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lunes, 28 de octubre de 2013

Otra patología de la derecha venezolana: querofobia, miedo irracional y enfermizo a la alegría de la gente



Ante el anuncio realizado recientemente por el Presidente Maduro de crear un vice ministerio que coordine las Misiones denominado “viceministerio para la Suprema Felicidad Social del Pueblo” (Ver: Oficializan creación del viceministerio para la Suprema Felicidad Social del Pueblo | Correo del Orinoco http://www.correodelorinoco.gob.ve/politica/oficializada-creacion-viceministerio-para-suprema-felicidad-social-pueblo/ ), no tardó (como es costumbre) en crearse un gran revuelo mediático. Es revelador que armen tanta alharaca con la palabra “felicidad” mientras pasan bajo la mesa el uso y consecuencias de la palabra “arrechera”.

¿Por qué a la oposición venezolana le molestan tanto las referencias chavistas a la palabra “felicidad”? ¿Por qué ese nerviosismo que se disfraza con comentarios burlones pretendidamente mordaces ante la propuesta de que un ente gubernamental coordinador de las Misiones de Chávez lleve en su nombre la palabra “felicidad”?
No es la primera vez que esto sucede, ya recordamos el cataclismo (léase "agudas puntadas de culo") que produjo en algunos sectores de ultraderecha la frase de Chávez de que Venezuela y Cuba iban hacia el "mar de la felicidad". 

No nos sorprende, ya que desde la particular visión de nuestra derecha gringo-católica venezolana, la felicidad es un estado de pecado al que sólo se llega a través de otros como la codicia, la ambición y la avaricia, por ejemplo, porque en el capitalismo la única manera de ser feliz es ignorando las penurias de las mayorías, lo que a la luz de una ética cada vez más extendida en nuestro mundo social interconectado aunque profundamente hipócrita, es éticamente inadmisible.

Desde sus múltiples lecturas, Chávez nos acercó al socialismo con la búsqueda de la utopía posible, pasando por Jesús, Erasmo, Bolívar o Simón Rodríguez, leyéndonos y recomendándonos libros como “Fuegos bajo el agua” de Isaac J. Pardo, y dando todo un sustento ético, filosófico e histórico a la búsqueda de la felicidad. 

En su “Plan de la Patria” Chávez afirma que la felicidad individual no es posible en un mundo que necesita de la participación colectiva inmediata para apenas librarnos de la destrucción global y poder tener la esperanza de que nuestros hijos puedan construir un mañana donde esa felicidad sea posible. Por contraste, la oposición venezolana se limita a repetir los clichés que durante años nos machacaron los Chicago Boys (devenidos localmente en IESA Boys), que ensalzaban las bondades y beneficios del libre mercado y el american way que tuvieron un contundente y cruento mentís a finales de los 80 con la masacre burguesa del “Caracazo” y los infelices años 90 de privaciones, privatizaciones, emigraciones y pobreza extrema de más de 20% con que el primer exportador de petróleo mundial durante un siglo terminaba la centuria pasada, hasta que llegó Chávez.

Desde el comienzo de su monumental y particular campaña libertadora, Chávez nos citó a Bolívar en su “Discurso de Angostura” de 1819: “El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política” Once veces se repite en este documento la palabra “felicidad”, lo que no deja de ser muy revelador, así como sorprende la introducción del término “seguridad social”.  Por supuesto, para los liberales a ultranza, el simple hecho de mencionar en una misma frase las palabras “gobierno” y “felicidad” es anatema.  Pero, ¿cuál debe ser el objetivo del Estado sino el de garantizar las condiciones para que el pueblo todo pueda ser feliz?
Quienes abogan por un “Estado mínimo” que permita a los poderes máximos de siempre hacer lo que les dé la gana, no pueden estar de acuerdo con este enunciado, ya que en el modelo del capitalismo es imposible que existan ni las mínimas condiciones de felicidad del pueblo en general, como ya lo hemos comprobado amargamente en América Latina durante la negra noche neoliberal como la denominó el Presidente ecuatoriano Rafael Correa esa nefasta etapa de liberalización y privatización, y se verifica hoy también en la creciente desigualdad y pobreza de la sociedad “desarrollada” de Europa y EE.UU. 

El proyecto social neoliberal capitalista es absolutamente incompatible con la felicidad social y hasta individual, al tener como modelo de éxito al individuo egoísta y sin escrúpulos. De hecho, la felicidad es su enemigo, ya que su subsistencia se basa en la competencia salvaje  por la supervivencia y el dominio, en la codicia, la avaricia y la lucha permanente (elementos absolutamente hitlerianos). Una sociedad estable, feliz, no acosada por la codicia consumista, es la muerte para el capitalismo, tan cierto como el caso opuesto: una sociedad consumista, de individuos enfermos de codicia es la muerte para el género humano y el planeta en que habita, que motivó el compromiso para salvar al planeta que también rescata el "Plan de la Patria" de Chávez. Por ello la incomprensión, repulsión y miedo ante el concepto de "felicidad social" enunciado por Bolívar y rescatado por Chávez. De hecho existe un término para este rechazo: querofobia, miedo irracional y enfermizo a la alegría de la gente (querofobia – Wikcionario http://es.wiktionary.org/wiki/querofobia )

El énfasis de Chávez en la palabra felicidad contrasta también con la gris imagen del socialismo tras la llamada “cortina de hierro” que la propaganda pro capitalista propagó durante décadas, y ciertamente el modelo soviético no logró convertirse en el “manto protector” y productor de felicidad para su pueblo, por lo que éste asistió impávidamente a su derrumbe, cuando no festivamente, actitud que contrasta notablemente con la decidida lucha del pueblo venezolano por su Revolución en las innumerables veces que ésta ha sido amenazada: durante el sabotaje a PDVSA, el golpe de abril de 2002, la reciente intentona del 15 de abril de 2013, etc., lo que revela claramente que el pueblo mayoritariamente asocia su bienestar con la Revolución Bolivariana y está dispuesto a defenderla a cualquier precio.

La palabra felicidad es el norte de toda utopía, el horizonte, la estrella Polar inalcanzable que nos señala constantemente la dirección a seguir, y por ello no debemos tenerle miedo, así como tampoco a las palabras “amor” y “libertad”, ya que forman elementos básicos de esa utopía posible y necesaria a la cual pretendemos dirigirnos mediante esta nave de sueños que llamamos Revolución Boivariana y de la que somos todos tripulantes navegando, como bien lo dijo Chávez, hacia el mar de la felicidad. Por ello me agrada por un lado constatar que los revolucionarios, el pueblo llano que se expresa en las calles, en los medios o en Internet no duda en usar esas palabras al momento de explicar el por qué de su militancia, al tiempo que me amarga y asusta verificar que en el campo de quienes nos enfrentan los términos que se reivindican son “arrechera”, “cobrar” (en el sentido de “venganza”), “tener” (codicia), etc. Es evidente que muchos de nuestros compatriotas han sido mentalmente afectados, ya que pretenden ridiculizar que usemos la palabra “felicidad” mientras justifican que roben y maten en nombre de la “arrechera”. Muy preocupante.

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