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jueves, 12 de mayo de 2016

Con nuestra moral chavista y unidad, somos invencibles ¡A ganar Venezuela, y defender a Telesur y la Patria Grande de la embestida neofascista global!



Cuando Chávez fue preso el 4 de febrero de 1992 por levantarse contra el régimen que había enviado al ejército a ametrallar al pueblo hambriento en las calles, su indoblegable “por ahora” y su responsabilidad lo hicieron un gigante moral victorioso por siempre. Pensando que él podía ser comprado y su movimiento colonizado como tantos otros antes, lo subestimaron a él y al pueblo, error que siguen repitiendo desde entonces.

Cuando Chávez fue secuestrado durante el golpe gangsteril imperial de 2002, su lealtad al pueblo fue correspondida con el fervor multitudinario que lo regresó a su lugar de comando, desde donde como un líder de leyenda, asumiendo sus valores religiosos a través de su ética del liderazgo absolutamente responsable, clamó por la paz y el respeto, asumiendo con autocrítica y humildad errores y llamando al diálogo. Nuevamente sus adversarios lo subestimaron y se lanzaron a un chantaje sin precedentes estrangulando la principal vía de ingresos del país así como la industria y comercio local, de manera muy similar a la que ocurre hoy. Gracias a la superioridad moral que no cedió ni ante esta provocación ni ante el aquelarre montado en la Plaza Altamira y en casi todos los medios de comunicación, esta conjura fue nuevamente vencida, así como la prueba electoral del referendo de 2004. En un gesto que retrata el alma grande de Chávez y la absoluta responsabilidad con la que se tomaba la paz nacional, en 2007 indultó a los implicados en su secuestro y el golpe de 2002, quienes lamentablemente reincidirían constantemente hasta el día de hoy en la violencia golpista, evidenciando la naturaleza neofascista del la corriente opositora predominante en Venezuela.



Cuando el chavismo perdió el referendo de la reforma constitucional, tanto un bando como otro aprendió una valiosa lección. Que el mercado electoral puede ser manipulado, chantajeado, y que la combinación de propaganda y guerra económica es una arma letal difícil de conjurar. A pesar de esta derrota electoral, en los siguientes procesos electorales, gracias a la coherencia ética del chavismo y su líder y la estabilidad económica, la Revolución Bolivariana volvió a salir airosa de las siguientes pruebas electorales.

Desde al amanecer de la historia hasta hoy, un grupo humano intenta imponerse por la fuerza otros y despojarlos de todos sus derechos invocando desde el “derecho divino”, la “supremacía racial aria” hasta el “destino manifiesto”, y de igual manera siempre ha habido y habrá quienes se resistan. Entre éstos sobresalen siempre quienes a pesar de ser aparentemente menos fuertes en el “poder real”, sea militar o económico, ejercen un poder simbólico, moral, un liderazgo que si resiste el riguroso aunque voluble examen ético del colectivo y la guerra de propaganda del poder desde sus medios, se convierten en referentes, en fuerza motora de resistencia y lucha contra el ocupante u opresor. Bolívar, Zapata, Sandino, el Che, Fidel o Chávez, entre muchos otros, calzan en ese modelo que a través de su ejemplo y de su lucha se han convertido en referentes simbólicos para millones de resistentes y revolucionarios. Chávez nunca calló ante las injusticias locales y globales, reivindicando al pobre en Venezuela y denunciando los abusos y crímenes internacionales de la mafia imperial, como los bombardeos a Afganistán en 2002, la invasión a Irak, la masacre de la Operación Plomo Fundido contra el pueblo palestino, el bloqueo criminal contra Cuba, y muchos más. Sus discursos en la ONU fueron retransmitidos y vistos por millones en internet, y los libros que recomendaba para sustentar la visión crítica al modelo imperante se convertían en instantáneos “best sellers”. Fue y sigue siendo un referente moral sin discusión para millones.



El poder siempre trata de destruirlos moralmente, usualmente sin resultado. Por ahí hay un canal internacional que actualmente hace una serie sobre Chávez, cuyo objetivo sin duda es ése: la destrucción moral de un peligroso símbolo. Si no resulta la propaganda, tratan por el olvido: “¡Dejemos atrás el pasado!”, dicen quienes tienen millones de muertos en su “currículo”. Toda tiranía es ahistórica, sea por negación o tergiversación del pasado. Cuando esto no resulta, tratan de desmoralizar al movimiento de resistencia acusándolos de cometer faltas y provocándolos e intentando forzarles a cometer inmoralidades. Cuba y Nicaragua son ejemplos distintos, pero válidos de referencia moral. Cuba en su inclaudicable coherencia. Nicaragua, que luego de una operación de guerra de EE. UU. muy similar a la que mantiene hoy contra Venezuela (incluido la declaración de “amenaza” por el presidente Reagan de entonces), logra torcer el rumbo del “mercado electoral”. Todos los mercados son manipulables por el capitalismo, y el “mercado electoral” no es una excepción, como hemos aprendido en América Latina. Los “antidemócratas” sandinistas entregan “democráticamente” en 1990 el poder arrebatado con sangre de patriotas de una tiranía al servicio de Washington a quienes lo ganaron mediante el chantaje y la traición, pero su estatura moral les permitió resistir toda clase de guerra de propaganda y retomar el poder en 2007, luego de 17 años de corrupción, pobreza y abyecta sumisión al poder imperial. Y la lucha sigue. Y no parará. Cuando sea derrotado el imperio global militar de las corporaciones que nos amenaza, será otro el horizonte de la libertad y la justicia. Siempre habrá nuevas luchas, o las mismas en otros escenarios. Los únicos que plantean las “batallas finales”, son los fascistas, que creen que como en el infame titular de El Nacional de Caracas en 2002, todo se resolverá en un Armagedón que extermine al oponente. Nuestra batalla no es de exterminio, sino contra él. Nuestra batalla es por la vida. Nuestra guerra es del pensamiento, de la idea. De la moral. Por eso nuestro triunfo, o es moral, o no será. Si somos leales, moralmente y en unidad, somos indestructibles. La única posibilidad del enemigo de ganar nuestra derrota final sería que ellos, ese poder que intenta colonizarnos, lo logre, nos asimile, nos haga que repitamos su inmoralidad, su cinismo: que deseemos la muerte y el exterminio del “diferente”, dominar sobre ellos, que no obedezcamos ni leyes ni principios, como obran las corporaciones globales y la mafia asesina de Washington y sus colonias de Europa y otras  partes del mundo, con sus cárceles de tortura, sus vuelos secretos y donde los únicos paraísos son fiscales y sirven para lavar la sangre de los billetes. 

Nicolás Maduro ha hecho fuerte su liderazgo siguiendo los lineamientos éticos de Chávez. Apenas ganó la presidencia tuvo que afrontar los intentos de guerra civil que provocaron primero Henrique Capriles, cuya “arrechera” causó 11 muertes (contando dos niños) y por la que ni siquiera ha sido encausado, y luego el de Leopoldo López, cuya “Salida” fue mucho mas costosa en muertes, heridos y daños, pero por la que salió judicialmente bastante “barato”: sólo 13 años luego de 43 muertes, mas de 800 heridos e incontables daños materiales. Los policías y agentes del Estado que resultaron incursos en delitos y excesos durante los duros enfrentamientos con terroristas conocidos como “guarimbas”, fueron encausados por la Fiscalía y algunos ya han sido condenados. Se ha convocado a una Comisión de la Verdad para establecer responsabilidades por estos hechos de las que participan tanto las víctimas, la Defensoría del Pueblo y a la que se ha invitado al antichavismo que, como es inmoral, rehusó participar. “Nuestra victoria es y será la paz”: ha dicho constantemente Maduro. Ante la victoria del fascismo en la Asamblea, reconoció gallarda y ejemplarmente los resultados a seguindos de hacerse el anuncio oficial por el CNE. Se ha mantenido como un campeón de la moral en las circunstancias más difíciles. Y debe seguir así, porque en eso se basa el triunfo final de la Revolución. Podemos darnos el lujo de perder un evento electoral, más aún si ha sido causada por el chantaje y la traición del antichavismo; lo que no podemos permitir es ser derrotados en lo moral, en lo ético, convertirnos en ellos, en los que aman el poder para someter y no para liberar. Lo dijo chávez y lo repite el pueblo en las calles: dentro de la Constitución y la ética chavista y bolivariana, todo, fuera de ellas, nada. Con nuestra moral somos indestructibles, cualquier “victoria” electoral, de fuerza o argucia pero carente de ética será nuestra derrota final. Por eso es tan importante cercar a los corruptos, a los delincuentes que se escudan detrás de esta, aquella o cualquier bandera, y hacer que actúe la justicia para proteger al pueblo garantizando los derechos de todos, y que todos cumplamos nuestros deberes.


El ataque y destitución ilegal de la presidenta Rousseff en Brasil confirma que las agresiones contra Venezuela no son contra Nicolás Maduro, ni son actos aislados de una oposición democrática que busca participación legítima en la conducción del país. Sus continuas visitas a centros de poder en EE. UU. y Europa, su probado financiamiento por estos factores externos y su abierta complicidad con todas las agresiones externas que se hacen contra el gobierno Revolucionario de Venezuela confirman sobradamente este punto. Estamos en una guerra de resistencia contra una coalición extremadamente peligrosa, cruel e inmoral del conglomerado internacional corporativo y militar que ha masacrado y sigue masacrando tantos pueblos en el mundo y que patrocina golpes de Estado como lo hizo contra Venezuela en 2002 o en Brasil en este momento. 

Sería extremadamente irresponsable y arriesgado contar para vencer a este nuevo colonialismo únicamente con una respuesta civico-militar y una victoria como la que logró Vietnam en el siglo pasado contra los EE. UU., porque desde ese entonces el imperialismo ha aprendido modos mucho más efectivos para establecer su control imperial,  y además no contamos con el fuerte movimiento pacifista y de derechos civiles masivo dentro de la sociedad estadounidense que existía en aquél momento y que opuso una fuerte oposición a la guerra, movimiento hoy casi inexistente en ese Estado policial plutocrático cuyos poderes de espionaje y represión hacen parecer un cuento de hadas para niños la pesadilla de Orwell “1984”, como lo destaparon a un altísimo costo personal Assange y Snowden. La única manera de vencer a este súperpoder global casi omnipotente es con el invencible poder de la moral, de la ética de la razón y de la justicia. La única garantía de triunfo de la paz y la vida estriba en convencer tanto a nuestros compatriotas como a los demás habitantes del globo de que permanecer dentro del modleo impuesto por la dictadura global capitalista es suicida para todo el género humano, que de no cambiar de rumbo hacia un modelo socialista la biósfera se verá destruida con nuestros hijos dentro gracias al calentamiento global, la contaminación o la violencia, o a la combinación de todas ellas.  

Lo que amenaza a Venezuela no son peleles como Ramos u otros inmorales, sino esa dictadura corporativa militar global que es mucho más peligrosa que el Tercer Reich Nazi alemán, porque cuenta con medios militares, tecnológicos, económicos y mediáticos casi ilimitados a su servicio, que les sirven para espiar, extorsionar, manipular, amenazar o asesinar a personas o pueblos enteros que se les oponen en cualquier rincón del mundo. 

La única manera de hacer frente a esta amenaza sin precedentes contra Venezuela y el género humano es la conciencia, la cultura, la organización y movilización, todo ello basados en la moral, en la distinción ética entre ese modelo de ocupación y supremacismo indudablemente neonazi y el modelo del bienestar común, del mundo multipolar, de ecosocialismo que plasmó con amor e inteligencia Hugo Chávez en el Plan de la Patria y que defiende con valor y dignidad Nicolás Maduro y todo el pueblo que le respaldamos. Pero todo ese valor, conciencia y movilización dependen de que el liderazgo sea no sólo de directrices programáticas y políticas claras, sino sobre todo, de un liderazgo moral. ¿Por qué les ha resultado tan fácil el avance en otros países? ¿Por qué el pueblo español se dejó arrebatar con mansedumbre su modesto “Estado de bienestar” y sigue votando por quienes lo expolian? ¿Por qué el pueblo griego fue traicionado luego de ganar una dura batalla por lograr que Syriza llegara al poder? ¿Cómo el Estado silenció y acabó  el movimiento “Occupy” en los EE. UU.? ¿Cómo les ha sido tan fácil sacar a la presidenta Rousseff de la presidencia de Brasil? ¿Por que no han podido con Cuba y les ha sido tan cuesta arriba con Bolivia, Ecuador y Venezuela? La respuesta es la debilidad moral y ambigüedad de algunos liderazgos que hacen que se desmoralicen las masas, se desmovilicen y se rompa la unidad y reine el cinismo y sean derrotadas, mientras que otros permanecen con fortaleza moral, manteniendo la cohesión de los movimientos resistentes y revolucionarios con un liderazgo claro y responsable que permite que se exprese en toda su fuerza la movilización coordinada para alcanzar objetivos claros en lo táctico y mantener la capacidad de maniobra estratégica ante ese poder aparentemente sin límites que amenaza a la Humanidad entera.

La resistencia contra el eje neofascista corporativo global es imprescindible no sólo para garantizar la existencia en libertad del género humano, sino para su misma supervivencia. Y eso sólo será posible manteniendo nuestra transparencia y supremacía moral. Ellos intentarán hacer la batalla en el terreno de la violencia y el miedo que es como pueden vencer y dominar. Nosotros debemos mantenerla en la resistencia, en la moral y en el pensamiento que es donde somos invencibles. 

Es primordial que ante el embate neofascista que amenaza la región, comprender que la protección de nuestros valores morales es muy importante, pero si nos quedamos sin líderes para representarlo y conducirlo y sin canales para difundirlos, estaremos en serios problemas. La vejez de Fidel y la desaparición de Chávez son un problema coyuntural en una región tan diversa como América Latina y esto debe ser superado con el surgimiento de un liderazgo regional claro, unido y que refleje las aspiraciones de los pueblos. También es vital el mantenimiento de Telesur como vía para mantener viva y audible la voz de los pueblos y la cohesión de los movimientos resistentes y revolucionarios de América y del mundo. Nunca como antes  ha sido tan amenazada Telesur, y hoy como nunca es necesaria. No podemos vencer sólo en lo local, en lo nacional. Es imprescindible retomar el espacio regional de América Latina como territorio resistente y revolucionario, no podemos resistir localmente y en solitario una amenaza global. Hay que lograr la cohesión de los revolucionarios de toda América Latina, y de los resistentes del mundo entero.



En lo local, Nicolás Maduro ha hecho acertados esfuerzos por mantener a raya la amenaza imperial corporativa, llamando a una huelga general y a la paralización del país si estas fuerzas llegaran a usurpar el poder, al tiempo que llama a quienes deseen hacer oposición de una manera legítima valerse de los mecanismos legales garantizados en la Constitución, como lo es el referendo revocatorio, relegado por ellos mismos a mecanismo “de emergencia” a pesar de haberlo podido activar desde el 10 de enero cuando se cumplió la mitad del mandato del presidente y se habilitaba constitucionalmente este mecanismo para quien quisiera solicitarlo. Pero ya sabemos que lamentablemente en Venezuela no hay “oposición venezolana” sino un movimiento neofascista al servicio de la corporatocracia militarista global. Como se ha demostrado en las recientes convocatorias a manifestaciones callejeras por parte de la MUD, a pesar de haber ganado con clara mayoría la Asamblea Nacional, es evidente que no logran movilizar ni conectar con grandes masas poblacionales, a diferencia del chavismo, y esto se debe a la superioridad moral del liderazgo de Chávez, de su sucesor Maduro y de la vigencia del chavismo como fuerza orgánica y simbólica en el pueblo venezolano. Por ello lo grave no sería perder un evento electoral, perder un espacio o un poder coyuntural, incluso si por un golpe por intervención militar extranjera o local como en 2002, parlamentario como en Honduras, Paraguay o Brasil, o por chantaje y manipulación del mercado electoral como hicieron aquí durante el referendo de la Reforma Constitucional en 2007 y recientemente el 6 de diciembre de 2015. 

Todavía hemos de vencer el intenso sabotaje y guerra económica a la que se ha visto sometida Venezuela, pero al fin parece ser que comienzan a abrirse los densos nubarrones y que comenzamos a vislumbrar la manera de remontar la prueba más difícil a que a sometido la nación toda en este siglo, el estrangulamiento económico provocado por mafias externas e internas que basadas en la guerra de precios del petróleo, el bloqueo financiero global, la manipulación de los mercados por los oligopolios globales y locales combinados infortunadamente con el cambio climático que trajo la agudización del fenómeno de El Niño, presentaron el más grande desafío en la existencia de la Revolución. Pero sabremos superarlo y ya comenzamos a hacerlo. A pesar de la aguda crisis, no se nos murieron los niños de hambre como en Colombia ni sacamos a la gente de las casas por el desempleo y la pobreza como en España. Lo peor parece estar pasando, aunque es evidente que mientras esta Revolución sea de verdad, la verdadera causa de la crisis, la conjura imperial, siempre estará allí tratando de sabotearnos.

Hemos demostrado (y aquí he citado suficientes ejemplos) que si se mantiene la unidad en torno a un liderazgo de superioridad moral, dichos reveses, a pesar de su gravedad, pueden ser reversados e incluso reconvertidos en victorias. La victoria electoral incluso luego de la muerte de Chávez, que el fascismo tomaba como fin definitivo del movimiento revolucionario, los sorprendió, y por ello debieron acudir al expediante del sabotaje y la manipulación pàra lograr vencer por chantaje en las elecciones de diciembre de 2015. Su avance sobre Argentina y Brasil hace que esta vez, la reconquista de los espacios de poder deba ser no sólo local, nacional, sino regional: América Latina debe convertirse de una vez en territorio verdaderamente libre del colonialismo imperial. Por ello debemos mantenernos firmes en nuestros principios morales y en unidad y sin temor afrontar los desafíos presentes y futuros confiando en que nuestra persistencia y superioridad ética  y argumental, sin olvidar el sentido de unidad y pertenencia a la Patria Grande nos darán las victorias que necesitamos para garantizar la continuidad del proceso de resistencia y revolución y la derrota del neofascismo global corporativo militar para posibilitar que la vida humana pueda desarrollarse en libertad, paz y equilibrio ambiental en el planeta Tierra.

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