Twitéalo

miércoles, 20 de febrero de 2013

La derecha y el falso enunciado de la "igualdad de oportunidades"


El discurso del Presidente chileno y anfitrión de la Cumbre de la CELAC Sebastián Piñera con motivo de la instalación de su primera Cumbre el 27 de enero de este año me llamó muchísimo la atención por la repetición que se me antojó machacona de una palabra: “oportunidad”. Y no es, como nunca son sus discursos, uno largo: son 2,189 palabras, unas cuatro cuartillas. La palabra “oportunidad” aparece 17 veces en el breve texto. Tampoco es de mucho extrañar, ya que siendo él millonario, debe sentirse orguloso de su capacidad de no dejar pasar ninguna “oportunidad” para incrementar su inmensa fortuna. De hecho, sus acciones en las múltiples empresas de las que es propiatrio se apreciaron considerablemente luego de su ascenso a la presidencia de La Moneda (permítanme el juego de palabras), llevándose así un alegrón como servidor público en su primer día de “trabajo”. Pero volviendo al tema, ¿por qué esa insistencia que tienen los liberales (sobre todo si están forrados) en la palabra “oportunidad”?

El asunto lleva directamente a una consideración filosófica que es la base del “sálvese quien pueda” o lo que es el equivalente en la ecuación, “jódanse quienes no puedan”, de la “justificación” de la injusticia del capitalismo, que tiene su epítome en la frase célebre “los pobres son pobres porque quieren”.

Todos hemos escuchado hablar de los EE.UU. como “el país de las oportunidades”. ¿Has escuchado alguna vez que es “el país de los Derechos”? Yo no, por lo menos. Y es que de eso se trata: el capitalismo, como las turbinas de una hidroeléctrica, necesita de un gran desnivel para funcionar. Sabemos que desde hace más de un siglo a EE.UU. ingresan ingentes masas de pobres desde México, centro y Sudamérica y la información que puedes encontrar hoy es que ya no son pobres en su lugar de origen, pero son pobres en EE.UU., con carencias elementales, sin derechos a salud, educación o pensión, etc. De vez en cuando uno entre millones se destaca entre los demás y logra tener cierto nivel de vida, o incluso hacerse millonario o político con cargo, lo que allá es lo mismo. A eso lo llaman “el sueño americano”. Y yo me pregunto, ¿Qué clase de “sueño” es el que condena a millones a una vida de miseria, desesperanza y exilio a cambio de que exista un puñado “triunfador” que en cuanto tiene unos dólares se olvida de sus hermanos? Yo creo que eso es más pesadilla que sueño.

Para que a esta atrocidad moral se le pueda “lavar la cara”, se inventó el mamotreto de la “igualdad de oportunidades”, lo cual quiere decir, básicamente, que el sistema puede ser considerado “justo” si yo le brindo a los ciudadanos “oportunidades iguales” para su desarrollo. Bajo este contexto, quien no “triunfe” es porque no le da la gana, ya que el sistema te brindó todas las oportunidades y si no supiste aprovecharlas es tu problema. Lo que se traduce en que la sociedad y el Estado renuncian a cualquier responsabilidad sobre los “perdedores”, ya que ellos “han renunciado a las suyas”. De hecho, como los señores feudales que consideraban su posición privilegiada y la miseria de los demás como “designios de Dios” por lo cual no eran su responsabilidad, estos nuevos señores feudales sostienen que los pobres son pobres porque renunciaron o porque no tienen la habilidad y talento que ellos sí. Es decir, que los pobres son pobres porque quieren. Esto lo dejó entrever el ex candidato presidencial estadounidense Mitt Romney cuando dijo que “no estaba preocupado por los más pobres” porque ellos “tienen su red de seguridad”. El calado que esta visión tiene en la sociedad estadounidense lo vemos en sus películas y series, donde hasta los niños están obsesionados por que ellos o sus padres no sean “perdedores”. No es sorprendente que sea una obsesión, por cuanto es un asunto de supervivencia, ya que allá los “perdedores” van a vivir en casas rodantes que no ruedan, en estacionamientos que se convierten en depósitos de los humanos que están excluidos, ya que al no tener acceso a las universidades cada vez más caras, pierden también el acceso al mercado de trabajo mejor remunerado y a los beneficios que este trae: poder adquirir una vivienda, seguros médicos, garantizar la educación de los hijos, etc. De hecho, los últimos indicadores sociales de EE.UU dicen que la desigualdad social es cada vez mayor: cada vez los pobres son más pobres y más numerosos y los ricos son menos y más ricos. Y esto pasa no sólo en EE.UU., sino en todos los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que incluye a los países más “desarrollados”. Incluye a Chile, por cierto, cuyo Índice de Gini según este mismo organismo es de 0,50, uno de los más altos en el mismo (el de Venezuela, según la CEPAL es de 0,397, siendo 1 la máxima desigualdad y 0 igualdad perfecta).

Sin pretender hacer un análisis muy profundo, aunque sin duda valdría la pena, podemos decir algunas cosas sobre ese modelo de la “igualdad de oportunidades”:
  • ¿No es llamativo que los gobiernos que más glorifican el modelo de “igualdad de oportunidades” sean los más desiguales?
  • ¿Como puede un Estado ofrecer “igualdad de oportunidades” en medio de una sociedad brutalmente desigual? Que en sociedades tan desiguales se hable de “igualdad de oportunidades” es una tomadura de pelo, una estafa.
  • ¿Cómo puede sostenerse moralmente ese modelo? Es decir, sostener que basta ofrecer “igualdad de oportunidades” (que como he dicho en una sociedad desigual es una mentira del tamaño de una catedral) para librarse de toda responsabilidad social es absolutamente inmoral. Mientras unos pocos acumulan enormes riquezas, otros millones padecen miserias atroces. Si alguien se queja se le dice “es que no supiste aprovechar tus oportunidades”. Eso convierte a los ciudadanos en concursantes, y a los derechos humanos en un Kino. Es evidente que el Kino está hecho para que sólo unos pocos puedan ganarlo, como cualquier lotería, por muy justa y transparente que sea. En efecto, cada quien tiene tantas oportunidades como cupones pueda comprar (ya aquí comenzamos desigual, ya que muchos ni siquiera pueden comprar un boleto). Evidentemente, el Kino no está hecho para que todos ganen. Nuestras sociedades tampoco. No sólo para que no todos ganen, sino para que exista un volumen de miseria suficiente para permitir que el modelo siga funcionando: mano de obra barata, masas poco o nada instruidas ajenas a toda participación política, etc.
  • Este modelo también equivale a la “Ley de la Selva”: “Yo me salvo, ustedes se joden” Cuando en 1859 Darwin publicó su teoría sobre la evolución a través de la selección natural, refería que en virtud de su capacidad de adaptarse a su entorno unos individuos prevalecían sobre otros. Claro, se refería al mundo natural. Pero trasladar esa explicación del mundo natural y querer convertirla en justificación para que en las sociedades humanas unos grupos dominen sobre otros es no sólo inmoral, sino peligrosísimo. Adolf Hitler hizo creer a millones que llamar a otros “inferiores”, esclavizarlos y exterminarlos era el deber y el privilegio de la superioridad. Ya sabemos en qué terminó eso. Por eso afrimo que el discurso excluyente de la derecha venezolana es profundamente fascista, ya que pretende reservarse para unas élites (o meritocracia) el manejo del país y se enferma cuando nosotros hablamos de Poder Popular, democracia participativa y protagónica, etc. Detrás del discurso de la “meritocracia” hay un supremacismo cuyo tufo neonazi se le huele a veinte cuadras. Bastante persecusión vimos el 12 de abril de 2002, y bastante racismo vemos en sus manifestaciones de camisas negras. Repito, el modelo de “igualdad de oportunidades” es moralmente inaceptable, ya que equipara a los seres humanos con fieras y, lo peor, es que justifica cualquier cosa que se haga para “triunfar”, ya que si el sistema se basa en una gigantesca inmoralidad, no se puede esperar que la sociedad que sale de semejante estructura tenga alguna ética. Por ello los valores morales han sido sustituidos por los mercantiles, el ser por el tener, y la gente no mira cuán inteligente eres tu sino tu teléfono.
  • ¿Qué es lo “bueno”? Podríamos decir que aquello que produce felicidad sin dañar a nadie. Entonces, lo “mejor” sería lo que produzca más felicidad a mayor número de gente sin discriminar a nadie, ¿no te parece? Esta idea es incompatible con el falso enunciado de “igualdad de oportunidades”, pero es armónica con “igualdad de derechos para todos”, ¿verdad?
  • No podemos renunciar a nuestra responsabilidad de construir un mundo moral. Tan es así que por ello nuestra Constitución reza en su Artículo 2:
Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político.”
En ningún lado dice “igualdad de oportunidades”, ¿o si?

¿Y entonces? Pues por ello nosotros, los llamados “de izquierda” hablamos de “derechos” (¡qué cosas!), es decir, “Igualdad de derechos para todos”, en vez de “igualdad de oportunidades”. Por ello en las chácharas de la derecha, como en los desvaríos de Capriles o el mucho más elaborado y consistente documento de la MUD “Lineamientos Programáticos para el Gobierno de Unidad Nacional (2013 – 2019)” no encontrarás “igualdad de derechos”, sino “igualdad de oportunidades”.

¿Sabes cuántas veces menciona Piñera en el Discurso que cité la palabra “derechos”? DOS. ¿Y “oportunidades”? 17. Clarísismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas populares