Todas las madrugadas en La Candelaria en Caracas se repetía la misma indignante escena. Los muchos bares y restaurantes trataban de sacar la basura momentos antes de que pasara el camión del aseo para que los perros, gatos, ratas y otras alimañas no tuvieran tiempo de romperlas y regar por la acera su contenido repugnante mientras buscaban alimento. Aún más temidas eran las legiones humanas, los harapientos, los miserables.
No eran dos o tres "recogelatas", alcohólicos, "loquitos" o drogadictos. Eran hombres, mujeres y niños en el más absoluto abandono, a veces familias enteras, envilecidos por la penuria, la humillación, la violencia y la calle. Yo los ví, mientras buscaban su sustento en los desperdicios.
Eran mediados de los 90, yo vivía muy cerca de la Plaza La Candelaria, y muchas veces me quedaba hasta tarde en los bares y tascas, y al terminar la parranda y salir a la acera, ése era el espectáculo. Y como el balcón de mi apartamento daba hacia la calle se les podía ver, y escuchaba también los ruidos y voces ahogadas del indescriptiblemente degradado grupo de gente intentando sobrevivir ante la indiferencia total de los más afortunados. Así que yo dormía "arrullado" por el concierto de los miserables, las sirenas de las patrullas y el plomo que todas las noches zumbaba y cobraba por toda Caracas. Supongo que de no importarme estos "pequeños detalles", yo también habría sido "razonablemente" (o irracionalmente) feliz. El capitalismo te pide como requisito para ser feliz que ignores las penurias de millones de personas y la destrucción del planeta por el lucro y la codicia, lo que para algunos no es posible. Por ello la frase "felicidad social" es para quienes se etiquetan como "oposición" en Venezuela una contradicción en términos, ya que consideran la felicidad como algo absolutamente individual, como si viviéramos aislados en cápsulas, como en The Matrix. Y peor aún si alguien les dice que el Estado tiene algo qué ver con la felicidad, eso les parece herejía. Está claro que el Estado que en los 80 masacró con ametralladoras a los hambrientos y en los 90 dejaba en total abandono y buscando comida en la basura a millones de su propio pueblo consideraba que no tenía nada qué hacer por su felicidad, para empezar porque Estado y Pueblo eran sujetos absolutamente antagónicos.
Hace muchos más años aún, estando en la escuela Domingo Faustino Sarmiento de Maripérez, la pelota con la que jugábamos se nos fue por el agujero que habían abierto en el patio los habitantes del barrio vecino para poder buscar en la escuela el agua que no tenían. Yo fui a buscarla y la miseria que vi no la olvidé nunca más.
Se me escapa la razón por la cual muchos de mis contemporáneos, en un ejercicio de ilusionismo digno de uno de estos magos famosos de TV han "desaparecido" estos hechos de su memoria, y cuando ven (o tienen que hacer) una cola en un Mercal o un Bicentenario para comprar comida se inspiran para decir las frases más melodramáticas que Delia Fiallo jamás hubiese podido escribir acerca de cómo sufre el pueblo venezolano actualmente con este comunismo. Es completamente inútil que les refieras cifras de pobreza, de hambre, desempleo, etc.: cualquier prueba objetiva le es por completo invisible, su absoluto abandono a lo subjetivo y al cliché les ciega y es uno de mis motivos para no debatir con ellos, porque "argumentar" no existe en su dicionario. Si intentas recordarles cómo era la pobreza antes de Chávez o esgrimes algún estudio científico al respecto te expones a que te "decarguen su arrechera", porque quien prescinde de argumentos, datos y razonamientos para defender sus posiciones sólo se queda con la violencia para ello, como han demostrado lamentablemente en lo individual y colectivo ya demasiadas veces.
Por mi parte, desde niño siempre le he tenido estima a la ciencia como método confiable para formarse opiniones, por lo que no puedo dejar de citar que según el INE llegamos al año 1997 con 6.277.601 pobres extremos, sí, ¡más de 6 millones de personas en competo abandono, el 30% de la población total de Venezuela! Para 2012 sigue siendo inmoral la cifra con dos millones de personas (7% de la población), pero hay que tener mucho desprecio a la realidad para no darse cuenta de que estamos en el camino para la erradicación de este inadmisible pecado social de permitir la existencia de esta criminal desigualdad, y de hecho el Presidente Nicolás Maduro ha relanzado la propuesta de Chávez de estar libres de pobreza extrema para el 2019 (objetivo 2.2.2.2 del Programa de la Patria 2013-2019 de Hugo Chávez).
Yo no olvido a esos niños, mujeres y hombres envilecidos y abandonados, que gracias a Chávez y su hercúlea tarea de mover lo inamovible e iniciar esta modesta y humanitaria Revolución son cada vez menos. Quien se opone a la Revolución Bolivariana (y latinoamericana en general) debe asumir en su conciencia, poner en el debe de su contabilidad moral que se está oponiendo al único proceso que ha permitido revertir la degradación y empobrecimiento de la mayoría del pueblo, devolviéndole la esperanza y dignidad a millones. Ojalá que puedan poner en su haber moral razones suficientemente elevadas y válidas para hacerlo, aunque lo dudo.
La reversión hipotética de la Revolución Bolivariana sólo puede significar la reproducción de las legiones de marginados y su regreso a las calles, pero esta vez dudo que sea para buscar en la basura. La gente tiene hoy una conciencia mucho más clara de lo que son sus derechos, que lo que reza en la Constitución no es letra muerta. La oposición debe analizar muy bien sus deseos, ya que como decía Santa Teresa y se demostró con la muerte de Chávez tan suplicada a algún Dios perverso por la retorcida derecha venezolano-mayamera, "más lágrimas se derraman por la plegarias atendidas que por las no escuchadas". Rezaron por la muerte de Chávez, y su alegrón efímero e inhumano dió paso a las lágrimas de ira tras ver cómo el perturbado mental que tenían como candidato era derrotado por un obrero chavista. De igual modo, una posible caída de la Revolución Bolivariana podría engendrar otra mucho más radical y determinada, y en cualquier caso no hay motivos lógicos para suponer que ningún escenario implique la vuelta a un "pasado escuálido" imaginario de "felicidad y armonía" en la que sucesos tan catastróficos y notorios como el "Caracazo" simplemente no sucedieron jamás. Bien lo dijo Kafka con lúcida sencillez: "No es lo mismo liberarse de, que liberarse para". La Revolución Bolivariana tiene perfectamente claro de qué quiere liberarse y para qué, mientras que la contra sólo tiene clara su compulsión de erradicar la Revolución a cualquier precio, y eso nos hace diferentes en principios, medios y fines.
La consigna aparentemente superficial de "no volverán" no es sencillamente que no volverán los adecos y los copeyanos (que por otra parte y como ellos mismo han dicho, no se han ido), sino que no volverán las legiones de desesperanzados, miserables, envilecidos, a buscar en la basura. Los pobres que quedan, como los más afortunados conscientes y moralmente equilibrados siempre buscaremos justicia. No somos como el empobrecido pueblo español, para el que el "Estado de Bienestar" fue como una primavera que "no se merecían" por "vivir por encima de sus posibilidades" y ahora sí están en "lo real" y se lo tragan. No. No imagino al pueblo venezolano aguantando mansamente un intento de reversión y "domesticación" de esas características. De hecho en abril de 2002 se dio una clara muestra de ello. Pero nuestra derecha no es muy brillante que se diga y jamás aprende nada. Lo malo es que su soberbia y patanería la pagamos caro todos los venezolanos, como lo hicieron 11 inocentes asesinados por fascistas en abril de 2013, y hoy vuelven a subir las apuestas.
Yo les repito: cuiden lo que deseen, porque a veces los deseos se cumplen, las oraciones son escuchadas... y se derraman las lágrimas.
No eran dos o tres "recogelatas", alcohólicos, "loquitos" o drogadictos. Eran hombres, mujeres y niños en el más absoluto abandono, a veces familias enteras, envilecidos por la penuria, la humillación, la violencia y la calle. Yo los ví, mientras buscaban su sustento en los desperdicios.
Eran mediados de los 90, yo vivía muy cerca de la Plaza La Candelaria, y muchas veces me quedaba hasta tarde en los bares y tascas, y al terminar la parranda y salir a la acera, ése era el espectáculo. Y como el balcón de mi apartamento daba hacia la calle se les podía ver, y escuchaba también los ruidos y voces ahogadas del indescriptiblemente degradado grupo de gente intentando sobrevivir ante la indiferencia total de los más afortunados. Así que yo dormía "arrullado" por el concierto de los miserables, las sirenas de las patrullas y el plomo que todas las noches zumbaba y cobraba por toda Caracas. Supongo que de no importarme estos "pequeños detalles", yo también habría sido "razonablemente" (o irracionalmente) feliz. El capitalismo te pide como requisito para ser feliz que ignores las penurias de millones de personas y la destrucción del planeta por el lucro y la codicia, lo que para algunos no es posible. Por ello la frase "felicidad social" es para quienes se etiquetan como "oposición" en Venezuela una contradicción en términos, ya que consideran la felicidad como algo absolutamente individual, como si viviéramos aislados en cápsulas, como en The Matrix. Y peor aún si alguien les dice que el Estado tiene algo qué ver con la felicidad, eso les parece herejía. Está claro que el Estado que en los 80 masacró con ametralladoras a los hambrientos y en los 90 dejaba en total abandono y buscando comida en la basura a millones de su propio pueblo consideraba que no tenía nada qué hacer por su felicidad, para empezar porque Estado y Pueblo eran sujetos absolutamente antagónicos.
Hace muchos más años aún, estando en la escuela Domingo Faustino Sarmiento de Maripérez, la pelota con la que jugábamos se nos fue por el agujero que habían abierto en el patio los habitantes del barrio vecino para poder buscar en la escuela el agua que no tenían. Yo fui a buscarla y la miseria que vi no la olvidé nunca más.
Se me escapa la razón por la cual muchos de mis contemporáneos, en un ejercicio de ilusionismo digno de uno de estos magos famosos de TV han "desaparecido" estos hechos de su memoria, y cuando ven (o tienen que hacer) una cola en un Mercal o un Bicentenario para comprar comida se inspiran para decir las frases más melodramáticas que Delia Fiallo jamás hubiese podido escribir acerca de cómo sufre el pueblo venezolano actualmente con este comunismo. Es completamente inútil que les refieras cifras de pobreza, de hambre, desempleo, etc.: cualquier prueba objetiva le es por completo invisible, su absoluto abandono a lo subjetivo y al cliché les ciega y es uno de mis motivos para no debatir con ellos, porque "argumentar" no existe en su dicionario. Si intentas recordarles cómo era la pobreza antes de Chávez o esgrimes algún estudio científico al respecto te expones a que te "decarguen su arrechera", porque quien prescinde de argumentos, datos y razonamientos para defender sus posiciones sólo se queda con la violencia para ello, como han demostrado lamentablemente en lo individual y colectivo ya demasiadas veces.
Por mi parte, desde niño siempre le he tenido estima a la ciencia como método confiable para formarse opiniones, por lo que no puedo dejar de citar que según el INE llegamos al año 1997 con 6.277.601 pobres extremos, sí, ¡más de 6 millones de personas en competo abandono, el 30% de la población total de Venezuela! Para 2012 sigue siendo inmoral la cifra con dos millones de personas (7% de la población), pero hay que tener mucho desprecio a la realidad para no darse cuenta de que estamos en el camino para la erradicación de este inadmisible pecado social de permitir la existencia de esta criminal desigualdad, y de hecho el Presidente Nicolás Maduro ha relanzado la propuesta de Chávez de estar libres de pobreza extrema para el 2019 (objetivo 2.2.2.2 del Programa de la Patria 2013-2019 de Hugo Chávez).
Yo no olvido a esos niños, mujeres y hombres envilecidos y abandonados, que gracias a Chávez y su hercúlea tarea de mover lo inamovible e iniciar esta modesta y humanitaria Revolución son cada vez menos. Quien se opone a la Revolución Bolivariana (y latinoamericana en general) debe asumir en su conciencia, poner en el debe de su contabilidad moral que se está oponiendo al único proceso que ha permitido revertir la degradación y empobrecimiento de la mayoría del pueblo, devolviéndole la esperanza y dignidad a millones. Ojalá que puedan poner en su haber moral razones suficientemente elevadas y válidas para hacerlo, aunque lo dudo.
La reversión hipotética de la Revolución Bolivariana sólo puede significar la reproducción de las legiones de marginados y su regreso a las calles, pero esta vez dudo que sea para buscar en la basura. La gente tiene hoy una conciencia mucho más clara de lo que son sus derechos, que lo que reza en la Constitución no es letra muerta. La oposición debe analizar muy bien sus deseos, ya que como decía Santa Teresa y se demostró con la muerte de Chávez tan suplicada a algún Dios perverso por la retorcida derecha venezolano-mayamera, "más lágrimas se derraman por la plegarias atendidas que por las no escuchadas". Rezaron por la muerte de Chávez, y su alegrón efímero e inhumano dió paso a las lágrimas de ira tras ver cómo el perturbado mental que tenían como candidato era derrotado por un obrero chavista. De igual modo, una posible caída de la Revolución Bolivariana podría engendrar otra mucho más radical y determinada, y en cualquier caso no hay motivos lógicos para suponer que ningún escenario implique la vuelta a un "pasado escuálido" imaginario de "felicidad y armonía" en la que sucesos tan catastróficos y notorios como el "Caracazo" simplemente no sucedieron jamás. Bien lo dijo Kafka con lúcida sencillez: "No es lo mismo liberarse de, que liberarse para". La Revolución Bolivariana tiene perfectamente claro de qué quiere liberarse y para qué, mientras que la contra sólo tiene clara su compulsión de erradicar la Revolución a cualquier precio, y eso nos hace diferentes en principios, medios y fines.
La consigna aparentemente superficial de "no volverán" no es sencillamente que no volverán los adecos y los copeyanos (que por otra parte y como ellos mismo han dicho, no se han ido), sino que no volverán las legiones de desesperanzados, miserables, envilecidos, a buscar en la basura. Los pobres que quedan, como los más afortunados conscientes y moralmente equilibrados siempre buscaremos justicia. No somos como el empobrecido pueblo español, para el que el "Estado de Bienestar" fue como una primavera que "no se merecían" por "vivir por encima de sus posibilidades" y ahora sí están en "lo real" y se lo tragan. No. No imagino al pueblo venezolano aguantando mansamente un intento de reversión y "domesticación" de esas características. De hecho en abril de 2002 se dio una clara muestra de ello. Pero nuestra derecha no es muy brillante que se diga y jamás aprende nada. Lo malo es que su soberbia y patanería la pagamos caro todos los venezolanos, como lo hicieron 11 inocentes asesinados por fascistas en abril de 2013, y hoy vuelven a subir las apuestas.
Yo les repito: cuiden lo que deseen, porque a veces los deseos se cumplen, las oraciones son escuchadas... y se derraman las lágrimas.
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