“Entre el débil y el fuerte, es la libertad la que oprime y la ley la que libera”. Jean-Jacques Rousseau
apartheid:
- 1.Sistema legal de segregación racial implantado en Sudáfrica por los colonizadores holandeses y que estuvo vigente entre 1948 y 1990.
- 2.Por extensión, cualquier tipo de diferenciación social dentro del contexto de una nación, mediante la cual un sector de la población tiene plenos derechos y otro sector queda relegado a un estatus de marginación.
(Wiktionary)
Atecedentes
Luego
de padecer en lo que va de año una inflación que apunta a rebasar el
50%, el 6 de noviembre de 2013 el Presidente venezolano Nicolás Maduro
ordenó un conjunto de acciones para controlarla, partiendo de la premisa
de que se trata de una “inflación inducida”. Esta conclusión,
simplificando bastante, puede ser obtenida analizando las muy
particulares circunstancias de la economía venezolana, monoproductora y
por tanto, importadora de buena parte de lo necesario para satisfacer
las necesidades y gustos de su sociedad. El 96% de los ingresos de divisas provienen del petróleo,
y en 2003, luego del sabotaje económico y el golpe de 2002, se creó la
Comisión de Administración de Divisas o CADIVI, que administra esas
divisas y mantiene un tipo de cambio fijo en 6,30 Bs./$ desde febrero de
este año. Si prácticamente todas las divisas para importación vienen
del petróleo que administra el Estado y son entregadas a los
importadores a tasa fija, ¿cómo explicar los continuos y geométricos
incrementos en bienes y productos importados en Venezuela? Si algo se le
puede achacar al gobierno de Maduro (por lo que en efecto pidió disculpas el 13 de noviembre)
es haber demorado tanto en llegar a esta obvia y simple pregunta,
mientras millones de venezolanos se encontraban indefensos ante este
aumento descontrolado de precios.
En
efecto, apenas comenzaron las primeras inspecciones quedó en evidencia
una gigantesca operación especulativa, que por un lado servía para
socavar la popularidad del gobierno y por otra era un magnífico negocio
para sus operadores. El pueblo venezolano todo pudo comprobar esta
situación al ser informados por los medios de comunicación de los resultados de estas intervenciones.
Resultaba que mientras por un lado el Estado entregaba a los
importadores divisas a 6,30 Bs. por dólar, los productos llegaban a
“disposición” de los consumidores como si lo compraran a diez e incluso
cien veces ese precio. Esto era y sigue siendo muy fácil de comprobar al
ver el precio de cualquier artículo vendido en Venezuela y comparar al
mismo producto con su precio en el exterior mediante una conexión a
internet. La diferencia es escandalosa e inexplicable. Ante esta
situación,la actuación del Estado al comenzar a intervenir en
importadoras y comercios se tradujo en multas, e incluso detenciones, ya
que la Constitución Bolivariana prohíbe expresamente la usura,
especulación, cartelización, etc. bajo penas severas (artículo 114). En
total respeto a la propiedad privada y a la disponibilidad equitativa y
para todos de bienes y servicios, la intervención Estatal, al eliminar
la usura, se tradujo en notables reducciones de los precios finales de
los productos en relación a los valores especulativos vigentes hasta el
momento, lo que la prensa con su piquete habitual tradujo como “rebajas
forzadas”, cuando no tildó de esquilmo, usura o estafa lo que aplicaban
los comerciantes contra el público apenas horas antes. Se produjeron
entonces avalanchas de personas para comprar los productos que apenas el
día antes estaban por completo fuera de su alcance, interminables colas
se hicieron día y noche ante las llamadas “hiper tiendas”, pero nada diferente a lo que podamos ver en el llamado “Black Friday” estadounidense.
Pero si en la Meca del capitalismo se permite que durante un día y para
beneficio del propio sistema la gente tenga la idea de que todos tienen
acceso a las compras, eso es demasiado para la ultraconservadora
oposición venezolana y su prensa, que enseguida quiso tachar de
“saqueadores” y ladrones a la gente que incluso siendo de su mismo signo
político hacía cola para comprar a precio justo. Se hizo famoso el caso
de la señora Clotilde Palomino, cuya foto sonriente cargando unos pocos
productos apareció en la prensa mundial con el peyorativo y acusador
calificativo de “saqueadora”, cuando en realidad había adquirido con el
dinero de su trabajo como empleada doméstica sus enseres. El caso está
documentado ampliamente y fue comentado por el propio vice presidente de la República venezolana.
Pero
no solamente fue a través de la usura como algunos empresarios se
apropiaban del dinero de los venezolanos, sino también del fraude:
solicitaban divisas al Estado para importar, digamos, mil computadoras,
para lo que recibían, siguiendo en un supuesto, cien mil dólares, por
los que pagaban 630 mil bolívares. Pero lo que hacían era revender parte
de las divisas en un “mercado paralelo” creado y alentado por ellos
mismos a, digamos, 50 mil, y con lo que les quedaba, para guardar las
apariencias de legalidad, importaban chatarra o, si eran muy “honestos”,
unas computadoras de verdad que vendían a diez veces lo que les había
costado. Así, según el ejemplo, si de esos hipotéticos cien mil dólares
vendían 70 mil a 50 Bs., los convertían en Bs. 3.500.000,oo , y los 30
mil restantes los “invertían” en equipos que revendían decuplicando su
valor, convirtiéndolos en Bs. 1.890.000,oo para un gran total de Bs.
5.390.000,oo, ahorrándose riesgos e impuestos, pero estafando a la
Nación. Una ganancia de 755.56% en una sola operación y seguro que lo
que sucedía en la realidad era mucho más jugoso. El negocio redondo,
pues.
Se le vieron los alambres al mago
El
otro “detalle” es que al investigarse quiénes eran los dueños de las
empresas que exprimían los bolsillos de los venezolanos, aparecieron
nombres vinculados a la “sufrida y desinteresada” oposición venezolana:
el capitalismo especulador va de la mano con sus operadores políticos.
El caso más emblemático es el de la empresa Maderas Imeca, propiedad del
diputado opositor y candidato a alcalde de Valencia Michele Cocciola,
en la que se encontró que vendía productos vencidos a precios de usura y contaminados. Una joyita pues.
Supremacismo a la venezolana
Al
incidente de la señora Palomino, hay que agregarle la persecución que
sufrió en un supermercado la esposa del actor Roque Valero, reconocido
activista del chavismo, quien junto con su bebé de seis meses fue acosada por una turba
por cometer el error de comprar en un sitio que cierta gente considera
de su uso exclusivo. Y aquí llego a donde quería llegar: lo “exclusivo”.
DRAE dice:
exclusivo, va.
1. adj. Que excluye o tiene fuerza y virtud para excluir.
2. adj. Único, solo, excluyendo a cualquier otro.
3. f. Privilegio o derecho en virtud del cual una persona o corporación puede hacer algo prohibido a las demás.
4. f. Noticia conseguida y publicada por un solo medio informativo, que se reserva los derechos de su difusión.
5. f. desus. Repulsa para no admitir a alguien en un empleo, comunidad, cargo, etc.
Durante décadas, la industria de la publicidad nos ha bombardeado con la palabra “Exclusivo”.
Todo producto o servicio que “vale la pena” debe ser exclusivo: nada
para todo el mundo, sino cosas que nos diferencien de los otros de los
perdedores como se dice en EE.UU., del “perraje”, como se decía muy
gráficamente en Venezuela. Este continuado condicionamiento ha surtido
efecto, más aún en quienes piensan que lo que diferencia a una persona
de otra son sus posesiones o capacidad de tenerlas. Más aún, se
preguntan qué va a hacer “el perraje” con una computadora x, un teléfono
o cualquier cosa si no lo “sabe disfrutar”. Por supuesto, lo que llaman
“perraje” es la “otredad”, los demás, cualquiera que no sea mi grupo,
que no comparta mis valores, etc. Para los blancos sudafricanos eran los
negros, para los japoneses los chinos, para los fascistas los
comunistas. Los Nazis eran más parecidos a nuestra oposición de derecha,
cuya visión del “despreciable otro” era lo suficientemente flexible
como para meter en ella todo el que no les guste, más allá de su
apariencia física: comunistas, judíos, homosexuales y otros, a pesar de
que externamente eran indeferenciables de los “arios”, eran segregados,
excluidos, perseguidos y exterminados. Cualquier coincidencia...
La
inclusión es una palabra muy frecuentemente citada en el campo chavista
como objetivo de su accionar político, reflejado en la repetida frase inclusión social.
De hecho, los avances en este tema son reconocidos por prácticamente
todos los organismos multilaterales internacionales como CEPAL, UNESCO,
FAO, PNUD, OPS, etc., tan así que ni siquiera esto es puesto en duda por
la oposición. Por el contrario, es probable más bien que sea la causa de su oposición: ver perder su carácter “exclusivo”, que el apartheid social imperante de hecho actualmente se desvanezca y se permita al perraje ese que
vaya a los mismos sitios que yo, a comprar las mismas cosas, que sus
hijos estudien en los mismos sitios. Porque el temor es ¿cómo los voy a distinguir para poder odiarlos si usan y les gustan las mismas cosas que a mí? Al igual que la mayoría de los terrores y fobias al prójimo
como p. ej. la homofobia, el antichavismo basa su odio
irracional no en lo que desprecian del otro, sino en lo que temen encontrar en sí
mismos.
Para apoyar lo
anterior basta pensar en los millones de personas que ahora saben leer y
escribir gracias a la Revolución, los millones que han dejado la
pobreza y hecho de Venezuela el país menos desigual de América Latina
según CEPAL, la solidaridad manifestada por el pueblo y su Revolución en
las casas de alimentación, Mercal, PDVAL, etc. ¿es que acaso no son la
solidaridad y la exclusión valores con los que la mayoría de la personas
pueden identificarse? ¿y acaso la inclusión,la solidaridad y la
justicia no son valores promovidos por el chavismo? Yo estoy convencido
de que mucha gente teme sentirse identificada por estos valores y
“traicionar” a sus condicionamientos y “entorno de clase” a la que
pretenden pertenecer al darse cuenta que los principios de la exclusión y
el individualismo sólo conducen al caos, la violencia y la destrucción
social y ecológica de la humanidad y el mundo, y por eso rechazan sin
siquiera argumentar cualquier propuesta o debate.
El
programa de aplicación de la Ley del Presidente Maduro para combatir
esta guerra económica contra el país ha puesto al descubierto como nunca
el apartheid socio económico reinante en Venezuela, y con ello las
“costuras” supremacistas y neonazis de algunos, pero sobre todo, las
motivaciones vulgarmente comerciales de quienes en nombre de la
“libertad” intentan justificar sus abultadísimos, grotescos e inmorales
beneficios económicos. Mientras la “libertad” de los poderosos exprime
por igual a chavistas y opositores, la democracia Bolivariana beneficia
por igual a chavistas y a opositores: no he visto a ningún antichavista
siendo rechazado de un CDI o un PDVAL, y espero no verlo nunca. Aunque
hay que admitir que los capitalistas antichavistas extremos también son
muy “democráticos”: no rechazan el dinero de
chavistas ni del Gobierno Bolivariano, lo que por supuesto no les impide
ejercer su oposición al Gobierno. Lástima que ni sus actividades
comerciales ni políticas estén dentro de la Ley.
Impacto social y político de las acciones contra la especulación del Gobierno de Maduro
Si
bien aún es temprano para medir el impacto social real de las medidas
contra la guerra económica, es notable su impacto en el “ambiente”
político nacional. Hoy 30 de noviembre de 2013 escribo esto desde una de
las urbanizaciones más notoriamente antichavistas de Venezuela,
escenario de “guarimbas”, barricadas y demostraciones de odio encendido
el pasado 15 de abril. A pesar de que la oposición había convocado
movilizaciones para hoy, hay total normalidad. Es decir, creo que, muy a
pesar de ese sector que se ha apropiado de la oposición venezolana y
ocupa el lugar de su dirigencia, se ha producido una distensión,
un relajamiento en los resortes que movilizan a la muchas veces
pavloviana y violenta reacción venezolana. ¿Por qué? Las razones exactas
escapan a mi capacidad de análisis, pero sin duda lo que expuse
anteriormente juega su papel: también los opositores compran, y tampoco
les gusta sentirse estafados, utilizados, y peor aún, por la misma gente
que han apoyado hasta en las calles, muchos de ellos creyendo que
“arriesgaban su vida y su libertad frente al rrrégimennn” mientras sus
dirigentes simplemente facturaban y “vivían la vida loca”. Supongo que
cando miran su TV plasma o su smartphone y
piensan que lo compraron a diez veces su valor gracias a quien dice
representarlos, la molestia debe ser mucha. La gran mayoría de la
oposición, al igual que el resto del pueblo al que pertenece, no es sino
asalariada o pequeños
empresarios, que también se han visto favorecidos con la reciente
regulación de los alquileres. En cualquier caso tendremos una más clara
medición este 8 de diciembre en las elecciones municipales.
Por supuesto que de inmediato los medios se hicieron eco del rechazo de los sectores empresariales a las acciones del gobierno, pronosticando nuevamente y por enésima vez catástrofes y apocalípticos escenarios que sólo han tenido lugar cuando ellos mismos han intervenido, como durante el golpe o el paro de 2002 o la posterior crisis bancaria. También han intentado escudarse en la "libertad de mercado" o comercial, que pretenden les serviría de escudo para estafar. Y es que la desregulación, la Ley de la Selva, sólo favorece a los depredadores: a los débiles les queda sólo la "libertad" de ofrendarse como víctimas en el altar del sacrificio neoliberal. Pero eso lo dejamos atrás ya en Venezuela y en buena parte de América Latina, lo que pasa es que algunos sectores no se dan cuenta de que el mundo está cambiando. Por ello la cita de Rousseau al principio de este texto y que le era tan querida al Comandante Chávez, quien comprendió a cabalidad este hecho y actuó en consecuencia para proteger a los más débiles tal y como hoy hace el Presidente Nicolás Maduro: “Entre el débil y el fuerte, es la libertad la que oprime y la ley la que libera”.
Por supuesto que de inmediato los medios se hicieron eco del rechazo de los sectores empresariales a las acciones del gobierno, pronosticando nuevamente y por enésima vez catástrofes y apocalípticos escenarios que sólo han tenido lugar cuando ellos mismos han intervenido, como durante el golpe o el paro de 2002 o la posterior crisis bancaria. También han intentado escudarse en la "libertad de mercado" o comercial, que pretenden les serviría de escudo para estafar. Y es que la desregulación, la Ley de la Selva, sólo favorece a los depredadores: a los débiles les queda sólo la "libertad" de ofrendarse como víctimas en el altar del sacrificio neoliberal. Pero eso lo dejamos atrás ya en Venezuela y en buena parte de América Latina, lo que pasa es que algunos sectores no se dan cuenta de que el mundo está cambiando. Por ello la cita de Rousseau al principio de este texto y que le era tan querida al Comandante Chávez, quien comprendió a cabalidad este hecho y actuó en consecuencia para proteger a los más débiles tal y como hoy hace el Presidente Nicolás Maduro: “Entre el débil y el fuerte, es la libertad la que oprime y la ley la que libera”.
Las puertas giratorias de la oposición venezolana
En
Venezuela, como en muchos otros países, defender los privilegios de la
clase empresarial dominante es un gran negocio. Lo ha sido siempre, pero
hoy puede que esté dejando de ser algo “bien visto”, sobre todo cuando a
través de los medios globales vemos las miserias que padecen los
pueblos griegos, el español e incluso el de los propios EE.UU., cuyo
nivel de vida es uno de los peores de la OCDE.
El
dinero de los empresarios, que como he dicho en Venezuela proviene
mayoritariamente de la inmensa teta petrolera estatal, reparte una
generosa tajada entre los medios de comunicación mediante la “inversión
publicitaria”, destinada a modelar la percepción de las masas y a
comprar conciencias, si queda alguna en el mercado. Pagados con este
mismo dinero salen los protagonistas de los anuncios comerciales,
quienes “casualmente” son las mismas caras que nos presentan las
noticias “imparcialmente” en el noticiero estelar. Sin olvidar que a
través de partidas accionarias indirectas o abiertamente, muchos medios
son propiedad de los mismos empresarios cuyos interesen podrían sentirse
afectados por un gobierno que ponga límites a su lucro, o mejor dicho,
que ponga en práctica las leyes que ya existen para proteger al pueblo
llano (también conocido en el mundo del marketing como consumidores).
Doble propósito de la especulación en Venezuela: más rentable que traficar drogas mientras se le serrucha el piso al gobierno socialista
Desde
hace más un siglo, primero en la prensa escrita, luego en la radio, la
TV y ahora a través de Internet, la publicidad ha moldeado el
comportamiento de la gente, quebrando desde su misma base el sistema de
valores y relacionamiento social para sustituirlos por otros más acordes
con la “cultura” del consumo programado, el “bien común” fue sustituido
por el individual, basado en el consumo, así como el relacionamiento:
ya la gente no se relaciona por ser vecinos, ser amistosos o solidarios,
sino por cómo y qué se consume: es común que relacionemos más nuestra
infancia con un programa o jingle de un comercial de TV que con alguna actividad social o cultural local o con nuestros vecinos. Es que la masa ve la TV, pero esta se sienta individualmente
dentro de sus casas a recibir pasivamente el mensaje. Igualmente, las
personas en las ciudades viven en apartamentos, trabajan en oficinas,
van en carros particulares, y entre una caja y otra se suben a
ascensores en los que miran al piso o al techo. Y una vez en su casa,
ven “el mundo” a través del filtro de su TV. No es sorprendente para
nada que precisamente en estos lugares habite la gente que es más
resistente a la propuesta socialista del chavismo o cualquier otra que se aparte de la “ortodoxia consumista”. Es muy parecido a la película The Matrix. O
a cualquier sistema industrial de cría de animales. Por eso me he
referido muchas veces a lo que nos proporcionan los medios como “pienso
barato”, un alimento para que el ganado sea más dócil y se haga adicto a
consumir. Así, al igual que el engorde de los cerdos perjudica al
animal pero beneficia al granjero, el consumismo deteriora a las
personas y beneficia a las corporaciones, aunque el cerdo y el comprador
se sientan “de maravilla”.
No
hay que hacer mucho esfuerzo para recordar cuando en nuestras calles se
mataban los jóvenes por un par de zapatos. Hoy lo hacen por un celular.
Por un lado la media corporativa enseña que se es lo que se tiene,
y por otro las mismas empresas hacen que un artículo que en el mundo
cuesta 50 dólares lo vendan en Venezuela como si costara 10 mil, y luego
se rasgan las vestiduras porque hay mucha violencia. Si siembran
codicia, desigualdad y consumismo, cosecharán violencia.
El
sistema de propaganda ha logrado hacer, como vemos a diario, que mucha
gente actúe directamente en contra de su propio bienestar, protegiendo a
quienes los explotan y ataquen a quienes los defienden, como el famoso
caso de la señora que atacó al Presidente del Indepabis por hacer que el arroz se vendiera al precio legal y no con sobreprecio,
o cuando defienden a priori a individuos señalados de corrupción. Así,
vemos a gente que apoya a la oposición venezolana haciendo colas para
comprar artículos que el gobierno de Maduro ha permitido que estén a su
alcance.
Conclusión
Las últimas medidas
del gobierno venezolano, inspecciones y regulaciones que no son más que
la aplicación de leyes ya vigentes pero que eran (y en buena parte
siguen siendo) ignoradas tanto por quienes deben obedecerlas como por
quienes están obligados a hacerlas cumplir, han dejado al descubierto la
podredumbre y explotación en la que medra y prospera el capitalismo
especulativo, de la misma manera que al abrir un tronco podrido se
encuentra un ecosistema de alimañas operando en la sombra. La
explotación de los dueños de locales y centros comerciales a los
comerciantes, la estafa a la nación trayendo contenedores con chatarra,
el fraude del “dólar paralelo”, trabajo esclavo, evasión tributaria,
contrabando, las compañías de maletín, las tramas de empresas que se
venden y revenden productos encareciéndolos en cada paso y que terminan
siendo de los mismos propietarios, y toda una serie de mecanismos y
maneras para hacer trampa cuya enumeración requeriría varios tomos en
una enciclopedia de la inmoralidad y el delito, todo ello probado y
recomprobado in situ por
los agentes gubernamentales cuyas inspecciones han sido incluso
transmitidas en vivo por los medios de comunicación, no han dejado
margen de duda de que había y sigue manteniéndose una operación de ataque
contra la moneda para inducir una espiral inflacionaria ascendente de
manera intencional, para socavar la base de apoyo del gobierno
socialista y al mismo tiempo obteniendo más dinero que vendiendo drogas
ilegales sin los riesgos.
A su
vez, la indignación de los sectores opositores ante las colas de gente
comprando electrodomésticos, ropa y artículos no de primera necesidad,
deja al descubierto un apartheid socio económico que en la práctica
mantenía al margen a la mayoría de las personas de ciertos bienes y
servicios, manteniendo aquéllo de la “exclusividad”,que es la eufemismo
del mercadeo para exclusión.
Por supuesto que no es un progreso que toda la población sea víctima
del virus del consumismo, pero indudablemente una sociedad donde la
usura y la especulación no sean modos de vida aceptable como tampoco la
extrema desigualdad para acceder a bienes y servicios, será una sociedad
menos violenta y más cohesionada, sobre todo, más moral.
A
pesar de lo que algunos macartistas y meolodramáticos quejidos que
señalan que las medidas del gobierno son un preludio al comunismo (que
tienen tres lustros anunciando),es evidente que son apenas parte de una
regulación del mercado, lo cual de ninguna manera implica comunismo o
socialismo. De hecho, basta recordar que la falta de regulación, la
especulación y el laissez-faire ocasionó la debacle mundial de la implosión de la burbuja inmobiliaria de las sub prime en 2006
que buena parte del mundo, especialmente aquella ligada al FMI y sus
mafias, continúa padeciendo. Así que a nadie conviene un mercado
especulativo y desregulado, ni a los capitalistas ni mucho menos a un
Gobierno elegido bajo la promesa de ir construyendo el socialismo.
Bueno, no conviene a nadie más que a los criminales que se benefician
directamente de ella lucrando con la especulación y estafando al pueblo y
a quienes esperan que con ello se produzca un abrupto cambio de régimen que, por los vientos que soplan, se van a quedar esperando mucho tiempo.
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