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miércoles, 24 de julio de 2013

Interesantísima carta datada en 1804 atribuída al Libertador dirigida a Teresa Laisney de Tristán

En ocasión de celebrarse hoy el natalicio 230 del héroe de América, nada mejor que "escucharlo" directamente, y para ello tenemos la fuente lamentablemente no muy difundida, no muy exitosamente diseñada tampoco, me temo, pero producto innegable de un arduo trabajo, que es la página de Internet del "Archivo del Libertador", publicada por el Archivo General de la Nación y el Ministerio del Poder Popular para la Cultura de la República Bolivariana de Venezuela. Con gran fortuna mía, luego de lidiar con el fastidioso diseño cuyo intensivo uso del flash la hace pesada e inútil para ponerla al alcance de la mayoría de los dispositivos móviles de hoy, topé con este texto sin desperdicio. Lamentable e inexplicablemente la página destinada a la difusión de la obra y pensamiento del prócer no cuenta con opción de descarga, por lo que recurrí al viejo "copy - paste" para traerla aquí. Y debido a su indexación dentro de flash, enlazar con la página a un contenido exacto también es una pesadilla. Pero la riqueza de su contenido compensa con creces estas deficiencias.

A pesar de las dudas que los historiadores manifiestan sobre la autenticidad de este documento, encuentro sumamente interesante por la variante humana, romántica (en el estricto sentido de la época que le tocó vivir al Libertador) e incluso mundana que este documento añade a la figura mítica y a veces un tanto acartonada del prócer. Al igual que los llamados "Evangelios Apócrifos" nos dan una imagen diferente y enriquecedora del Jesús bíblico, esta carta, con todas su incertidumbre nos presenta un Bolívar con el que es imposible no sentir simpatía, salvo quizá para los más ortodoxos amantes del bronce de las estatuas, el acero de las espadas y las purezas ideológicas, a quienes este Bolívar joven, mundano, romántico y pueril podría incomodar o escandalizar.

Me pareció muy significativa en este texto la frase "Todos nosotros somos los juguetes de la fortuna; a esta grande divinidad, la única que reconozco, es a quien deben atribuirse nuestros vicios y nuestras virtudes." Lo de "la única que reconozco" podría ser fuente de intensos debates e investigaciones.

Son conocidas también todas las especulaciones sobre la relación entre Simón Bolívar y la destinataria de la carta, madre de la más famosa pensadora (filósofa más bien, pero aún el machismo castellano hace que esta palabra resulte poco usual en femenino) la francesa Floria Tristán, basta una superficial búsqueda en Internet para que encontremos que incluso algunos le atribuyen a Bolívar su paternidad. En fin, eso también hace a Bolívar inagotable: las fronteras entre lo mítico, la leyenda y lo histórico en su figura tienden a ser difusas, lo que encuentro fascinante. Así que, cierta o no, me parece que lo que describe esta carta es material excelente para cualquier fabulación ulterior (cuento, novela o cine), además que nos pone a pensar en este hombre excepcional en el contexto de su tiempo, sus circunstancias y su desbordante humanidad.

Aquí la carta tal como la copié traducida del francés del sitio oficial:

Archivo del Libertador
http://www.archivodellibertador.gob.ve/escritos/inicio.php

Bolívar en 1804 (Wikipedia)



DOCUMENTO 24. CARTA DATADA EN PARÍS, PROBABLEMENTE DE 1804, EN LA QUE ESCRIBE FANTASIOSAMENTE A UNA AMIGA (TERESA LAISNEY DE TRISTAN) SOBRE SUS PREOCUPACIONES JUVENILES Y SUS RELACIONES CON SIMÓN RODRÍGUEZ*

Traducción.
[París, 1804?]
(A la señora Teresa Laisney de Tristán).
Querida señora y amiga: Tiene Vd. razón: si quiere saber algo de mí, es preciso que se resuelva, a escribirme; de esta manera me veré obligado a contestarle, lo cual será un trabajo agradable para mí. Digo trabajo, y es la palabra exacta, porque todo lo que me obliga a pensar en el mismo asunto, aunque sea sólo por diez minutos me fatiga la cabeza, hasta obligarme a dejar la pluma o la conversa­ción para tomar el aire en la ventana.
Daría, mucho, dice Vd., por saber quién ha podido hacer del "pobre chico Bolívar" de Bilbao, tan modesto, tan estudioso, tan "económico", el Bolívar de la calle Vivienne 1, tan murmurador, pe­rezoso y pródigo. ¡Oh! Teresa, mujer imprudente, a quien, no obs­tante, nada puedo negar, ya que ha llorado conmigo en los días de duelo; ¿por qué quiere Vd. imponerse de este secreto? Cuando sepa Vd. la clave del enigma, ya no creerá en la virtud. . .
¡Ah, cuan espantoso es dejar de creer en la virtud! ¿Quién me ha "metamorfoseado"? ¡Ay! Una sola "palabra", palabra mágica que el sabio Rodríguez no debía haber pronunciado jamás. Escuche, puesto que quiere saberlo.
Vd. recordará en qué estado de tristeza había yo caído cuando la dejé para ir a reunirme con Rodríguez en Viena2. Yo esperaba mucho del trato con mi amigo, con el compañero de mi infancia, el confidente de todas mis alegrías, de todas mis penas, el mentor cuyos consejos y consuelos han ejercido siempre tanto imperio so­bre mí. ¡Ay!, en esta circunstancia su amistad fue estéril. El único amor de Rodríguez han sido siempre las ciencias. Mis lágrimas lo afectaron porque él me quería sinceramente, pero no las compren­dió. Lo hallé muy ocupado con un gabinete de física y química que formaba un noble alemán y en el cual estas ciencias debían ser demostradas públicamente por Rodríguez. Yo lo veía apenas una hora al día. Cuando lograba reunirme con él, me decía muy de prisa: Mi amigo, diviértete, haz amistad con jóvenes de tu edad, vete al teatro; en fin, debes distraerte: es el único modo de curarte. Comprendí entonces que algo le faltaba a este hombre, el más sabio, el más virtuoso, y sin duda alguna, el más extraordinario que se pueda encontrar. Pronto caí en un estado tal de consunción que los médicos declararon que iba a morir. Era lo que yo deseaba. Una noche, estando yo muy mal, Rodríguez velaba a mi lado con mi médico; ambos hablaban en alemán. Yo no comprendía una pala­bra de lo que decían; pero, por su tono, por su fisonomía, me di cuenta de que su conversación era muy animada. El médico, des­pués de haberme examinado cuidadosamente varias veces, se mar­chó. Tenía todo mi conocimiento y, aunque muy débil, podía soste­ner todavía una conversación. Rodríguez se sentó cerca de mí. Me habló con esa bondad afectuosa que me ha manifestado siempre en todas las circunstancias graves de mi vida; me reconvino con dulzura que yo me dejase morir y lo abandonase en mitad del ca­mino. Me hizo comprender que el amor no lo era todo en la vida de un hombre, y que la ciencia y la ambición podían hacerle a uno muy feliz. Vd. sabe con qué persuasiva seducción habla este hom­bre; aunque dijera los sofismas más absurdos, uno se sentiría llevado a creer que tiene razón. Me persuadió, como consigue hacerlo siem­pre que quiere. Viéndome entonces un poco mejor, me dejó, y el día siguiente transcurrió con exhortaciones parecidas. Esa noche, mientras trataba de influenciarme exaltando mi imaginación con cuanto podría yo hacer de bello, de grande, sea por las ciencias o por la libertad de los pueblos, le dije: Sí, sin duda, yo siento como Vd. que podría lanzarme en las brillantes carreras que Vd. me pre­senta, pero para ello tendría que ser rico: sin medios de ejecución no se llega a nada; y lejos de ser rico, soy pobre, y estoy enfermo y abatido. ¡Ah! Rodríguez, prefiero morir!. . . Y le tendí la mano para suplicarle que me dejara morir tranquilo. Un cambio súbito se operó en la fisonomía de Rodríguez; quedóse por un instante in­deciso, como un hombre que vacila acerca del partido que debe to­mar. De repente, elevando los ojos y las manos al cielo, exclamó con voz inspirada: "¡Está salvo!" Se acercó a mí, tomó mis manos des­fallecientes entre las suyas que temblaban y estaban bañadas en sudor, y me dijo, con un tono de voz que no le conocía: "¿Así, mi amigo, si fueses rico consentirías en vivir? Di, responde, contésta­me!" Sorprendido, yo no sabía lo que esto significaba, y dije que sí. ¡Ah!, exclamó él otra vez: ¡estamos salvados! Por fin el oro sirve, pues, para algo! ¡Pues bien! Simón Bolívar, eres rico! "Tienes actual­mente cuatro millones..." No le describiré, querida Teresa, la impresión que me produjeron estas palabras, "¡tienes actualmente cuatro millones...!" Aun siendo tan espléndida nuestra lengua española, resulta, como todas las demás, impotente para traducir semejantes emociones. Los hombres las experimentan rara vez; sus palabras corresponden a las sensaciones corrientes de este mundo; la que yo sentí era sobrehumana; estoy admirado de que mi organismo haya podido resistir.
Me detengo: el recuerdo que acabo de evocar me abruma. ¡Oh!, ¡cuan lejos están las riquezas de dar los goces que ellas hacen es­perar! . . . Estoy bañado en sudor, y más fatigado que nunca lo es­tuve después de mis más largas marchas con Rodríguez. Voy a ba­ñarme. Iré a buscarla después de la cena para ir al Teatro "Fran­cés" 3. Pongo, sin embargo como condición que Vd. no me pregun­tará nada, y me comprometo a continuar esta carta después del es­pectáculo.
SIMÓN BOLÍVAR.
Rodríguez no me había engañado: yo tenía realmente cuatro mi­llones. Este hombre extraño, que no tiene orden en sus propios ne­gocios, que se endeuda con todo el mundo sin pagar a nadie, que con frecuencia se ve reducido a carecer de lo más necesario, este hombre ha administrado con tanta habilidad como integridad la fortuna que mi padre me dejó, y la ha aumentado en un tercio. Sólo ha gastado en mi persona veinte y ocho mil francos durante los ocho años que he estado bajo su tutela. Ciertamente, él ha debido poner mucho de su parte. A decir verdad, la manera como me hacía viajar era muy económica; él no ha tenido tampoco que pagar facturas muy elevadas a los sastres por mi vestimenta; y mi instrucción no era objeto de gastos puesto que él era mi maestro universal.
Rodríguez pensaba haber hecho nacer en mí pasiones intelec­tuales que, orgullosas dominadoras, regirían como esclavas a las de los sentidos. El imperio que sobre mí tomó mi primer amor, no lo había espantado menos que los dolorosos recuerdos que me condu­jeron a las puertas de la tumba, y se lisonjeaba de que mi antigua dedicación a las ciencias iba a desarrollarse al disponer yo de medios para hacer descubrimientos, y que la jamas sería en lo sucesivo el único objeto de mis pensamientos. ¡Ah! El sabio Rodríguez se en­gañaba: me juzgaba demasiado a su imagen. Yo acababa de cum­plir veinte y un años, difícilmente podía él mantenerme por más tiempo en la ignorancia de mi fortuna, pero me la hubiera hecho conocer gradualmente, y de eso estoy seguro, si las circunstancias no le hubiesen obligado a revelármela de una vez. Yo no había deseado nunca la riqueza; ella me llegó inesperadamente; yo no estaba preparado para resistir a la seducción de su goce, y me aban­doné por completo a él. Todos nosotros somos los juguetes de la fortuna; a esta grande divinidad, la única que reconozco, es a quien deben atribuirse nuestros vicios y nuestras virtudes. Si ella no hu­biese puesto un inmenso caudal en mi camino, servidor celoso de las ciencias, amigo entusiasta de la libertad, la gloria hubiese sido el único objeto de mis pensamientos, el único fin de mi vida. Los placeres ni siquiera me han cautivado, sino de una manera su­perficial. La exaltación no ha durado mucho: el hastío la ha se­guido de cerca. Dice Vd. también que me atrae más el fausto que los placeres. Convengo en ello; y es, me parece, porque aquél tiene un falso aire de gloria.
Rodríguez estaba lejos de aprobar el uso que yo hacía de mi fortuna; le parece bien que uno se arruine con instrumentos de física y experimentos químicos, pero no cesaba de vituperar los gastos que yo hacía en lo que él llama necias frivolidades. Desde entonces, me atreveré a confesarlo, desde entonces sus reconvencio­nes me fastidiaron, y me marché de Viena para librarme de ellas. Me dirigí a Londres4, donde gasté ciento cincuenta mil francos en tres meses. Me fui luego a Madrid, donde sostuve un tren de prín­cipe. Hice lo mismo en Lisboa [5]. En fin, en todas partes ostenté el mayor lujo y prodigué el oro a la simple apariencia de los pla­ceres, pero en medio de todos estos placeres permanecí frío.
Hastiado de todas las grandes ciudades que había visitado, he venido a París con la esperanza de hallar tal vez aquí lo que no he encontrado en ninguna parte, "un género de vida que me con­venga". Pero, Teresa, yo no soy un hombre como los demás, y París no es el lugar que pueda poner término a la vaga incertidumbre que me atormenta. Hace sólo tres semanas que he llegado, y ya estoy aburrido [6]. He aquí, querida amiga, cuanto tenía que de­cirle acerca del pasado; respecto al presente, no existe para mí, es un vacío completo donde ni un solo deseo puede nacer, y que no deja ninguna huella en mi memoria. Será el desierto de mi vida. Apenas un ligero deseo aflora en mi mente, lo satisfago al instante y lo que he creído desear sólo resulta, cuando lo poseo, un motivo de desagrado. ¿Los perpetuos cambios que son el fruto de la casualidad, llegarán a reanimar mi vida? Lo ignoro; pero si esto no sucede, volveré a caer en el estado de consunción de que me ha­bía sacado Rodríguez al anunciarme que yo tenía cuatro millones. Sin embargo, no crea Vd. que me rompo la cabeza en vanas con­jeturas sobre el porvenir. Únicamente los locos se pierden en es­tas quiméricas combinaciones. Sólo se pueden someter al cálculo las cosas cuyos datos son totalmente conocidos; sólo en tal caso el juicio, como en las matemáticas, puede formarse de una manera segura.
¿Qué pensará Vd. de mí? Dígamelo francamente, esto no me corregirá: creo que hay muy pocos hombres que sean corregibles, pero como es siempre útil conocerse y saber lo que uno puede es­perar de sí mismo, yo me considero feliz cuando la casualidad me presenta un amigo que me sirve de espejo.
Adiós, yo iré a cenar mañana con Vd.
SIMÓN BOLÍVAR.
* “Le Voleur”, periódico de París, de 31 de julio de 1838. De un impreso posterior a la muerte de Bolívar. La Comisión Editora ha tenido a la vista, para el texto en francés, el facsímil de aquel periódico que reprodujo el Dr. Marcos Falcón Briceño al final de su obra “Teresa, la confidente de Bolívar”. “Historia de unas cartas de juventud del Libertador”, Caracas, Im­prenta Nacional, 1955. Para la versión de dicho texto al español, se ha adoptado la que hizo el Profesor Manuel Pérez Vila para la obra “Cartas del Libertador”, tomo XII, editadas por la Fundación John Boulton, Caracas, Italgráfica, C. A, 1959, págs. 10-13.
El Dr. Lecuna publicó en “Cartas del Libertador”, tomo I, pp. 11-16, una versión española de esta carta, que se suponía dirigida a Fanny Dervieu du Villars, tomándola de una de las “Leyendas históricas” de Arístides Rojas. Posteriormente, volvió a insertarla en el tomo X, pp. 395 y siguientes, junto con otras dos cartas, una que se creía dirigida a Denis de Trobriand, y otra a la misma Fanny: estos documentos estaban incluidos en un artículo titulado Cartas del General Bolívar, que había aparecido en un periódico limeño, El Faro Militar, de junio de 1845. En el tomo X, Lecuna reproduce íntegro el artículo, haciendo esta vez, como la anterior, serias reservas acerca de la total autenticidad de los documentos cuya paternidad se atribuía a Bolívar: para Lecuna, es posible que estas cartas "no hayan sido traducidas fielmente"; pero, agrega, ellas "contienen juicios y conceptos que permiten creer que estas versiones son realmente tomadas de cartas auténticas, admi­tiendo al mismo tiempo que han sido en parte adicionadas o alteradas" ... "hay frases y expresiones propias de Bolívar y otras destinadas a producir el efecto que se deseaba cuando se hizo la publicación de ellas". Respecto al artículo intitulado Cartas de Bolívar, señala también el Dr. Lecuna los muchos y graves errores que contiene. (Véase: Cartas, tomo I, pp. 14-16; tomo X, pp. 395-409); tomo XI, pp. 4-12, y “Simón Bolívar, Obras Com­pletas”, edición 1947, I, p. 20-26.) En 1955, el distinguido historiador vene­zolano Marcos Falcón Briceño demostró en su estudio Teresa, la confidente de Bolívar, que las cartas no habían sido dirigidas, como se creyó, a Fanny du Villars y a Denis de Trobriand, sino a Teresa Laisney y a su esposo Mariano de Tristán, una hija de los cuales, Flora Tristán (1803-1844) publicó en 1838, en el periódico “Le Voleur”, de París, un artículo titulado "Lettres de Bolívar", que fue el origen de las publicaciones de “El Faro Militar”, de Arístides Rojas, Lecuna, etc. La monografía del Dr. Falcón Briceño es concluyente a este respecto, y su lectura indispensable a quien desee im­ponerse del tema. La Comisión ofrece ahora al lector el texto completo, en francés, de las cartas atribuidas a Bolívar que Flora Tristán publicó en “Le Volear”, así como la versión castellana de las mismas, tomada de la obra citada más arriba, pero haciendo suyas, sin embargo, las reservas de Lecuna y de Falcón Briceño sobre las contradicciones y errores que no permiten aceptar la total autenticidad de estos documentos.

Notas

[1] Calle de París, ubicada cerca del Palais Roy al.
[2] Se refiere sin duda a la capital de Austria. Debe decirse, sin embargo, que ningún otro documento confirma que Bolívar hubiese visitado esta ciudad.
[3] Es decir, al llamado Théátre Franfais.
[4] Como en el caso de Viena, debe observarse que ninguna otra fuente permite asegurar que Bolívar hubiese estado en Londres antes de 1810, cuando llegó a aquella ciudad como Agente Diplomático de la Junta de Caracas.
[5] Lo dicho acerca de Viena en la nota 2, se aplica también a Lisboa.
[6] De tomar al pie de la letra estas palabras, la carta debería fecharse hacia fines de mayo de 1804, pues Bolívar había llegado a París a comienzos de ese mes.

martes, 23 de julio de 2013

Incitar a la violencia en el deporte, punible. Incitar a la violencia política que resulta en asesinatos, impune (por ahora)




¡Qué interesante! Si en un evento deportivo haces críticas a los jueces que en un contexto de crispación se convierten en pura incitación a la violencia, es considerado un acto condenable. Pero si haces lo mismo contra el Estado, en un contexto de crispación crítico, y tu llamado a la "arrechera" genera 11 asesinados, todos afines al bando político contrario al instigador, no pasa nada...


lunes, 15 de julio de 2013

¿Periodismo o propaganda de guerra? Así se modela la imagen contra Venezuela desde la "prensa libre"

¿Hay vida inteligente en la oposición venezolana? Por supuesto que sé que muchos de quienes rechazan a la Revolución Bolivariana, son tan inteligentes como cultos, pero los medios y la dirigencia opositora se han encargado de exterminar todo vestigio de racionalidad. Cualquier discusión es abordada desde el cliché y el dogma, incluso sobre asuntos cuya naturaleza cuantificable permite abordarlos desde una perspectiva científica.

Sobre la pobreza en Venezuela se han publicado DECENAS de informes de diferentes entidades, nacionales e internacionales y todas, TODAS avalan la importantísima reducción de sus indicadores desde la llegada del chavismo al gobierno, sobre todo luego del infame golpe y sabotaje interno de 2002-03. Incluso hay uno llamado "Nuestra Democracia", en el que uno de sus consultores es nada menos que Teodoro Petkoff donde se verifica (nuevamente) este hecho. Sin embargo, el fanatismo neonazi que oculta cifras y ciencia en favor de sus tropismos espasmódicos antichavistas reactivos, los niegan sin aportar ningún estudio a cambio, como el bochornoso ejemplo del "académico" Julio Borges insultando a la FAO porque no le gustó lo que dijo.

Es verdaderamente insólito ver que todavía se publican artículos como el de el sábado pasado de un tal Orian Brito Peña publicado en una de las webs más visitadas de Venezuela, con el brillante título de "Socialismo fábrica de pobres" donde se afirma un supuesto empobrecimiento en Venezuela "gracias" al chavismo, sin que UNA SOLA CIFRA O UN ESTUDIO SOBRE POBREZA SEA CITADO:


¿Cómo se puede permitir nadie publicar en uno de los diarios de mayor circulación nacional un monumento a la ignorancia, al dogmatismo, al odio  neonazi y pueril como este?

Evidentemente, como no encontró ningún estudio serio que dejara de reconocer la gigantesca reducción de la pobreza y la desigualdad en Venezuela, optó por una "solución final": ¡los eliminó! ¡Los obvió, se los escamotea a sus posibles lectores, se los oculta, o peor, es verdaderamente ignorante y los desconoce y sin embargo tiene una columna en una de las páginas más visitadas de noticias venezolanas!

Para no caer en lo mismo, aquí les dejo un cuadro del último informe CEPAL  "Panorama Social 2012" sobre pobreza, en que cita hasta 2011 una reducción de pobreza en Venezuela de casi un 40% desde el 48,6% en 2002 (año del golpe y el sabotaje económico) al 29,5% en 2011:




Es importante destacar que según el Instituto Nacional de Estadística de Venezuela, esta última medición, que significó un leve retroceso sobre años anteriores, ya ha sido superada: Elías Eljuri: Venezuela redujo pobreza extrema de 7 a 6 puntos

Lo peor de la nota de marras del tal Brito no es la ignorancia, sino el TONO de acusación, de desprecio, su manera de instigar al odio contra quien piensa diferente. Ello de por sí es bastante malo, pero encima le tenemos que añadir que lo hace SOBRE BASES FALSAS.

Es intolerable e inadmisible que este tipo de libelos se sigan publicando sin que nadie haga ninguna observación, pero así es el "periodismo" que cada día se hace en Venezuela que como ves es indistinguible de cualquier PROPAGANDA DE GUERRA.

En el siglo pasado, este tipo de libelos se usaron para acusar también a los comunistas, junto a los judíos e incluso los socialdemócratas de todas las desgracias reales e imaginarias de un pueblo, también sin ningún estudio ni verificación, es decir, igual que el de Brito: sobre la mentira construyen el odio. Ya sabemos en qué monstruosidad paró esa historia. Tengamos la madurez de no intentar validar una versión actual y "tropicalizada" de esa tesis de odio infundado y causar una tragedia en nuestra tierra.

lunes, 8 de julio de 2013

Por qué no debemos admitir ni reproducir el calificativo de "topo" con el que los medios atacan a Snowden

Desde hace años la militancia con Chávez nos enseñó que no hay nada de inocente ni imparcial en el manejo de la noticia por parte de los medios, y menos aún si está en juego el dominio imperial al cual sirven. Chávez también nos enseñó la importancia de los nombres y del uso adecuado de la palabra. Cuando borraron la calificación de "Bolivariana" de nuestra Nación en 2002, tirios y troyanos nos dimos cuenta de la importancia de un "simple adjetivo".

El  "caso Snowden" es, como el golpe mediático de 2002 en Venezuela, un ejemplo "de librito" de ello.
No sólo han logrado desviar el debate de lo que reveló Snowden, que es lo verdaderamente relevante: la gigantesca, inmoral e ilegal operación de espionaje que lleva a cabo EE.UU. contra los ciudadanos del mundo, sino que ahora lo convierten en el "malo de la película".

En su segunda acepción de la palabra "topo", la Real Academia nos dice: "Persona que, infiltrada en una organización, actúa al servicio de otros."

También popularmente, sobre todo entre los lectores de novela negra y de espionaje y especialmente quienes leímos alguna vez los libros de John Le Carré o vimos la muy buena adaptación cinematográfica de su novela "El Topo", entendemos, como dice el diccionario, que así se califica a un infiltrado.

Hasta donde se sabe, Snowden no actuó bajo otra influencia que la de su propia conciencia al contarle al mundo que su gobierno, presidido por el Premio Nobel de la Paz Barack Obama, estaba espiando ilegalmente a buena parte de los ciudadanos del planeta a través de su acceso ilimitado e indiscriminado a los servidores de las grandes empresas de Internet, como Google, Microsoft y otras. La primera víctima de esta violación colectiva a la intimidad fue el propio pueblo estadounidense, y si Snowden, como militar, funcionario y ciudadano también de los EE.UU. juró servir a su país, a su pueblo y a su Constitución, puede alegar una legítima objeción de conciencia porque el espionaje masivo viola los derechos de los ciudadanos de su propio país establecidos en su Constitución y en tratados internacionales, según ha declarado en una carta que se la atribuye dirigida al gobierno de Nicargua, quien la hizo pública.

Es evidente que esta monumental violación de la privacidad individual se traduce en una paranoia y autocensura de unas proporciones mucho peores a las imaginadas por Orwell en su novela "1984"  (de la cual nace el cliché de "Gran Hermano") al ser la tecnología de hoy mucho más refinada y omnipresente. A partir de hoy cualquier ciudadano de EE.UU. y de Europa sobre todo se abstendrá de criticar a su gobierno  incluso de manera privada, ya que la misma privacidad ha dejado de existir. Hay varios casos ya de jóvenes, casi niños que han sido en EE.UU. condenados por formular lo que ese Estado Totalitario y policial llama "amenazas contra su Gobierno o Jefe de Estado", "amenazas" que cualquier joven opositor en el "rrrégimennn dictatorial" de Venezuela hace libre y públicamente contra su Gobierno cada día varias veces a través de las redes sociales, de viva voz en las calles o por cualquier medio a su alcance sin que tenga nada que temer. Incluso los Estados Totalitarios de Norteamérica llegan a aplicar penas de manera extraterritorial al negar la entrada a esa prisión (los EE.UU. de norteamérica) a quienes osan "hablar mal" de ella en otros países.

Al calificar a Snowden como "topo" se le da la razón a EE.UU. en su persecución, ya que la afirmar que era un infiltrado la siguiente y obvia pregunta es "¿Infiltrado por quién?", con lo que la potencia imperial pretende justificar los abusos que se cometen en su cacería humana, incluyendo el reciente vejamen y piratería contra el Presidente boliviano Evo Morales en Europa por los gobiernos pertenecientes a esa mafia llamada OTAN.

Con la fuerza que tienen los medios de comunicación modelando nuestro lenguaje y conducta, veo sin mucha sorpresa pero con decepción que portales muy "revolucionarios" como Rebelión repiten esta matriz imperial en virtud del copy - paste vía Página 12:

Mucho más "normal" es ver este calificativo en los medios que sirven al neocolonialismo imperial:


Desde el punto de vista del país que le podría dar asilo, admitir que Snowden es un "topo" equivale a admitir que se protege a alguien que actuaba contra EE.UU. por influencia de otra potencia, lo que no son conchas de ajo. El asilo humanitario a Snowden está ampliamente justificado sobre la base de su objeción de conciencia ante la monstruosidad que significa el espionaje y violación a nuestra intimidad de manera global por parte de EE.UU., que le permite saber, por ejemplo, lo que escribo en este Blog antes incluso de que lo publique, así como analizar nuestros correos más privados o fotos, etc. La calificación de "topo" que desde los medios etiqueta al joven Snowden y lo marca como blanco, es parte de una estrategia de propaganda, una campaña orientada a minimizar u obviar las violaciones a los Derechos Humanos globales que hace el gobierno totalitario de los EE.UU. en primer término, y en segundo permitiría justificar cualquier acción que se lleve a cabo para su eliminación o captura, así como considerar potencia extranjera agresora a EE.UU. o como su cómplice a quien por darle asilo o protección obstaculice esas acciones. No seamos cómplices "inocentes" de esa monstruosidad.

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