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jueves, 25 de octubre de 2012

El éxito de la reducción de la pobreza puede ser un fracaso socialista

"La mayor parte de los fracasos nos vienen por querer adelantar la hora de los éxitos." Amado Nervo

Lo que ganamos fue la guerra. La Revolución ahora es que empezamos a hacerla”. (O algo así)
Ernesto Ché Guevara (Benicio del Toro) en el “Che” de Soderbergh .

Otra victoria como esta y tendré que regresar a Epiro solo” Pirro de Epiro

Los Revolucionarios parecen tan centrados en pensar en la batalla, que se olvidan de planificar para las victorias. El primer “pitazo” de lo que podríamos llamar el “síndrome de Pirro” vino con la debacle eléctrica. Se trabajó tan duro para sacar a millones de venezolanos de la miseria, que no se pensó en absoluto de las muchas consecuencias de ello. La reducción de la pobreza general de un 49% en 1998 a 26,5% en 2011 ( cifras del INE), provocó un aumento del consumo eléctrico que fue descrito así por el Ministro de Energía Eléctrica Héctor Navarrro:

Las estadísticas manejadas por el despacho eléctrico, reflejan que para 1990, la demanda máxima absoluta de Venezuela se situó en 7.959 MW, para 1999 se ubicó en 11.230 MW, mientras que en 2011 cerró en 17.157 MW, teniendo un pico de 17.551 MW.
Para 2012 se prevé una demanda proyectada de 18.603 MW, lo que sugiere un crecimiento interanual de 8,3% con respecto a la alcanzada el año pasado (17.157 MW).
Por su parte, la estimación de consumo eléctrico pasó de 1,4 kilovatios (Kw) por vivienda en la década anterior, a 4 kilovatios por hogar en la actualidad.
"Antes, la gente tenía una nevera, a veces un televisor, había mucha precariedad. Hoy en día no es así, la gente cuenta además con aires acondicionados y calentador", agregó Navarro.
Al respecto, indicó que con el objeto de hacer frente al incremento del consumo eléctrico que supondrán los proyectos de construcción de nuevas viviendas y desarrollo socio económico, que prevé implementar el Ejecutivo para los próximos 6 años, la capacidad instalada del SEN para el 2018 se incrementará hasta 40.000 MW. ( AVN )
Así, el incremento explosivo en el consumo eléctrico nos agarró “con los pantalones abajo” gracias a nuestra negligente planificación, y desde el 2009 hasta hoy la situación no se ha resuelto del todo, lo que casi nos cuesta perder las elecciones de la Asamblea Nacional del 2010 y sin duda tuvo un costo que pagamos en las recientes elecciones presidenciales de octubre de 2012, porque por muy chavista que seas, ¿a quién no le “saca la piedra” un apagón imprevisto de horas que te deja sin agua, aire acondicionado, sin luz, ni televisión o computadora y que puede dañar tus electrodomésticos o tener consecuencias más graves en el tránsito, hospitales, etc.? ¡Y esto ya lleva ya 3 años! Es increíble que hayamos ganado las elecciones. Ese es un buen ejemplo de cómo el triunfo puede llevarnos al fracaso: el éxito en sacar a la gente de la pobreza se convierte en catástrofe si no se planifica lo que eso puede significar y cómo afrontarlo oportunamente.

El segundo “pitazo” viene con las elecciones presidenciales de 2012. La abrupta disminución de la brecha entre el chavismo y el bloque opositor de un 26 a un 12% en seis años, requiere una lectura menos triunfalista y simplista que una “victoria perfecta”, como bien ha dicho el profesor Vladimir Acosta. En mi criterio, aparte de las fallas obvias en la gestión (como la que mencioné en el sector eléctrico), la burocracia, la ineficiencia y otras formas de corrupción y negligencia, hay un factor que muy pocos han tomado en cuenta: ¿cómo incide la reducción de la pobreza en la motivación política del venezolano? Me explico: he conocido mucha gente a lo largo de mi vida que cuando viven en épocas de prosperidad son tan neoliberales como Maria Corina, pero cuando están pelando son como Mario Silva. Es por todos sabido que la fortaleza de Chávez está en los sectores más empobrecidos de nuestra población, entonces es imprescindible preguntarse qué va a pasar ahora que, gracias al éxito de la gestión Revolucionaria ese sector ya no será el mayoritario en nuestra sociedad. Peor aún: le damos a la gente mejor calidad de vida, mejores ingresos, una casa digna, estudios... para que se convierta en otro “zombie” del consumismo. Les enseñamos que el bienestar está en tener cosas, exactamente como en el capitalismo neoliberal. Entonces ¿cómo nos puede sorprender que “casualmente” mientras disminuye la desigualdad social asimismo disminuya la brecha numérica entre el socialismo y la derecha?

Ya lo he dicho antes: el vacío que dejamos lo llena el marketing del capitalismo. En cualquier pueblo del interior la mayor holgura financiera que tienen las familias gracias a los programas sociales de la Revolución se los quedan mayormente los buhoneros que venden ropa y zapatos “de marca”, las licorerías y Direct TV. De la misma manera que el muchacho que sale de su pueblo natal y entra a la universidad en una gran ciudad sufre una transformación, igual pasa con quienes dejan la miseria y comienzan a tener una vida diferente, con futuro. Si no está claro de dónde viene su bienestar y de su responsabilidad con la sociedad, pasarán a formar parte del ejército de alienados que creen que vivir es consumir y ser es tener. Y la culpa no sería sólo de ellos. Parafraseando a Chávez, si fabricamos individuos-islas y los echamos al mar del capitalismo, se los tragará ese mar. Tenemos que crear comunidades de individuos interconectados y conectadas a su vez con procesos productivos capaces de generar bienestar social y felicidad individual. Una comunidad conciente de su responsabilidad social y que tiene bienestar y es feliz porque permite la realización del ser humano a través del ser, del amar, aprender, del ser útil, del equilibrio armónico entre sus componentes y la naturaleza: eso es socialismo (o una visión de), esa es la “vacuna” contra el virus del egoísmo inmediatista, de la frenética codicia suicida que propone el modelo capitalista. Por ello Chávez se gasta la voz exhortando, exigiendo proyectos integradores, que no se construyas casas, o fábricas o escuelas, sino que se siembre socialismo, que se “sirva la mesa” para que mediante las tan luchadas leyes del poder popular y las ciclópeas y multimillonarias obras de infraestructura se integren lo físico con lo organizativo y produzcan una comunidad “espiritual”, por decirlo de algún modo. Al menos así lo entiendo yo, porque sólo el ideal socialista, basado en prncipios morales y éticos y no en la mera satisfacción de necesidades servirá a los objetivos superiores de producir sociedades prósperas, justas, felices y en un planeta que pueda ser habitado por muchos siglos conservando su riqueza natural. Como ha dejado claro Chávez un sus sencillas pero iluminadoras explicaciones, si se entregan obras en vez de proyectos integradores que liberen, lejos de ser un factor de verdadero progreso social, lo que hacen en cambio es aumentar la brecha de desigualdades. Es que no acabamos de entender que no se trata de entregar computadoras, carros, lavadoras, tractores o casas: se trata de cambiar las relaciones económicas, sociales, culturales, etc. que reproducen el modelo de explotación y acumulación capitalista. Si introducimos más “bienes” pero dejamos la misma estructura de relaciones, lo que estamos haciendo es alimentando al virus, y evidentemente en eso no hay ninguna Revolución. Y generalmente eso es lo que hemos estado haciendo, lamentablemente. Como conquistadores españoles con los aborígenes, decimos que venimos a liberar pero lo que hacemos es fortalecer aún más los mecanismos de dominación y dependencia y de penetración de los antivalores del consumismo y el egoísmo, si no se cambia la estructura de relaciones sociales y de valores económico culturales. Por ejemplo, un “Hiper Bicentenario” se convierte en un templo de consumo visitado y aprovechado principalmente por la rancia derecha, donde incluso va con su carrote el tipo que se compra 20 kilos de carne regulada y se lo lleva a la bodega del barrio o del pueblo donde la vende al triple o más de lo que le costó, porque en el barrio no hay otra cosa cerca; además la gente en vez de verlo como una solución revolucionaria para quebrar monopolios, dar seguridad alimentaria y llevar bienes a menor costo al pueblo, lo ve como un Sambil de caricatura. O como en uno de los ejemplos de Chávez, la gran carretera construida por el Gobierno Revolucionario a un multimillonario costo sirve para que los grandes ganaderos y agricultores bajen sus costos de transporte, mientras a sus orillas crecen los ranchos, si no se cambian las estructuras y relaciones preexistentes a profundidad. Y asi sucesivamente.

Si la motivación de votar por Chávez, el socialismo o la izquierda es un asunto de motivación meramente egoísta, referente a mi propio bienestar en el sentido que voto por la izquierda si me considero pobre pero voto por la derecha si soy “clase media”, el asunto se complicará en algún momento, ya que la sociedad tenderá a encontrar un punto de equilibrio, al ser menor la urgencia y la fuerza de la necesidad de cambios frente a una tendencia creciente (conservadora, reaccionaria) que diga que “ya está bien” o incluso “retrocedamos un poco que nos pasamos”. Esto nada tiene que ver con los escenarios de “con hambre y desempleo con Chávez me resteo”, en los que la mayoría del pueblo decidió sacrificar su bienestar inmediato y afrontar con una valentía y determinación que resultaron invencibles situaciones como el Golpe de 2002 o el Golpe Petrolero, porque consideraba que había un bien mayor que era el triunfo de la Revolución.

Aparte del desgaste de la gestión, se ha atribuido el descenso de la brecha chavismo-oposición a que la derecha supo mimetizarse con las consignas socialistas, adoptando incluso sus medidas como las Misiones dentro de su proyecto, al menos en apariencia. Pero podríamos preguntarnos si además no ha pasado el proceso inverso, que nos estamos pareciendo mucho a ellos, en la corrupción, en la postergación eterna en la promesa de transferir de verdad el poder al pueblo, en la confusión de los medios con los fines, en preocuparnos más de las ganar elecciones que poder para el pueblo, en hacer creer que el bienestar es tener y tener es ser, que si no tengo mi carro o mi computadora o mi casa el gobierno es una mierda y tranco la calle y la autopista y me voy a Globovisión, o que en vez de demostrar nuestra superioridad argumental en el debate político recurrimos a un arsenal de chismes circunstanciales, y un infinito etc., etc.

Yo, como creo que mis motivos personales, así como los de la mayoría de quienes seguimos este camino ideológico son mucho más profundos que resolver nuestro bienestar inmediato (aunque sin duda ayuda bastante) sea la medida de nuestra creencia en la Revolución, creo que l as recientes declaraciones y críticas que hizo Chávez al proceso tienen una clave para enderezar el asunto. Si no se concreta la toma de poder por parte del pueblo, si no activamos las comunas, si el socialismo no se convierte en parte de nuestra vida cotidiana, si no logramos cambiar la estructura de relaciones que somete la voluntad popular al poder del capital, entonces estamos jodidos. La Revolución se convierte en algo meramente reivindicativo, que al alcanzar un “consenso de mínimos” se le acabará el combustible. Como digo, yo no creo esto, pero es evidente que no hemos hecho bien muchas cosas, y que la derecha ha capitalizado (a propósito la palabrita) nuestras falencias.
Educación, coherencia, ejemplo, responsabilidad, humildad, resolución, integración, entrega, autocrítica y conciencia son algunas de las palabras clave en la solución de este nuevo desafío, más profundo y menos obvio que nos toca resolver, más allá de redistribuir la riqueza con mayor equidad, de crear nuestro socialismo. Porque la disminución de la pobreza y la desigualdad, si bien es sin duda un gran éxito, es una victoria parcial, es apenas un punto de partida para, ahora sí, comenzar a construir la Revolución, como diría el Che.

Para la conciencia, les pido que sigan el vínculo y vean a Chávez y sus reflexiones y llamado de atención a sus ministros durante el Consejo de Ministros del sábado 20 de octubre de 2012, el primero luego de ser reelecto el día 7.





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