural). Por supuesto, el arte no puede quedar apartado de esto. Vamos por un camino correcto en principio con canales de TV propios como Vive, TVES o el esfuerzo de “La Villa del Cine”. Hay más socialismo en diez minutos de Chaplin que en los tres tomos de “El Capital” (vamos, excomúlguenme). Por ello no podemos descuidar al cultivo del arte y el entretenimiento, siempre y cuando no lo usemos por ejemplo para remedar de manera ridícula y caricaturesca las películas de Hollywood o que nuestros medios imiten a los canales de cable cada vez más sensacionalistas en su despiadada competencia.

Chávez ha sido un maestro en comunicación: es un orador magnético que ha sabido hacerse escuchar y transmitir sus ideas con honestidad y pasión. Pero debemos darnos cuenta de que hay una inmensa multitud de personas cuyas percepciones y condicionamientos a los que me referí antes hacen imposible que acepten a Chávez y su propuesta porque es mestizo, o porque es del interior, o porque es militar o porque no les gusta cómo canta: vamos a comenzar porque nos escuchen, y luego podremos decirles por qué el socialismo. Tenemos primero que encontrar cómo hacernos escuchar para desactivar esos terribles condicionamientos al odio y la discriminación. Tenemos primero que desactivar la espoleta del odio para poder ser escuchados.
Un gran punto de avance en este sentido lo hemos visto en la reciente campaña presidencial: para obtener votos, la derecha tuvo que aceptar la validez de propuestas indudablemente socialistas, e incluso más: adoptar como propias las Misiones, la salud y educación para todos, etc. Era casi un chavismo sin chávez lo que al final proponía (de boca para afuera, claro está) el candidato Capriles. Así que no estoy tan desencaminado en mis razonamientos de que compartimos con la oposición de base más de lo que ella creía.
-Hay que comprender que hay compatriotas que se han criado viendo TV, oyendo radio, viendo el cine y leyendo diarios y revistas que le han dicho por décadas que el socialismo es gris, que esclaviza, que es la anulación del individuo. Y por otro lado le han dicho que para ser hay que tener, que para tener hay que prevalecer en un mundo desigual en el que hay perdedores y ganadores y ya sabes de qué lado quieres estar. Y para saber qué hay que tener debes ver en la TV o las revistas qué usan tus “ídolos” deportivos, estrellas de rock o el deporte, o viajar a esos lugares y ver a esa gente chévere, etc. Ellos no te mienten cuando te dijeron que te sentirías bien comprándote tal perfume, teléfono o carro. ¿Por qué te van a mentir cuando te dicen que Chávez es un dictador comunista que te va a quitar todo lo que te gusta? Y así por el estilo. Es una “Matrix” muy convincente, en verdad, y para desmontarla hace falta mucho más que una “Hojilla”. Hay que desaprender y aprender. Pero antes nos deben escuchar.

Para esta nueva visión, entonces:

-No podemos esperar que escuchen a Chávez o a Mario Silva quienes tienen 14 años rechazándolos. Debemos encontrar puntos en común e interlocutores o “mediums” que puedan ser escuchados por quienes piensan diferente. Éstos “mediums” no tienen que ser personas: pueden ser actividades, como lo saben muy bien los evangelizadores cristianos o los embajadores gringos, después de todo algunas cosas se pueden aprender de ellos. Tenemos que romper el muro de “nosotros y ellos”. Los venezolanos, así como los latinoamericanos en general, tenemos una enorme facilidad para encontrar vínculos: tenemos historia, idioma, fauna, geografía, cultura, etc., que nos facilita mucho el asunto. A través de estos puntos en común podemos crear los espacios necesarios para la comunicación efectiva.
-No es decirles que esta Revolución los incluye: es que lo sientan. Yo creo que una gigantesca oportunidad se nos avecina con el reciente exhorto de Chávez a crear de verdad el Estado Comunal. Ahí en cortico, los propios intoxicados podrán participar de la propuesta socialista, hacerla real, podrán crear bienestar a través de unaccionar socialista casi sin darse cuenta, de la misma manera que quienes vivimos no estamos todo el tiempo conscientes de nuestra respiración. Un centro de rehabilitación para intoxicados por el capitalismo, digamos. Evidentemente esto no será así siempre, pero espero que sí la mayoría de las veces, porque como ya lo advirtió Fidel hace años, “aquí no hay 4 millones de oligarcas”. Tengo mucha esperanza en que la realización de las Comunas llevará aparejada un aumento de nuestro bienestar y de la comprensión de la bondad de la propuesta socialista de Chávez. Por eso supongo que tiene tanta oposición e incomprensión, incluso desde algunos sectores del “chavismo” alérgicos al poder popular.

-La propaganda reaccionaria ha hecho un gran trabajo disociando al Gobierno Socialista de sus beneficios: mucha gente en realidad cree que pudieran existir las Misiones, protecciones hipotecarias, banca pública, educación universitaria gratuita, Seguridad Social Universal o cualquier beneficio social en un gobierno no socialista. La comunicación de la Revolución se ha ocupado más en publicitar lo que no somos o hacemos que lo que queremos y hacemos realmente.

-Tenemos que ser implacables con los burócratas y negligentes. Es frustrante ver cómo algunos medios estatales sólo hablan del gobierno cantando loas y alabanzas, mientras se nos va la luz o el transporte público es catastrófico, etc., y no puedes hacer una denuncia porque no te hacen caso. Para ver una denuncia no puede ser que tengas que poner Globovisión. Es un “autosuicidio”, como diría CAP. Debe no sólo darse cabida a la denuncia de los defectos propios de la Revoución, debe alentársela, pero por supuesto que también debe dársele pronta respuesta y solución, porque si no es otro “ autosuicidio”. Supongo que muchas de esas consideracines pasaron por la mente de Chávez cuando nombró a Ernesto Villegas Ministro de Comunicación e Información, ya que él suele incluír en su programa de entrevistas, así como en su diario y en su propia expresión cotidiana manifestaciones críticas al gobierno de Chávez y de sus correligionarios. Es que un mundo de “perfección revolucionaria” sería tan alucinante como el delirante universo paralelo que nos montan las empresas privadas de información. Y también supongo que nombró a Villegas porque Vanessa Davies es demasiado inteligente para “calarse ese bacalao al hombro” que debe ser ese Ministerio. O trabajar con Chávez. En fin. Me imagino: “Tu misión, Ernesto, si decides aceptarla...” Este mensaje se autodestruirá en las próximas elecciones, si no logramos la misión. El gran logro de Chávez ha sido crear una visión y lograr comunicarla, más que eso, plantárnosla en nuestras cabezas, que la hayamos hecho propia. Es nuestra misión ahora hacer que otros la puedan compartir o que al menos se den cuenta de que no hay nada que temer de ese proyecto que no es otra cosa que un modelo para la liberación del ser humano. Casi que evangelizadores, si quieres. Pero sin espadas ni hogueras, claro...

-La ultraortodoxia revolucionaria. Es intolerable el “revolucionómetro” que tienen muchos para saber si eres o no un “verdadero chavista”, o si antes eras adeco o tu papá era copeyano, como si tuviéramos que probar nuestra pureza aria ante un tribunal nazi. El propio Chávez ha dicho más de una vez que mucho daño le hacen a la Revolución lo que quieren ser “más papistas que el papa”, los más chavistas que Chávez. También las interminables y farragosas disquisiciones teóricas marxistas, lo siento para quien se escandalice, pero me dejan frío. Creo que cada cosa a su momento. A lo largo de décadas de nada nos han servido un puñado de eruditos marxistas en un monte o en un cafetín: cuando Chávez apenas entreabrió la puerta del futuro y nos dio chance de echar un vistazo, millones hemos metido el pie y los hombros para que no nos vuelvan a cerrar esa puerta. Espera a que crucemos el umbral y me dices cómo vamos a aprovechar esos tesoros. Pero primero necesitamos que se nos unan más manos y hombros para abrir la puerta, o al menos convencerlos para que no quieran colaborar en cerrárnosla. No sin cinismo Russell escribió “ El destino de los rebeldes es crear nuevas ortodoxias”, cita que me viene a la mente más veces de las que desearía. Marxista cristiano, bolivariano magallanero, llanero de corazón, caraqueño por adopción, militar revolucionario, todo lo pregunta, lo pone en duda y lo coloca “patas arriba”... ¿quién más heterodoxo que Chávez? Esa heterogeneidad, ese cúmulo de aparentes contradicciones que es Chávez es el multifacético espejo donde muchos tan diferentes podemos vernos reflejados. Esa es una de sus principales cualidades de comunicador, y es una muy digna de imitarse porque es útil y constructiva. Un “chavista ortodoxo” es una contradicción en sus términos escenciales.

-Esa ortodoxia ha subestimado el poder de la publicidad y la comprensión de los elementos del marketing para “vender” una idea, un concepto. Sin embargo no tiene reparos en usar la publicidad y el marketing más “ bandera” para vender candidatos. Yo creo que el marketing y la propaganda están lejos de ser “armas melladas” y que una buena idea ben comunicada hace lo que dos horas de un documental o una lectura farragosa no consiguen. Si sólo enumerar las cosas buenas de un producto vendiera, la publicidad no existiría. Una caricatura, un corto, etc. , tienen un extraordinario poder de generar una emoción empática, que es todo lo que necesitamos, como seductores: esa primera sonrisa y estamos listos. Hay imágenes que sin dejar de ser de alto contenido político, son extraordinariamente llamativas y sugerentes. Si no me creen, vean lo que hace la gente de Trinchera Creativa. Pero claro, eso sólo lo ves en Internet. Imagina algo así en otros medios: humor, irreverencia, dominio del lenguaje, referencias culturales, talento, hacer pensar. Aquí hay talento “pa tirar pa'l techo”. La cuestión es organizarlo y usarlo planificadamente. Sería como un antivirus mental viral. Una “bomba sólo mata condicionamientos”. Un molotov ideológico. Etc.
Esa ortodoxia también excluye temas “pelúos” que en otros países supuestamente más “ conservadores” ya legislan de una manera mucho más liberal, como libertad sexual, aborto, drogas, etc. Hay que dar el espacio en nuestros medios para que la gente pueda discutir sobre esos o cualquier tema que considre de su incumbencia. ¿O vamos a esperar que lo haga la derecha porque eso les reditúa mediáticamente y les permitirá seguir casificándonos como “trogloditas”?

-Aprovechar la coyuntura global y las “redes sociales”. El agotamiento del modelo capitalista reflejado en el sufrimiento que inflige a los pueblos europeos o los estadounidenses que se quedan sin casa y son aporreados por la policía cuando protestan, el calentamiento gobal producto de la insaciable codicia que impone el capitalismo suicida son temas sensibles para los más jóvenes en los que es realitavamente claro establecer cuáles son sus causas y cuán graves pueden ser sus consecuencias. Muy poco hemos hecho para que nuestros jóvenes se den cuenta de la íntima relación entre la política y el bienestar (o malestar) de las sociedades y del paneta. Mientras Chávez habla de eso, nosotros estamos en el “1 por 10”, o diciendo por qué Ledezma es facha, o cualquier pendejada. Mientras el sabio señala la Luna, el bobo mira el dedo...
Nuestro manejo de las llamadas “redes sociales” es un desastre, a pesar de contar con un numeroso y talentoso ejército de programadores, internautas y voluntarios pa' lo que sea. Para comenzar, no tenemos servidores propios, redes propias... Vamos a una batalla en la que le tenemos que pedir al enemigo que nos preste su pistola y sus balas. Absurdo. Hasta Aporrea estaba alojada en servidores en EE.UU., al menos la última vez que verifiqué. Repartimos teléfonos móviles y computadoras como locos y, además de no tener centros de reciclaje de pilas y celulares viejos (seria contradicción para quienes pretenden diferenciarse del capitalismo destructor), tampoco enseñamos a usarlos, ni creamos “aplicaciones” ingeniosas para interactuar, crear campañas o educar. Es como si antes de una batalla hubiésemos elegido el terreno perfecto, lo llenamos de armas y lo abandonamos al enemigo. No hacemos más campañas que usar “tags” en Twitter Inc. y pendejadas así, como carajitos en el liceo. Por su parte, los zombies de la derecha nos atacan desde nuestras computadoras que compraron en planes sociales en VIT, a través de la Internet que les brinda la CANTV estatal, usando el Satélite Simón Bolívar, con electricidad subsidiada, etc. etc., y ni ellos ni la mayoría de nosotros son conscientes de estas cosas. Para ellos, en medio de su intoxicación, “el rrrégimenn quiere controlar internet”. Naguará.

-Caracas sigue siendo Caracas, y lo demás monte. Si bien en la capital hay foros, eventos, se editan diarios, etc., el interior del país está abandonado más o menos a su suerte. Una sólida estrategia comunicacional que pretenda erigirse en una “nueva convención de la realidad” es imposible si cada ciudad y pueblo queda al garete, según sople el viento local. Primero hay que permitir que las comunidades puedan ejercer la comunicación en verdad, que esa comunicación no se vuelva como la “reforma agraria” y los medios comunales vuelvan a caer en las manos de los latifundistas mediáticos, y, sobre todo, que cubra las necesidades de la población. La comunicación debe diversificarse en redes lo suficientemente dúctiles para que sea accesible a la mayoría de las comunidades, pero que a la vez permita mantener la compatibilidad y capacidad de intercambio de contenidos. No puede ser que más allá de VTV, TeleSur, El Correo del Orinoco, Vive, y tres o cuatro más no tengamos más nada que ofrecer a la increíblemente armada artillería mediática neoliberal. Cualquier pueblito del interior está erizado de antenas de Direct Tv, ahora que les queda dinero para el home enterteinment, ya que gracias a Mercal, las Escuelas Bolivarianas, los subsidios eléctricos, las pensiones, los Barrio Adentro, los CDI, etc. ahora tienen tiempo de ocio y algo de dinero. ¿Es un triunfo o una contradicción? Les estamos dando ocio y dinero, y no les damos ninguna alternativa que no sean las que les da el consumismo para llenarlo. A través de esos platitos que miran al cielo a los que ahora tienen acceso, llegan todos los días los mensajes de que el socialismo es esclavitud, que lo chévere es ir a Miami, que Chávez es un dictador....¿Somos idiotas o qué? Lo increíble no es que la oposición haya sacado seis y medio millones de votos. Lo increíble es que todavía Chávez gane elecciones. Yo tengo más de siete meses esperando que me entreguen mi “CANTV Satelital”, que lava el cerebro igual pero más barato. Hace unos meses me llamaron para entregármelo y resulta que cuando llegué, no había. Me hicieron ir por nada. No contentos con eso, en la empresa que maneja todas la telecomunicaciones y los más sofisticados sistemas informáticos del país, hicieron que anotara mi nombre ¡en un cuaderno de colegial! Es de no creerlo. Y del fulano decodificador aún nada, claro.

-Yo no creo que esta guerra se libre en los medios, ello equivaldría a decir que se batalla sobre un cañón o un barco. El campo de batalla es nuestra percepción y el objetivo es nuestra mente. Si los medios fueran el campo de batalla, no existirían ni la Revolución Bolivariana, ni la cubana ni prácticamente ninguna otra que han tenido que vérselas con inmensas y abrumadoramente superiores complejos mediáticos, y sin embargo allí están ambas. La Revolución cubana, más “veterana”, nos demuestra que la superioridad moral y ética es la mejor defensa para que nuestra percepción no se vea alterada, y así sus armas sean inútiles, al menos parcialmente. Pero el proceso cubano ha sido muy diferente al nuestro, hay una buena parte de nuestros compatriotas que no conoce ni comparte las luchas y motivaciones de la otra, y hay que dárselas a conocer sin demora.

- Por ello no podemos permitir que continúa la intoxicación. Fernando Buen Abad, lamentablemente Buen Abad en el desierto, viene clamando solitariamente desde hace años la necesidad de crear nuestra fortaleza comunicacional sobre esas magníficas plataformas que suponen la CELAC o UNASUR. En principio, no puede haber impunidad para quienes usan los medios para inyectar terror y odio en las mentes de nuestros compatriotas. Acciones judiciales, acciones comunitarias, asociaciones de padres, etc., debemos organizarnos para combatir la difusión de mensajes de odio y violencia en cualquier medio y con cualquier fin. Lamentablemente la impunidad blinda las arremetidas de los medios contra la población. Su poder económico, de persuasión y extorsión son inmensos. El Presidente Correa de Ecuador ha sido muy valiente al tomar algunas medidas en contra de este tipo de acciones, pero estoy de acuerdo con Abad en que sería inconmensurablemente más efectivo que estas acciones tuvieran respaldo con al menos una declaración de la CELAC o UNASUR que propongan límites a lo que los medios pueden o no hacer y deban ser.

Y hasta aquí para comenzar, como dije.

Excusas:
No soy ni filósofo ni comunicador (como se grita en este demasiado extenso material), soy sólo otra persona muy preocupada viendo cómo mediante pueriles razonamientos y manipulando inmoralmente con una repugnante falta de ética los miedos y condicionamientos sembrados por años en las mentes de personas valiosas e inteligentes se las arrastra al terror y al odio, con el objeto ruin de que en vez de ir hacia su liberación, colaboren en su propia esclavitud y pobreza y en la de sus hijos, como vemos muy claramente que pasa hoy en Europa, EE.UU. y otros puntos del globo, donde en lo interno avanza el Estado policial, la pobreza y la desigualdad y en lo externo el armamentismo, las invasiones, los genocidios, la intoxicación y degradación de la biósfera. No es poca cosa lo que está en juego. Nos jugamos nuestra libertad, nuestra supervivencia y nuestro espíritu. Y por tanto el futuro de mi amadísimo hijo. En nombre de eso me he permitido perpetrar estas líneas. Creo que es una buena excusa. La mejor.

Christian van der Dys

Valencia, Venezuela, 24 de octubre de 2012

Comunicación para una nueva convención de Realidad. ¿Misión imposible?

martes, 23 de octubre de 2012

Nuestra peligrosa tolerancia a la intolerancia. El caso Álvarez

Creo que fue en el 2008 cuando el entonces INDECU intentó atajar el desmedido aumento de las tarifas de los colegios públicos. Como siempre, la respuesta de los privados fue desproporcionadamente feroz: se acusó como siempre al gobierno de querer hacer una “educación comunista”, de intervención excesiva y, en última instancia, de impedir una educación de calidad al no permitir que los colegios cobraran tarifas que permitieran sostenerla. Pero lo que más me sorprendió fue la actitud asumida por nuestros copatriotas y vecinos, que al verse coartados en su derecho a ser estafados por los dueños de los colegios, y ante el superfluo argumento de que la educación no podía ser un negocio especulativo y que los institutos debían justificar las tarifas y que su regulación impediría que miles de niños quedaran sin educación al no poder sus padres pagar aumentos indiscriminados, respondieron de la siguiente manera: “¡Si no pueden pagar el colegio, que lleven a sus hijos a estudiar a Cuba! ¡Con mis hijos no te metas!” Así de solidarios y pensantes son algunos de nuestros compatriotas opositores de clase media.


Lamentablemente, ese supremacismo intolerante tan parecido al que mostraron los nazis contra los judíos, gitanos y a quienes ellos consideraran “inferiores” o los racistas de EE.UU. agrupados en el siniestro Ku Klux Klan, lo muestran cada vez que tienen ocasión de la manera más desvergonzada, y lo peor es escuchar las justificaciones que les dan los medios de comunicación. Recientemente fue contra el beisbolista conocido como “El Potro” Álvarez, a quien apoyar a Hugo Chávez lo ha convertido en víctima de esta jauría intolerante, que lo insulta en los estadios o donde sus cobardes individualidades puedan encontrar el valor de la pandilla. ¿Y cuál es la reacción de los medios? Mientras en la Europa que tanto criticamos los comportamientos violentos en los eventos deportivos son d ura y oportunamente sancionados (quizá debido a los millones de euros que mueven el fútbol y otros espectáculos deportivos) mediante multas, suspensiones a los clubes y a los propios estadios, en la televisión se dieron el lujo ayer mismo de defender la actuación de esa jauría con el argumento de “¿Cómo le vamos a coartar su libertad de expresión a esos fanáticos?” o peor aún: “ ¡La culpa la tiene Álvarez por mezclarse en la política!” Es de suponer que Ramón Guillermo Aveledo, Presidente de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional y Directivo de la opositora Mesa de la Unidad tampoco tiene derecho a ejercer su militancia política so pena de ser acosado por una turba. O que el acoso o un linchamiento puedan ser manifestaciones de la “libertad de expresión”.


A la hipocresía descarada de quienes se desgarran las vestiduras por la violencia y culpan a Chávez de ejercer un “verbo incendiario” y por otro lado asumen un comportamiento que no se puede tildar sino de supremacismo neonazi, se une la pusilanimidad del Estado, que a pesar de tener leyes que prohíben la incitación al odio y a la discriminación, no hace nada por aplicarlas. La violencia no sólo es disparar un arma, es el acoso, la amenaza, el odio. La tolerancia con la intolerancia, si se me permite el juego de palabras que no es juego, es tan peligrosa como repartir armas cargadas indiscriminadamente en una esquina. Si no les decimos que ese comportamiento no lo vamos a tolrerar, estamos dejando la puerta abierta para que se cuelen en nuestra sociedad demonios peores de los que ya tenemos, con el agravante de que sabemos que hay interesados en crear este tipo de situaciones. La respuesta por supuesto no puede ser del mismo tenor, no podemos responder sino con ética e insitucionalidad: el acoso debe ser reconocido como delito, en la escuela, en el estadio, en el trabajo, donde sea, y debe ser castigado, así como su incitación u apología para que nuestra sociedad no naufrague en la violencia.


lunes, 22 de octubre de 2012

El negacionsmo criminal del "pasado mejor" en Venezuela

Parece ser que algunos venezolanos se han vuelto misteriosamente amnésicos, selectivamente desmemoriados ante el recuerdo de eventos y situaciones de un pasado relativamente reciente que pueda contradecir su “reconstrucción artística” de un “pasado feliz”, en la creencia de que el simlple hecho de adversar a Chávez transforma en próceres al batiburrillo político agrupado en camaleónicas organizaciónes caleidoscópicas, de nombres rimbombantes, intercambiando lugares, pero siempre son las mismas piedras de colores que, como en el juguete óptico, parecen cambiar según su movimiento e intensidad de la luz. Pero es sólo una ilusión, ya que como sabemos, las fantásticas figuras siempre son hechas con las mismas cuentas de colores. El símil fracasa en que el juguete es encantador. Según esta figuración se construye el temerario silogismo implicado en que como quienes adversan a Chávez tienen que ser valientes próceres inmaculados víctimas de todas las injusticias imaginables de persecución del “régimen”, y estos próceres son en casi su totalidad actores, títeres o titiriteros del país que precedió al recontramentado “régimen”, ergo ese pasado fue mejor, e incluso no sólo eso, sino “feliz”. Me parece casi demencial que aún con tanta evidencia histórica, física, documental e incluso la lógica más pueril a alguien se le pueda ocurrir en un delirio esquizofrénico que ese “pasado feliz” alguna vez existió. Bastaría, si alguien llegara de algún planeta lejano, que mirara los barrios que rodean a nuestras ciudades: es evidente que esos ranchos no se construyeron en los últimos 13 años. O ver los registros del Instituto Nacional de Estadística, de la Comisión Económica para América Latina, o leer algunos libros como “ La miseria en Venezuela” de Michel Chossudovsky de 1977. En la parte de “lógica pueril” podríamos mencionar que si ese “pasado mejor” hubiese sido real, ni el “Caracazo” de 1989 ni probablemente Chávez habrían llegado a “existir”, ya que no habrían sido “ necesarios”. Pero ante tanto delirio, me toca, como buen bloguero, ponerme un poco autobiográfico, con el permiso.

Nací en 1966 en la parroquia La Candelaria, en la que crecí en medio de lo que para la época se suponía que era la “clase media”, los comercios de los europeos peninsulares e isleños y el olor de castañas asadas en diciembre. Pero también teníamos una cloaca que corría bajo los puentes, Puente República y Puente Brión, y bajo este último vivía una familia entera en medio de la hediondez, a la que algún tiempo después se le fueron sumando otras. Recuerdo mi desconcierto infantil ante esa imagen brutal de unos niños famélicos y harapientos corriendo descalzos bajo el puente, a la orilla del pestilente torrente cloacal unos metros debajo del camino que llevaba a mi escuela. También teníamos a “pelo 'e coleto”, nuestro mendigo harapiento y descalzo, al que luego se le fueron sumando otros. Una vez, en Maripérez, jugando en el recreo en la “Domingo Faustino Sarmiento” se nos fue la pelota de goma por el agujero que hacía en la pared del patio la gente del barrio al otro lado para entrar a la escuela en busca de agua que no tenían. Yo fui a buscar la pelota y el espectáculo que vi no lo he olvidado hasta hoy: detrás del muro había unas míseras y rudimientarias construcciones de cartón a las que la palabra “rancho” les quedaba grande, entre restos de basura y la hediondez de las heces. Fue como cuando Siddartha vio a través del muro de su palacio. No imaginaba que existía ese mundo terrible de la miseria tan cerca de mí. Mi papá me contaba de su niñez de pobre en La Pastora o La Sabana del Blanco, pero eso no tenía nada qué ver con la violenta marginalización que se vino sobre nuestra sociedad bajo la “ democracia”. Lo peor de todo es que, entonces como ahora, buena parte de la clase media insistía en “mirar para otro lado”.

Pero esos “detalles” no fueron sino síntomas de una enfermedad mucho peor, que hubo de manifestarse poco después en violencia generalizada. De camino a la escuela fui atracado para quitarme un modesto reloj de cuerda en la entrada del Edificio Brión, luego otra vez cerca de Parque Central. Se metieron en nuestro apartamento alquilado y nos saqueron unos ladrones que se tomaron tiempo para llevarse hasta mi brújula de bolsillo que tenía en una gaveta “escondida”. Cuando pasa todo eso, no es más que mediados de los 70´s. Recuerdo también las manifestaciones estudiantiles, los “cascos blancos” de la PM que eran el terror de los jóvenes que entonces morían por sus balas. En mi casa se compraba el entonces izquierdista diario “El Nacional”, que comenzaba a finales de la década a reportar los primeros fines de semana de cien y más homicidios en Caracas. Sigo resumiendo, pero son tantas cosas que temo que esto me quede como la canción de Billy Joel “We didn't start the fire”. Mi hermana mayor durante años en el “Comité de Bachilleres sin cupo”, luego recibiendo clases en un galpón. Los ancianos brutalmente reprimidos por reclamar sus pensiones. Mi papá tuvo un accidente, sin dinero ni seguro para una clínica pasó más de un año sin ser operado, por lo que su lesión se agravó y padeció dolores el resto de su vida. Pasó meses en camillas en el Clínico, y luego en destartaladas “salas de recuperación” donde los acompañantes teníamos que dormir en el suelo. Pasó años luchando con la banca para la que trabajó toda su vida para conseguir su jubilación y sus prestaciones inútilmente, de las que además Petkoff le expropió la mayor parte con su nueva Ley del Trabajo de 1997 (aprobada en el Congreso por su entonces vicepresidente Ramón Guillermo Aveledo, hoy defensor de los derechos de los pobres, según). Al final, mi mamá se beneficia hoy de la pensión de sobreviviente gracias al gobierno de Chávez, mi papá nunca la pudo disfrutar. Esta “pequeña” tragedia familiar se enmarca, por supuesto, en la inmensa tragedia nacional que se escenificaba: la crisis económica de los 80 con su viernes negro de febrero de 1983, cuando se derrumbó la burbuja de bienestar rentista y caímos en la espiral inflacionaria que todavía hoy padecemos, el sinestro “Caracazo” cuando el Ejecutivo le ordenó al Ejército disparar contra una multitud de hambrientos y desharrapados mientras, como hoy, la clase media “miraba para otro lado”. Las noches caraqueñas estaban “musicalizadas” con el sonido del plomo. Luego, la crisis de los 90, la quiebra bancaria del 94, cuando el Ejecutivo toma la “brillante” decisión de dar dinero a los bancos culpables de malos manejos y negárselo a los ahorristas, inocentes de toda culpa. El previsible resultado, fuga masiva de capitales y personas, incluyéndome a mi, que huí de un país sin futuro, bueno, sin futuro para mí, pero con gran futuro para los Zuloaga, Mezerhane, Brillembourg, Capriles, etc., supongo. Sobre todo recuerdo la opresiva certeza de no tener futuro. Los jóvenes de hoy por muy alienados que estén no podrían ni imaginarlo.

Profundamente incrédulo en que nada ni nadie pudiera sacar a este país del rumbo de colisión que llevaba, miré con exceptiscismo al movimiento de Chávez. Para colmo, sólo podía ver las noticias a través de los diarios y de la incipiente internet. Luego en Venezuela me toca vivir algo parecido a lo que contaba Carola Chávez en su libro “¡Qué pena con ese señor!”: un país donde todos se han vuelto locos y resulta que ahora los del “caracazo”, la crisis bancaria, el “estamos mal pero vamos bien” eran los “buenos de la partida”. Yo no entendía nada, pero luego del 11 de abril de 2002 me quedó clarísimo quiénes eran la amenaza, los violentos, y sin duda, los neonazis: recuerdo los motocicistas con sus Harleys tirándole botellas a los comercios que seguían abiertos durante el “ paro cívico”, las “guarimbas” en Chacao y Baruta que protegidas y apoyadas por sus policías municipales me impedían visitar a mi hijo recién nacido con barricadas y sus actitudes tipo KKK, las “ circulares” que pasaban en los edificios diciendo que teníamos que poner carteles en los carros porque algunos de nuestros vecinos iban a apostarse armados en las azoteas dispuestos a abrir fuego contra cualquier vehículo “sospechoso” de llevar una “invasión chavista”. Mi papá pasó casi sin dormir desde la mañana del 11 de abril de 2002 hasta que Chávez regresó 48 horas después. En ese tiempo supimos de familiares y amigos perseguidos por el “nuevo régimen”, vi la más asquerosa manipulación y desprecio por la democracia en los medios, cómo Direct TV sacó del aire a Caracol Radio cuando reportaba que los chavistas estaban retomando Miraflores, etc., etc. Mi papá preocupado, llamaba, recibía noticias, miraba incrédulo la tele, hasta que la llegada del helicóptero con Chávez a Miraflores dijo que la fiesta de los chivos había terminado. Entonces por fin se fue a dormir. Murió diez días después, sin haber logrado aún cobrar la pensión de un banco que estafó a miles de personas y que había sido premiado como muchos con un auxilio financiero millonario por el Gobierno de Caldera. La misma historia, con algunos matices, podemos ver que se repite en EE.UU. o Europa, donde miles se ven privados también de cada vez más cosas, la educación, la salud, las pensiones e incluso su hogares y ahorros, todo se lo llevan los bancos y los políticos que son sus títeres.

Considero que no sólo aprendí una lección a nivel personal, sino que la historia nos enseña, y que el presente nos enseña que no hay sociedad posible “ feliz” bajo el embrujo neoliberal. Y que es homicidio culposo mirar para otro lado, como hicimos en 1989, y permitir que retornen los saqueadores a Venezuela, o hacerse los locos con lo que hacen en España, EE.UU., Palestina o dondequiera que se cometan atrocidades o se incuben.

No sólo no hubo tal “ pasado feliz”, sino que su suposición es tan criminal para nosotros como para los judíos la negación del genocidio nazi, o para cualquier ser humano el genocidio de los aborígenes americanos por los europeos y sus descendientes, o del que hoy se comete contra el pueblo palestino, etc. Negar que hubo un “Caracazo” es mucho más que un “inocente” maquillaje histórico, es la justificación de la masacre, igual que “matizar” que no hubo golpe en el 2002 sino “ vacío de poder” es justificar la tiranía.

Los medios dominados por los grandes capitales suelen escandalizarse cuando alguien incurre en lo que llos llaman la “negación del holocausto judío”. El diccionario de la RAE nos indica en “Holocausto: Gran matanza de seres humanos”. ¿Es que acaso eso no fue “el Caracazo”, es que acaso eso no es lo que hace el capitalismo en el mundo? ¿Acaso no es igualmente sospechoso negar ese hecho? Reconstruir el pasado, lejos de un acomodaticio ejercicio escapista de cierta clase media, es “servirle la mesa” a la tiranía, la injusticia, la brutalidad e incluso el genocidio. Así que como decían nuestros compatriotas en tiempo delirantes, ¡prohibido olvidar!

martes, 16 de octubre de 2012

Pacientes colombianos pobres son atendidos gratis en Venezuela (audio)

Reporte de la cadena colombiana Caracol Radio verifica que en Venezuela los colombianos pobres tienen los servicios de salud inaccesibles en su país y que los venezolanos disfrutan gracias al gobierno socialista de Chávez. Por eso en Venezuela viven cerca de 4 millones de colombianos, según la Asociación de Colombianos en Venezuela. Interesante que mientras en la "dictadura" venezolana se amplían los beneficios sociales y la participación ciudadana (votó mas del 80% del padrón electoral el 7-O), algunas "democracias" menoscaban esos derechos.



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